De las recomendaciones que suelo hacer para Navidad (The Chosen, el episodio «Blanca Navidad» de Black Mirror…), hay una que últimamente tengo muy presente. Es muy especial, que pasó desapercibida pero que me emocionó hasta la lágrima. Station Eleven es un ejercicio de virtuosismo en guion y producción, porque mezcla varias líneas temporales y las tramas de varios personajes que solo al final se conectan realmente. Me venía a la mente, al pensar en la historia de la salvación, todas las vidas que convergieron en el pesebre. Station Eleven es posapocalíptica, pero sobre todo es una serie sobre cómo la belleza es un anhelo salvífico en el hombre. En una de sus líneas temporales, la que sería nuestro presente, un virus se expande de forma violenta por todo el mundo, con una tasa de mortalidad del 99 %. Uno de los protagonistas, ajeno a que en dos horas estallará el apocalipsis, presencia la muerte del protagonista de una obra de teatro y, por una casualidad, acaba acompañando a una de las niñas actrices a su casa mientras estalla la alerta sanitaria. La caridad de un buen hombre se convierte en la salvación de una niña que, años después, será la líder de una compañía de teatro itinerante, ofreciendo belleza a una humanidad que empieza a reconstruirse. No contaré más de la trama, para no destriparla, pero es especialmente bonita su forma de resaltar la importancia capital de pequeños gestos de misericordia, muchos de los cuales llegan a través de la belleza de las obras de Shakespeare o de las misteriosas páginas de un cómic, Station Eleven, que acabará siendo el hilo conductor entre los distintos personajes. Además de destacar el papelón de la actriz Mackenzie Davis, creo que es una historia muy navideña por su forma de reflejar la providencia, ese hilvanar gestos gratuitos, a veces heroicos, casualidades que quizá no lo son y la frágil línea que salva a cada personaje. Es el último capítulo el que da sentido a una obra que arranca con un punto lúgubre, oscuro, pero que, a raíz de un suceso, se torna progresivamente esperanzador. La belleza salva, porque es reflejo del Amor.