Lourdes Perramón: «Sois mi interruptor. Tenía una luz dentro, y no lo sabía»
¿Cuál es vuestro carisma?
La congregación nace para ofrecer un espacio de oportunidades, de vida, de libertad, a las mujeres que están vinculadas al fenómeno de la prostitución, que hoy no se puede separar de situaciones de trata con fines de explotación sexual.
¿Cómo nace tu vocación?
Al inicio tenía más una inquietud por un servicio y vivir el seguimiento a Jesús de una determinada forma. Con el tiempo y descubriendo la realidad de estas mujeres, vi que ahí estaba mi vocación.
¿Cómo desarrolláis este trabajo?
Nos ubicamos en esa parte de la prostitución más vinculada a la marginación, la pobreza… Las respuestas comienzan con el acercamiento en la misma realidad donde se ejerce la prostitución (clubes, carreteras, polígonos, cascos antiguos de las ciudades…). A partir de ese primer contacto vemos cuáles son las necesidades y se diseñan los proyectos.
Cuéntame alguno.
Tenemos una pequeña empresa de inserción laboral en Barcelona. Se llama Dona Kolors (www.donakolors.cat). En Madrid tenemos un centro de acogida para mujeres gestantes y durante el primer tiempo de la vida del niño.
¿Cómo llegáis hasta allí?
Estudiamos dónde están los lugares donde se ejerce la prostitución, y programamos unos horarios de acercamiento, en función del horario en el que están las mujeres.
Así, como si nada…
Normalmente se va con una educadora social, y con una mediadora cultural por las diversas nacionalidades. Es un trabajo en red, también con voluntarios, y parece muy complicado, pero es tan simple como ir y empezar con un «Hola, ¿qué tal?».
Y habláis con ellas.
Claro. Vamos, les preguntamos, escuchamos cuál es su situación… Es fundamental ver a la persona más allá de la actividad que realiza. Y eso es lo que intentamos transmitirles.
Ver a la persona más allá de la actividad. Hay que cambiar la forma de mirar…
Las vemos como mujeres, prescindiendo de estereotipos que nos juegan muy malas pasadas. Escuchamos a la persona. Las miramos más desde lo que ellas tienen de potencial que desde lo que tienen de límite.
Vuestro horario es el suyo, claro.
Sí. Por ejemplo, en un proyecto nuevo que se está realizando en Manila (Filipinas), el contacto con las mujeres comienza a las tres de la madrugada, cuando cierran los clubes. Como es un país muy religioso, hay un santuario muy cerca, abierto las 24 horas. A esa hora de la madrugada las mujeres van a la iglesia a rezar. Y allí están nuestras hermanas en ese horario, en el que se hace el primer contacto. De día, de noche, de madrugada…
¿Qué sois para ellas?
Mira, no hace mucho, una mujer en un proyecto, hablando de lo que había significado para ella el contacto con las hermanas y el equipo, me decía: «Vosotras habéis sido para mí el interruptor, yo tenía una luz dentro y no lo sabía».
¿Te gustaría que la labor de tu congregación ya no fuera necesaria?
Claro, eso sería muy bueno en el sentido de decir que no hace falta, pero por ahora es un sueño bastante irreal porque los datos apuntan a todo lo contrario.
¿Están aumentando las situaciones de prostitución?
Sobre todo lo que es la cuestión de trata, sí. Está siendo una realidad creciente, incluso en España como país de acogida.
Trabajáis en 15 países. ¿Hay alguno donde las situaciones de prostitución sean todavía más difíciles?
Hay realidades muy duras en Guatemala o en Ciudad Juárez. Son sitios donde hay mucha violencia y se focaliza sobre la mujer y sobre el contexto de prostitución. También en Filipinas, por la prostitución infantil; tienen a las niñas casi como moneda de cambio. Algo parecido sucede en Angola.
Lourdes tiene 49 años, nació en Manresa y es, desde hace poco, superiora general de su congregación. Las Oblatas del Santísimo Redentor fueron fundadas por José María Benito Serra y Antonia María de Oviedo en Ciempozuelos (Madrid), en la segunda mitad del siglo XIX. Hoy son unas 450 religiosas, 300 en España. Conocen bien los lugares de prostitución. Allí van para acompañar. Son mujeres al lado de otras mujeres.