¡Qué sería de nosotros, cinéfilos empedernidos, sin una ración siempre fresca de espías que echarse a la pantalla! Las series de ficción se han subido con pasión al viejo carro y, a día de hoy, apuestan, sin rubor por una fórmula bastante segura. Con la trompetería y los medios de los que suele hacer gala, Netflix nos ofrece Treasure (Traición), un pasatiempo ligero que promete mucho más de lo que da, pero que gustará a los amantes del género que no quieran complicarse mucho la vida —más de lo que el mejorable guion ya se la complica—. Son apenas cinco episodios, de unos 45 minutos cada uno. Fast food de intrigas, con la siempre notable factura británica que, si bien no aprovecha demasiado, al menos no se indigesta.
Mucho mejor, pero mucho, es Slow Horses, que puede degustarse en Apple TV+ y que merece la pena por muchas cosas, pero habría que verla, como siempre que se pueda, en versión original, aunque solo fuera por la magistral interpretación de Gary Oldman. Por si fuera poco, mantiene un gran duelo interpretativo con Jack Lowen, que da vida al personaje de River Cartwright. La historia es, en realidad, la adaptación de la novela del mismo nombre, escrita por Mick Herron. Un drama policial en toda regla en el que se va desgranando una sucesión de lucha de poderes, con los suficientes matices para no caer en el trazo grueso ni en subtramas prescindibles. El protagonista, un miembro del servicio secreto de la inteligencia británica, va a cometer un error que pondrá en jaque a mucha gente, empezando por él mismo. Y hasta ahí puedo leer —qué viejuno y qué actual suena esto tan inmortal y tan televisivo—. Hasta ahí pueden leer, pero deberían ver hasta el final sus seis capítulos. Una joya, una serie mayúscula de espías que vale por más de dos de esas que habitualmente se nos cuelan en las recomendaciones de las plataformas y asaltan nuestro menú del día.