SOS del Proyecto Gloria para personas sin hogar: «O hacemos algo o voy a tener que cerrar»

Cuando se le pregunta a Gloria Iglesias cuándo surgió la ONG que la llevó a dedicar su vida a los más necesitados, esta exazafata de Iberia se remonta a su infancia. «Desde pequeñita, solía hacer voluntariado en un montón de sitios y siempre quise montar una ONG», recuerda en conversación con Alfa y Omega.

La oportunidad de cumplir su sueño surgió después de un viaje a Lourdes en el mítico tren de la esperanza. «Me pusieron en el vagón de las personas sintecho. Nadie quería ir allí, porque entonces estaba en auge el VIH y nadie quería acercarse a ellos. Yo fui la única que aceptó», confiesa. Así, Iglesias compartió con ellos aquella peregrinación, que terminó con una escena que le cambió la vida.

«Cuando nos bajamos del tren, empezaron a poner una serie de cartones en el suelo. Les pregunté qué hacían y me contaron que dormían allí. No tenían otro lugar al que ir». La azafata se quedó impactada y decidió tomar cartas en el asunto. Había llegado el momento de montar su proyecto.

«Estuve buscando una casa de alquiler», pero la gestión no fue fácil. Pasó todo un año hasta que alguien decidió alquilarles una. «Nos decían que preferían alquilarla a un sitio de prostitución antes que a nosotros», afirma. Después de firmar el contrato, a aquellas personas se le pudo quitar de una vez por todas la etiqueta de sintecho. Y Gloria, que se fue a vivir con ellos, pudo cumplir su sueño de montar una ONG. Proyecto Gloria. Era febrero del año 2000.

En aquel primer inmueble estuvieron unos cinco años, «hasta que los propietarios nos invitaron a abandonar la casa porque la iban a vender». Había que encontrar otro lugar, pero de nuevo se toparon con los prejuicios de la gente y no les quedó otro remedio que comprar. «Encontramos un almacén medio en ruinas, lo adquirimos y lo rehicimos entero por dentro». Lo que podría haber sido la solución definitiva, fue, sin embargo, «el mayor error de mi vida», se lamenta Gloria. Los intereses subieron tanto que no pudo hacer frente a los plazos de la hipoteca «y el banco se quedó con a casa. Fue un destrozo terrible. Perdí cuatro millones de las antiguas pesetas».

Ante aquel drama, el entorno de Gloria Iglesias le recomendó que no siguiera adelante, pero «Dios puso en mi corazón el deseo de continuar y aquí estoy a pesar de que todavía no me he recuperado de aquel palo». Iglesias encontró una tercera casa y está allí desde entonces. Por ella han pasado cerca de 200 personas y actualmente acoge a Gloria y a otras ocho personas. «He recogido gente que iba literalmente a morir en la calle. Algunos llevan conmigo todo este tiempo y hay muchos que han salido del drama en el que se encontraban. Hay quien se ha casado y ha montado una familia. He sido madrina bastantes veces. Otros están trabajando en un garaje o como manitas», detalla la presidenta.

¿Los dejo en el mismo suelo del que los recogí?

A pesar de haber gastado un cuarto de siglo en los demás, y de haber superado más obstáculos que nadie, Gloria Iglesias y su ONG están viviendo de nuevo una situación límite por culpa de la pandemia y la escalada de los precios. «Estoy en quiebra. Peor que nunca. O hacemos algo o voy a tener que cerrar», señala la exazafata con un nudo en la garganta. Cuando este se deshace, acierta a preguntarse: «¿Y qué hago entonces con los chicos que viven conmigo? ¿Los dejo en el mismo suelo del que los recogí?».

Pero no está dispuesta a que eso pase. Por eso el martes 14 organizó una cena benéfica para recaudar fondos en la que también quiso dar la voz de alarma. «Las subvenciones no terminan de llegar y necesitamos gente que esté dispuesta a sumarse a esta aventura como socio, aunque no pueda aportar una cantidad grande de dinero. Para nosotros todo es importante», concluye Gloria Iglesias.