Seguramente han escuchado y leído muchos comentarios sobre la encíclica del Papa Francisco Laudato Si’. Lo mejor es leerla de una manera reposada como se lee algo que le atañe a uno mismo y que la lectura vaya interesando nuestro interés en un tema que afecta a toda la humanidad. De hecho va dirigida a todos cuantos quieran leerla, no sólo a los católicos; y no son de difícil comprensión los seis capítulos del documento. Aquí yo sólo haré algún comentario que, espero, refleje mi impresión de la lectura de este texto, que sin duda ha sido muy rápida y contrarreloj.
El inicio de la carta del Papa Francisco es muy bello: «Alabado seas, mi Señor» (…). En este hermoso cántico nos recordaba que nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos (…). Esta hermana clama por el daño que le provocamos a causa del uso irresponsable y del abuso de los bienes que Dios ha puesto en ella. Es un buen comienzo, muy significativo para abordar un tema urgentísimo: el cuidado de lo creado, de nuestra tierra, porque además los daños causados significan muchas cosas: no cuidar de los más pobres y descartados, vivir de modo egoísta en un consumismo que lleva al drama, y, por supuesto, a cometer injusticia, que es pecado sobre todo de los que tienen el poder en este mundo, al poner en serio peligro no el futuro no lejano de esta tierra, sino el muy cercano.
Me ha gustado sobremanera cómo el Papa ha considerado lo creado acercándose a la Escritura de modo muy ágil, apuntando a una exégesis muy acertada y muy común en los exegetas: todo lo que nos rodea, la naturaleza, es también voz de Dios, desvelamiento de su existencia y de su amor a todo y a todos; es revelación de Dios, como lo son, claro está, sus palabras dirigidas a su Pueblo, que en su propia historia escucha el designio salvífico del Padre. Incluso nos invita a contemplar «la mirada de Jesús» (n. 96-100) y reconocer la relación paterna que Dios tiene con todas sus criaturas, porque Él vivía en armonía plena con la creación. Y es que la creación de Dios está en el centro de la fe.
Es verdad también otro apunte más sobre esta excepcional encíclica. El Papa, al reflexionar sobre los problemas que una mala ecología inciden sobre el medio ambiente, ha logrado por un lado invitar a todos a ponernos a trabajar y no sólo a los especialistas o los ecologistas de corto alcance, sin visión global. Con lo cual lejos de cualquier ideología, coloca el cuidado de nuestra casa común en el ámbito de la Doctrina Social de la Iglesia. Así nos decía a los obispos, cuando nos llegó la Encíclica: «En el vínculo de la unidad, de la caridad y de la paz (LG 22) en el que vivimos como obispos, te envío mi carta Laudato Si’ sobre el cuidado de nuestra casa común, acompañada por mi bendición». Genial.
Queridos hermanos: de veras que merece la pena que leamos este texto del Papa Francisco, y que lo hagamos despacio de modo que veamos cuál es nuestra salud ecológica, por si necesitamos «convertirnos» de una actitud y de una manera de utilizar mal lo que la tierra nos proporciona gratis. Me preocupa mucho la educación en las nuevas generaciones de unos hábitos que no sean consumistas a ultranza, como si fuéramos los dueños absolutos de la Creación y no quienes, habiendo recibido de Dios cuanto existe, cuidemos de la tierra como buenos administradores, que piensan en todos, no en unos pocos privilegiados.