Solo
La suerte de tener un librero amigo es que te sugiere siempre hallazgos que pueden gustarte. En las grandes superficies, el dependiente es el suplantador del librero, no te conoce y apenas sabe de libros, a lo sumo de novedades. «Te va a gustar», y efectivamente ha sido increíble. Me refiero a Solo, del dramaturgo sueco August Strindberg (editorial Mármara). Es una breve pieza de ensayo sobre la experiencia de la soledad. El pobre Strindberg era esquizofrénico, tenía pánico a la gente, pensaba que se le había regalado la vida para ser eternamente perseguido. Pobre. Por eso merece la pena leer a Strindberg, quizá para observar la función catártica de su obra para su lacerante personalidad.
Se apuntan cosas muy sabrosas en Solo, como el papel de la literatura. Cuando el escritor lee esa obra maravillosa de Balzac que es La comedia humana, con sus más de cuatro mil personajes, dice que se hizo más sensible al sufrimiento de los otros, que la literatura no es pasatiempo de rentista sino una puerta religiosa a la realidad. El escritor nunca profesó una confesión cristiana, pero dice que no podía dejar de leer algún libro católico para su media hora diaria de meditación, «pues con el cristianismo católico comienza nuestra/mi cultura. Con el catolicismo romano me siento como un ciudadano con nacionalidad europea. Yo no soy católico, por eso tomo a veces un viejo libro luterano escrito en el XVII que predica el sufrimiento como una obra de caridad, muy raramente tiene una palabra de consuelo. El libro católico me ha enseñado que el tentador se presenta en su forma más horrible cuando pretende conducir al hombre a la desesperación y privarle de su esperanza».
Y se refiere a la experiencia de fe con un acierto de imagen asociada a la combustión: «Los santuarios, templos y libros sagrados son acumuladores de energía, pero solo para los creyentes, pues la fe es como mi batería local, sin la cual no puedo hacer que hable el mudo pergamino. La fe es el material de frotación. Por ello los libros sagrados están mudos para el que no cree». Lucha Strindberg para que los sucesos que afronta no se le amontonen, y transforma en poesía sus vivencias, así el exceso de impresiones no le causa fatiga.
He vuelto a mi amigo librero y le doy las gracias, porque no puede ser que el dinero sea lo único que esté de por medio entre nosotros, sino una cualidad espiritual, y pocas hay tan virtuosas como el agradecimiento.