Sin miedo a Kandinsky
Tienes un respeto poco fundado a Kandinsky y lo sabes; llámalo miedo, porque no le pillas y crees que te toma el pelo. Con la abstracción te nace súbitamente una línea de sospecha: si no ves en el lienzo a un perro bien definido con sus patazas y bigotes, te aburres y te vas. Tienes hasta el 28 de este mes para quitarte ese miedo de los ojos, porque la retrospectiva del pintor en el CentroCentro, Palacio de Cibeles de Madrid, es apasionante. Por lo menos dale una oportunidad al artista que escribió De lo espiritual en el arte, al hombre que hizo de la pintura un rastro del alma.
Pobre Kandinsky, un itinerario personal tan espiritual y a los cincuenta años le cae encima el materialismo filosófico, la burocracia y el horror de la Revolución rusa. En aquellos años tuvo que desarrollar un trabajo administrativo para el Comisariado del Pueblo, pobre, él que era un pájaro tan libre.
Las audioguías me parece que están sobrevaloradas, les pasa lo que a los libros de autoayuda, que tienen éxito porque se sirven del déficit de reflexión del hombre contemporáneo. Normalmente estos artefactos contribuyen al encefalograma plano, predisponen la mirada o simplemente sustituyen al espectador por un trabajo precocinado. Pero en el caso de la exposición que cuento, la audioguía es un complemento imprescindible. Su rutina no explica el cuadro, sino los alrededores de la obra, la vida del autor, etcétera, y así se vuelve apasionante seguir el proceso, porque no solo es hermoso el resultado final de un artista, sino los itinerarios, los meandros de su ruta y las sucesivas etapas de creación.
Le preocupaba mucho a Kandinsky el daño que podía hacer el materialismo en todas sus facetas, intuía que sin reflexión poética sobre la existencia y sin olfato sensible, no se da el desarrollo espiritual, el hombre olvida que peregrina y se frena.
Escribía el artista en 1910: «La pesadilla de las ideas materialistas convierten la vida en un mal juego sin sentido». Vasili Kandinsky reía en la síntesis de las bellas artes, en el parentesco profundo que hay entre ellas y en una educación de la juventud en un sentido sintético de la existencia. Buscaba lo sagrado, para él todo anda en relación y en todo fluye una melodía común.
Escribió en 1935: «Cuando un hombre humilde dice “no entiendo de este arte pero me siento como en una iglesia”, demuestra que aún no tiene la cabeza trastornada».