«Siempre existe el riesgo de que las minas exploten de manera inesperada»
Camboya alberga una conferencia contra las minas antipersona apoyada por el Vaticano. «Siguen causando sufrimiento», condena el Papa
«El mercado sigue abierto y cualquier Estado que quiera adoptar estas armas insidiosas puede hacerlo comprándolas directamente a los productores». Con estas palabras Fabrizio Battistelli, presidente de Archivio Disarmo —una entidad italiana por la erradicación de las minas antipersonas— denunció el pasado martes en Camboya el uso de estos explosivos durante una Conferencia de Revisión del Tratado de Ottawa, que los prohibió en 1997. El acto está apoyado por el Papa Francisco y se prolongará hasta este viernes 29 de noviembre.
Según Battistelli, movilizar acuerdos internacionales efectivos es un verdadero desafío. A pesar de que 133 Estados firmaron el acuerdo de 1997, «hay al menos 15 productores de minas antipersona en el mundo que no han firmado el tratado, al igual que las superpotencias». Además, «los grandes países productores siguen produciendo al mismo ritmo que antes».
Esta resistencia para sumarse a los compromisos internacionales, opinó, prolonga las tensiones entre países y deja un rastro de devastación ambiental y humana. Battistelli ha definido al Santo Padre como «una de las últimas y únicas voces que pueden hablar y al menos ser escuchadas» sobre este tema. Una de las complicaciones derivadas del uso de minas antipersona es que «estos sistemas permanecen activos con el tiempo». «Aunque en algunos casos estén programados para volverse inactivos, siempre existe el riesgo de que exploten de formas y en tiempos diferentes a los esperados», matizó el presidente de Archivio Disarmo.
«Los conflictos son un fracaso de la humanidad para vivir como una sola familia humana», condena el Papa en una carta enviada a través del cardenal Pietro Parolin a la Conferencia sobre la Prohibición de Minas Antipersona que se celebra en Camboya. En su mensaje, Francisco denuncia que estas armas «siguen causando terribles sufrimientos a los civiles, especialmente a los niños».
En su misiva, el Santo Padre llama a los Estados que aún no lo hayan hecho a «cumplir sus compromisos con renovada urgencia y perseverancia» y suscribirse al Tratado de Ottawa, que prohíbe el uso de estos explosivos. Un documento que define como «un ejemplo concreto de cómo el multilateralismo puede ser exitoso» al basarse en la «centralidad de la persona humana y la responsabilidad compartida».
Finalmente, Francisco da las gracias a quienes trabajan en el desarme de las minas y asisten a las víctimas. «La Iglesia católica sigue decididamente comprometida a ayudar a las víctimas y a contribuir a la paz mundial», promete al concluir su mensaje.