«Sois rostro vivo de Dios»
Muchos jóvenes gastan sus vacaciones veraniegas en lugares de misión transmitiendo su fe y el amor de Dios. Profesoras y alumnas de los colegios de las Concepcionistas Misioneras de la Enseñanza han participado en los Prooyectos misioneros de verano viviendo una experiencia de entrega y de servicio que no olvidarán fácilmente. Dejemos que ellas mismas nos lo cuenten:
Desde Morichalito (Venezuela)
Nuestra andadura comenzó con un encuentro que tuvo lugar el 19 de mayo en Villaviciosa de Odón. Allí fuimos enviados y fortalecidos con el signo de la Cruz, como mensajeros de paz y salvación. Dos meses después comenzamos nuestro sueño esperado: poder compartir y transmitir todo lo que somos con nuestros hermanos más pobres. Antes de salir, se nos dijo en la Eucaristía celebrada en el aeropuerto de Madrid: «Sois rostro vivo de Dios» y eso es lo que hemos intentado vivir cada día en la escuela de Morichalito, con los muchachos criollos e indígenas a los que enseñábamos, con los que rezábamos y jugábamos en la jornada de mañana.
Todo este trabajo era alentado con un encuentro diario de oración y reflexión de la Palabra, al iniciar la mañana y al cerrar la jornada. Este encuentro los domingos era especial. Primero, todos juntos celebrábamos la Eucaristía y después partíamos a las diferentes comunidades indígenas para compartir y vivir también con ellos la fiesta del Señor.
En un mes es muy poco lo que hemos podido hacer, sin embargo lo que nos ha alentado, en todo momento, es saber que éramos portadores del amor de Dios a través de los juegos, de las canciones y de las sonrisas. Más allá de si nos comprendían o no, hemos podido sentirnos hermanos con ellos e hijos de un mismo Padre. Parte de nuestro corazón se ha quedado allá con nuestros indígenas: en sus rostros sonrientes, en sus cálidas acogidas, en su gran humildad.
Conchita Tomé y Cristina Blázquez
Desde Evinayong (Guinea Ecuatorial)
Partimos de Madrid rumbo a Malabo el 10 de julio, de madrugada, cargadas de ilusiones, inquietudes y expectativas, hasta que pusimos los pies en tierra africana, donde empezamos a darnos cuenta de lo diferente que era la realidad de lo que habíamos imaginado: sus casas sencillas, sus carreteras, sus costumbres y formas de vida. La jornada de mañana la dedicábamos a clases y por la tarde a varios talleres: deportes, manualidades, música y tiempo de reflexión. En los fines de semana también contactábamos con la gente de los distintos poblados que visitamos.
Desde el primer momento nuestra labor ha sido facilitada por la acogida que mostraron con nosotros; era increíble ver cómo lo poco que tenían te lo ofrecían. Lo que más fuerte nos ha calado han sido los niños con su mirada tan especial y con su sonrisa agradecida.
Esta experiencia nos ha enseñado a volorar las pequeñas cosas con ojos grandes, y a darnos cuenta de que realmente a Cristo se le encuentra en el corazón de los niños y en la gente sencilla.
Lidia Caball y Laura Bermejo