«Somos los profesionales de la esperanza»
«La enfermedad es un momento fundamental en el que muchos enfermos se replantean y recuperan su relación con Dios y con su familia», dice Gerardo Dueñas, subdelegado de Pastoral de la Salud de Madrid, que estos días ofrece la formación de su Escuela en distintas parroquias de Madrid
Durante este curso vais a hablar de la relación entre la pastoral de la salud y los sacramentos…
Es una relación muy bonita. Sacramento es misterio en griego, y el sufrimiento, el dolor y la fragilidad son también un misterio. Y, como misterios, ambos nos ponen en contacto con Dios, porque los sacramentos constituyen lugares y momentos en los que encontramos a Dios en nuestra vida. De alguna manera, sacramento es también el enfermo, porque en él encontramos a Cristo: Estuve enfermo y me visitasteis… Hay tres sacramentos que están relacionados de manera especial con los enfermos, sacramentos de sanación: la Reconciliación, la Eucaristía –de manera singular el Viático– y la Unción de enfermos.
El de la Unción de enfermos es quizá más desconocido…
Hay que redescubrirlo, y hacer una catequesis especial para recibirla cuando estamos sanos, para acordarnos el día en que venga la enfermedad.
¿Qué resaltarías tú?
En primer lugar, que no es un sacramento para el final de la vida, para los que se van a morir, sino para los que están enfermos. En él, la Iglesia pide a Dios que los fortalezca y los acompañe en ese momento de sufrimiento. Es un momento de un acompañamiento especial de la comunidad y de Dios.
Y luego tiene una serie de condiciones: se puede ofrecer ante una enfermedad seria, o ante una operación con anestesia general, y también lo pueden recibir los ancianos aunque no padezcan una enfermedad grave, debido a que el propio desgaste de la vida reclama esta presencia especial de Dios. Y se puede recibir todas las veces que se quiera, cuando sea necesario. Lo ideal es hacerlo en una celebración comunitaria, mejor que a escondidas junto a la cama del hospital.
En los momentos más duros la gente suele decir que Dios le ha enviado su enfermedad. ¿Es así?
No, Dios no te envía nada. Dios no nos abandona. La enfermedad forma parte de la existencia, llega a nosotros porque la vida es finita y el misterio del mal existe. Pero es en ese momento de enfermedad cuando Dios nos acompaña de manera especial.
¿Es entonces un momento privilegiado?
No se trata de decir: «¡Qué suerte que estoy enfermo!», pero hay que tener en cuenta que es una fase de gran peso en nuestra vida. En el Evangelio los enfermos han tenido un lugar privilegiado, y en la historia de la Iglesia también ha sido así. Este quiebro en la normalidad de la existencia siempre hace surgir la pregunta por el sentido: quién soy y cuál es mi futuro. Todo ese sufrimiento nos ayuda a plantearnos la pregunta por nuestra vida, y también nos lleva a cuestionar dónde está Dios en esa situación.
La pastoral de la salud ofrece a Jesús, que desde la Cruz nos acompaña, nos entiende porque comparte nuestro dolor, pero también nos dice que la cruz no es el final, hay una esperanza. Esa es la principal aportación de la pastoral de la salud.
¿Tú has sido testigo de que la enfermedad puede cambiar a la gente y dar a su vida ese peso especial?
Pasa constantemente, y no solo en el acompañamiento en el final de la vida. Yo soy capellán de un hospital en el que veo cómo pacientes que ingresan con una fase aguda de su enfermedad y personas con trastornos de adicciones se replantean su vida totalmente. La enfermedad es un momento de parón, en el que los enfermos se replantean y recuperan su relación con Dios y con su familia. Hay historias impresionantes. Esa es la principal aportación que hacemos desde pastoral de la salud al tratamiento médico. Nosotros somos los profesionales de la esperanza, sabemos cómo acompañar en estos momentos de la vida, y en cuidados paliativos resulta algo evidente.
¿Cómo está el tema de los voluntarios? ¿Hay suficientes?
Tenemos muchísimos en las parroquias pero hacen falta una renovación. Necesitamos personas para escuchar y acompañar. Normalmente, con los que no quiere estar nadie es con los ancianos y los enfermos. Hay muchas instituciones para niños y pobres, pero hay muchos mayores solos en hospitales, residencias y domicilios. La soledad es un fenómeno muy extendido entre enfermos y ancianos, y ahí hacen falta muchos voluntarios.
¿Qué es lo que recibe un voluntario de pastoral de la salud?
La experiencia de voluntariado en este campo marca el corazón y engancha. No todo el mundo vale para todo, pero todo el mundo vale para algo. Por eso invito a la gente a que vaya a su parroquia, a su vicaría o a la misma Delegación de Pastoral de la Salud y que pregunte. Es una labor para acompañar y sembrar esperanza en medio del dolor.