Su mayor alegría - Alfa y Omega

Su mayor alegría

Miguel Ángel Velasco

La primera vez que la Madre Teresa vino, con algunas Hermanas, a Madrid, vía Barcelona, se quedó sin un duro en la capital catalana, porque lo que traía para el viaje, misteriosamente, voló de sus manos, en cuanto vio a alguien que, en aquel momento, lo necesitaba más que ella. Es la filosofía práctica y constante de una mujer que no organizaba congresos contra el hambre, sino que se quedaba sin pan, sin dinero y sin jersey para que lo tengan quienes, a su lado, lo necesitan.

La Madre Teresa no se cansa de recordarnos a los cristianos que nos hemos dejado engatusar por la sociedad de consumo y que hemos acomodado el Evangelio a nuestra mediocridad. El compromiso radical, evangélico, de la Madre Teresa nos deja sin coartada alguna. Con una ética civil de mínimos nos quedamos tan campantes, como si ya hubiéramos cumplido nuestro cupo de justicia; y la Madre Teresa de Calcuta nos molesta, porque interpela poderosamente nuestra conciencia y sacude nuestra comodidad, al decirnos que la vida es el primer y gran derecho, irrenunciable, de todo ser humano, también del aún no nacido.

Su testamento se resume en pocas palabras: «El amor es la única fuerza que mueve a los seres humanos, y es una fuerza que ha de ser utilizada al servicio de la paz. Hay un secreto para que funcionen las cosas en las familias, en las comunidades religiosas, en la sociedad: rezar, y rezar juntos. Dios es Padre de misericordia y nos quiere». Esta monja fabulosa y sus Hijas no permiten que nadie, tras haberse acercado a ellas, se vaya sin sentirse un poquito mejor y más feliz. Lo he comprobado muchas veces. Tienen una luz en la mirada, algo indefinible que te hace sentirte un poco mejor como ser humano. Es como si te reconciliasen un poco con la gente y contigo mismo. El mundo y, desde luego, España necesitan como el comer de esa limpia alegría que estalla, en la mirada de la Madre Teresa de Calcuta y brilla en la de sus misioneras de la caridad.

Le preguntaron una vez a la Madre Teresa si el Premio Nobel de la Paz había sido, tal vez, la mayor alegría de su vida, y dijo:

—«No, no…».

—«Entonces, ¿cuál ha sido su mayor alegría, Madre?».

—«Conocer a Jesucristo, naturalmente».