Si los ribereños no pueden ir al hospital... el hospital irá a ellos
Desde que el barco-hospital Papa Francisco comenzó su labor hace un año, ha atendido a 46.523 pacientes que viven en un millar de pequeñas comunidades a orillas del Amazonas. La pandemia lo detuvo unas semanas, pero solo para rearmarse y poder luchar de forma segura contra el coronavirus, que sigue haciendo estragos en la zona
Solucionar una hernia inguinal es una de las operaciones más frecuentes en el mundo desarrollado. Para Valdeci Bentes, sin embargo, no era tan sencillo. Ella vive en Januária, una pequeña comunidad a orillas del Amazonas, en el municipio de Óbidos (Estado de Pará, Brasil). Se dedica, como la mayoría de sus vecinos, a la pesca y a la granja familiar. La hernia, causada por el esfuerzo de estas labores, la obligó a dejar de trabajar y con frecuencia la hacía llorar de dolor. También de desesperación. Encontrar una solución médica en su zona, que «carece de todo» y donde «la mayor carencia es la sanidad», era tan probable como «que me tocase la lotería».
Recuperó la esperanza cuando el barco-hospital Papa Francisco visitó su zona. Este centro médico flotante de la Fraternidad San Francisco de Asís en la Providencia de Dios, acaba de cumplir un año desde que empezó a atender a pacientes. Aunque hasta septiembre no levó anclas en su primera expedición.
La primera vez que tocó tierra en la comunidad de Bentes, la mujer le contó su caso a fray Joel Jousa. Es el responsable del navío, y un religioso «con un corazón tan grande como el río Amazonas», comparte ella en un testimonio recogido por la orden. El fraile se encargó de organizarlo todo, y el 4 de marzo ella pasó por quirófano en ese barco «maravilloso, todo moderno y seguro». Ahora se encuentra estupendamente, y ha podido volver a trabajar, junto a su marido, para sustentar a la familia.
Las hernias son, junto con los problemas dentales y los oftalmológicos, uno de los motivos de intervención más frecuentes a bordo del Papa Francisco, explica fray Jousa a Alfa y Omega. O lo eran antes de la llegada del COVID-19. La pandemia, que ya ha alcanzado los 609.121 casos confirmados y 17.869 fallecidos (al cierre de esta edición) en la Amazonía, también se ha notado en esta zona. «En junio fue la segunda región del Estado de Pará con mayor número de casos», sobre todo por el movimiento entre Belém, la capital, y Santarém, explica el religioso. Afortunadamente, los positivos y los fallecidos parecen estar bajando.
La operación de Valdeci fue una de las últimas antes de que fray Jousa tomara la difícil decisión de quedarse en puerto. Parte de los 30 tripulantes son médicos voluntarios, sobre todo de la gran ciudad de São Paulo. Llevarlos a las comunidades amazónicas suponía un gran riesgo de contagio. Para retomar las expediciones de forma segura contrataron cuatro médicos que estuvieran en el barco de forma permanente. Así, el 12 de mayo partieron de nuevo. Desde entonces, han atendido a 7.000 personas en cuatro salidas.
Además de atender las enfermedades habituales, hacen labores de prevención y sensibilización y realizan pruebas rápidas a todas las personas que presentan síntomas compatibles con el coronavirus. También distribuyen alimentos y otros productos básicos para paliar los efectos de la enfermedad y el confinamiento en la economía de las familias de la zona.
El Papa, el barco y el niño
Los hermanos de San Francisco de Asís en la Providencia de Dios, congregación autóctona de Brasil dedicada a la caridad, llegaron al Amazonas después de que el Papa les invitara a ello durante la JMJ de Río de Janeiro. Se hicieron cargo de dos hospitales en Pará: uno en Óbidos y otro en Juruti. Pero pronto comprobaron las dificultades que tenía para llegar a ellos la población de las localidades fluviales. «Dependiendo de dónde estén, se tardan diez o doce horas», explica el fraile. Por eso, «decidimos ir nosotros hasta ellos con el hospital».
En coordinación con las autoridades sanitarias de los doce municipios de la zona, diseñan el calendario y recorrido de las dos expediciones de una semana cada mes. Tienen también dos ambulancias, una para visitar los pueblos y seleccionar los casos antes, y otra que se queda en la retaguardia para atender emergencias.
El barco, bautizado como el Papa que lo inspiró, ya ha dado también nombre a un niño. Se trata de Adriano Francisco, el primer nacido a bordo. Venía de nalgas y hubo que hacer cesárea, narra fray Jousa. «Si el barco no hubiera estado en ese momento en su comunidad, la madre y el bebé podrían haber fallecido».