Simposio sobre la santidad seglar en Roma: «Los laicos pueden (y deben) ser santos»
«Las parroquias están llenas de santos: los santos que cantan en el coro, los santos catequistas, los santos que limpian el templo…»: con esta idea se despidieron los participantes en el simposio Pedagogía de la santidad. Un desafío universal para los fieles laicos, organizado la semana pasada por Acción Católica en Roma. «La santidad no es solo algo reservado a los sacerdotes o las religiosas», explica Fran Ramírez, uno de los españoles participantes en el encuentro
«Estamos rodeados de santos. Las parroquias están llenas de santos: los santos que cantan en el coro, los santos catequistas, los santos que limpian el templo», cuenta Fran Ramírez Mora, responsable general de Jóvenes en la Comisión Permanente de Acción Católica, que acaba de participar en Roma en el simposio Pedagogía de la santidad. Un desafío universal para los fieles laicos, organizado por la Escuela de Santidad de la Fundación de la Acción Católica Pío XI.
Estos santos «no serán recordados por las generaciones futuras porque no tienen el amparo institucional necesario para promover una causa de canonización», pero «estamos rodeados de gente que son un ejemplo absoluto para nuestra vida. Son laicos que nos ayudan a ser santos y nos empujan a difundir la santidad a los que tenemos alrededor», continúa.
El simposio convocó en Roma a representantes de trece países: desde Albania hasta Argentina, y desde Burundi a Myanmar, pasando por Perú, Senegal o Eslovaquia, todo para dar fuerza a «la existencia de los santos seglares, los santos de la puerta de al lado, que existen aunque tengan menos fuerza para posicionar su vida y sus virtudes como modelo para otros. Se trata de acercar al laico la idea de que puede llegar a ser santo, porque la santidad no es algo solo reservado a los sacerdotes o las religiosas», explica Ramírez.
«Todos tenemos que aspirar a ser santos. Todos debemos optar por la serenidad, la felicidad y la que da el responder a la voluntad de Dios», continúa el joven, quien menciona la intervención del cardenal Parolin en el simposio, cuando defendió «la necesidad de que los laicos acerquen la santidad a otros laicos, santidad que no consiste en otra cosa que ser felices amando a Dios y a todos los que tenemos alrededor, de una manera natural».
El gota a gota de la parroquia
El responsable de jóvenes de Acción Católica en España participó en el congreso hablando de cómo puede un joven llegar a ser santo: «Ser santo es ser amigo de Dios, y lo más importante para vivir esa amistad es tener una comunidad de vida, vivir tu fe en una parroquia, vivir la oración y ser enviado en la parroquia. En la pastoral juvenil son muy importantes los eventos como las convivencias, los congresos o las peregrinaciones, pero no hay nada mejor que ir a la parroquia cada semana, para descansar, rezar y compartir la vida juntos, y lanzarnos juntos a la misión cada uno en su espacio. Es lo que yo llamo el gota a gota de la parroquia. Eso forma el corazón poco a poco para estar en sintonía con Jesucristo y dejar que Él transforme tu vida».
A la hora de abordar la pastoral juvenil, Ramírez explica que los jóvenes son «muchísimo más permeables a la hora de recibir el Evangelio. Son más transparentes, porque son un cristal limpio por el que pasa la luz, un cristal menos ensuciado y menos borroso. Si logras trasmitirles a Cristo en esa etapa, ese mensaje estará más arraigado, porque les llena y les da el sentido de la vida».
Para Fran, la pastoral juvenil en la Iglesia «no es cuestión de método o de estrategia, sino de fe. Es necesario que te creas lo que quieres trasmitir», pero para ayudar propone tres claves de actuación: «Hay que preparar las cosas bien, no vale ofrecer cualquier cosa a los jóvenes. Lo que organices tiene que transmitir amor». En segundo lugar, «el mensaje no puede ser algo taxativo o anquilosado, ni rígido. Tienes que sonreír, que tu propuesta sea alegre. El Evangelio es alegre y feliz». Y tercero, «tienes que querer a los jóvenes, y que ellos lo noten. Estamos en una época muy afectiva y los jóvenes necesitan palpar el amor, el afecto y la cercanía. Tienes que decirles que Dios les quiere, pero transmitírselo con tu actitud y tus palabras».