Solo asesinatos en el edificio. Muertos de risa - Alfa y Omega

Solo asesinatos en el edificio. Muertos de risa

Isidro Catela
Martin Short, Steve Martin y Selena Gómez en esta mezcla de comedia y true crime. Foto: Disney+.

Una de las sorpresas más agradables de la temporada pasada estrena nuevas entregas y, en este caso, segundas partes son casi tan buenas como las primeras. No es habitual —y ya es mucho decir—, así que estamos de enhorabuena. Solo asesinatos en el edificio, que podemos disfrutar en Disney+, es una comedia negra que mezcla con habilidad, talento y frescura una historia que se enmarca dentro del true crime y la comedia de situación, a lo 13, Rue del Percebe o Aquí no hay quien viva / La que se avecina, salvando todas las groseras distancias con esta última.

Aunque con algo menos de presencia que la que tuvieron en la primera entrega, Selena Gómez, Steve Martin y Martin Short siguen estando brillantes en los papeles principales. Dan vida a tres desconocidos un tanto frikis del mencionado género de asesinatos que —oh sorpresa— se van a ver en medio de uno de ellos en el mismo lugar en el que viven. En la segunda temporada, entre el humor y el horror sigue prevaleciendo lo primero. Hay suspense y misterio, hay que buscar asesinos, hay claroscuros dentro de una serie de tramas que no siempre apuntan a un final feliz, pero hay mucha más luz que sombra y hay una propuesta, tan poco convencional en muchos aspectos, que hay que agradecer que te mantenga hasta el final con una sonrisa en la boca.

Se puede ver en familia, pero mejor de adolescentes para arriba. La primera temporada contó con diez episodios. Ahora nos van entregando, con cuentagotas semanales y hasta el 23 de agosto, los diez que conforman la segunda. La serie es carne, al menos, de un spin-off. Era tan redonda la primera que, a pesar de la brillantez, hay algunos signos de agotamiento en la segunda.

La tentación de seguir estirando el chicle va a ser poderosa, pero, como quiera que vaya a ser muy difícil mantener el listón, yo lo dejaría estar, no siendo que el negocio sepulte al ocio y terminemos, como en tantos otros casos, por morirnos de vergüenza.