Sobrevivir en Idomeni - Alfa y Omega

Sobrevivir en Idomeni

Eva Fernández
Foto: AFP / Louisa Gouliamaki.

Acaba de amanecer y una tenue lluvia desciende sobre el improvisado campo de refugiados de la localidad griega de Idomeni. Como cada mañana, más de 11.000 personas desesperadas intentan cruzar la doble valla coronada por alambre de espino que ha levantado Macedonia para tener bien controlados a quienes ingresan en su territorio.

Hay días, como el que muestra la fotografía, en los que la policía, asustada por la multitud que intenta tirar la valla, utiliza gases lacrimógenos para detener el paso de refugiados. En medio de este caos, la pequeña corre asustada, intentando aferrarse a la mano segura de su padre. Detrás de ella, una mujer cae sobre las vías, protegiendo en una vieja bolsa de deportes las pocas pertenencias que aún conserva: ropa, documentos, fotografías, memoria. Su hija, de pocos años, a duras penas intenta levantarla. Los demás se ponen a salvo de un humo que creían haber dejado atrás cuando huían de los misiles que les dejaron sin casa y sin familia. Después de tantos días a la intemperie y tras haber sobrevivido a una travesía en barcazas atestadas, algunos son poco más que mondaduras de persona, carecen de esperanza y fuerza para llegar al fin de su viaje.

En Idomeni, miles de personas aguantan agazapadas en la miseria, empujando una puerta que solo abre hacia dentro. No podemos convertir este dolor en un parque temático de imágenes de informativos y mucho menos consentir que las personas que vemos en la fotografía vivan más tiempo aferradas a unas vallas, en una patria prestada. La historia no puede permitirse nuevos campos de concentración.

El color rosa del gorrito de la pequeña se convierte en una luz en medio de la niebla. Por ella, en ella, porfía la vida. Sé que el llanto de los refugiados atraganta la digestión, pero sería deshonesto permanecer callados ante este horror. Sería cruel observar sin más su sufrimiento. Por mucho que queramos apagar la pantalla con el mando a distancia, la pequeña del gorrito rosa sigue ahí. Europa no es insolidaria, es impasible.