Si el cristiano es auténtico, siempre sufrirá persecución
Los mártires de la persecución religiosa de los años 30 en España han dejado en nuestro país algo más que un ejemplo moral. Al ofrecer su sangre, han derramado el Evangelio, la certeza de que la compañía de Cristo cambia la vida. En vísperas del día de su memoria litúrgica —aunque, este año, no se celebra, al caer en domingo—, ofrecemos esta entrevista con el sacerdote don Jorge López Teulón, gran conocedor y divulgador de estos años de la historia de la Iglesia en España
¿Cuál es el sentido del martirio en el plan de Dios?
Subraya santo Tomás de Aquino que la palabra griega martyr significa testigo. En el martirio se da testimonio de la fe en Cristo, según las palabras de los Hechos de los Apóstoles: «Seréis mis testigos en Jerusalén». El Beato Juan Pablo II, que trata con cierta amplitud el tema del martirio en la encíclica Veritatis splendor, afirma que todo cristiano está gravemente obligado a guardar fidelidad a Cristo cuando se ve en la prueba extrema del martirio. Y no se refiere el Papa sólo al martirio de muerte, sino también a la fidelidad heroica que tantas veces es necesaria en este mundo actual para permanecer en Cristo y en su Iglesia: «Si el martirio es el testimonio culminante de la verdad moral, al que relativamente pocos son llamados, existe no obstante un testimonio de coherencia que todos los cristianos deben estar dispuestos a dar cada día, incluso a costa de sufrimientos y de grandes sacrificios. En efecto, ante las múltiples dificultades que, incluso en las circunstancias ordinarias, puede exigir la fidelidad en el orden moral, el cristiano, implorando con su oración la gracia de Dios, está llamado a una entrega a veces heroica».
¿Es inevitable la existencia de mártires en la Iglesia?
Está en la Revelación: «Recordad lo que os dije: No es el siervo más que su amo. Si a mí me persiguieron, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15, 20). El padre Manuel Iglesias nos recuerda que la traducción correcta del padrenuestro en Mateo 6, 13 es: Y no nos metas en tentación, antes bien, líbranos del Malo. En esta última petición del padrenuestro, el mal no es una abstracción, sino que designa a un ser personal bien concreto: Satanás, el Maligno, el ángel que se opone a Dios. Se pide que nos veamos libres de la auténtica tentación, la que procede del Malo: la tentación de rechazar a Jesucristo, la incredulidad en Él, la apostasía final.
¿Por qué el testimonio cristiano pasa por la persecución?
Nada hay más identitario ni más constante en la vida de la Iglesia que el testimonio de los mártires, en todos y cada uno de los momentos de su historia. También en el evangelio de San Lucas podemos leer: «Os echarán mano y os perseguirán para entregaros a las sinagogas y cárceles; llevados ante reyes y gobernadores por causa de mi nombre». Y concluye el pasaje: «Os servirá de ocasión para dar testimonio» (21, 12-13). Cuando el cristiano es auténtico, siempre alguien le perseguirá…
¿Por qué la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos, especialmente en España?
Las palabras de Tertuliano en su Apologética toman cuerpo en la Historia. Sin embargo, Benedicto XVI, en la catequesis del 30 mayo 2007, recordaba que Tertuliano «se convirtió al cristianismo atraído, parece ser, por el ejemplo de los mártires; pero una búsqueda demasiado individual de la verdad, junto con la intransigencia de su carácter, le llevaron gradualmente a dejar la comunión con la Iglesia». Lo mismo que le sucedió a él, nos puede suceder a nosotros.
Hoy, 75 años después de los más de 10.000 mártires en la persecución religiosa de los años 30 en España, una vez más, la palabra clave es fidelidad. No sólo es la sangre derramada, no sólo es el testimonio puntual. Su sangre clama para que seamos testigos hoy. Su testimonio, entregando la vida por Cristo, sigue actualizando la verdadera entrega que, como cristianos, tenemos que intentar cada uno de nosotros como verdadera meta.
¿Hay una intervención satánica en el ensañamiento que sufrieron muchos mártires españoles de los años 30?
La primera voz autorizada sobre la persecución fue la de Pío XI, en una audiencia a 500 españoles refugiados en Italia que acudieron a ella presididos por cuatro obispos, el 14 de septiembre de 1936. En ella, el Papa habló de «verdaderos martirios en todo el sagrado y glorioso sentido de la palabra»; y denunciaba la persecución religiosa movida «por un verdadero y satánico odio contra Dios, la reiterada manifestación y confesión de odio especial contra la religión y contra la Iglesia católica en los luctuosos acontecimientos de España». Y añadía: «Diríase que una satánica preparación ha vuelto a encender más viva aún, en la vecina España, aquella llama de odio y de ferocísima persecución manifiestamente reservada a la Iglesia y a la religión católica». No era una guerra, era una persecución en la retaguardia de la zona republicana. Siempre Satanás estará al acecho, aunque se camufle en las siglas de partidos políticos o de federaciones que, a día de hoy, con otro disfraz siguen actuando. Es la Historia. Es su historia.
¿No sería más efectivo, estratégicamente, renunciar al testimonio y ahorrarse la muerte, para luego seguir evangelizando?
Afirma san Juan Crisóstomo: «Basta un hombre lleno de celo para transformar a un pueblo». No se puede renunciar al testimonio. Dice el evangelio según san Mateo: «No penséis que vine a traer paz a la tierra; no vine a traer paz, sino espada: he venido a enemistar al hombre contra su padre, a la hija contra su madre, a la nuera contra su suegra; de modo que los enemigos serán los de su casa…; y el que no coge su cruz y sigue detrás de mí no es digno de mí. El que encuentre su vida, la perderá; pero el que pierde su vida por mí, la encontrará» (10, 34-39). Jesús no predica una guerra santa, pero coloca a sus oyentes en estado de guerra; ante Él hay que decidirse, a favor o en contra, sin posibilidad de mantenerse neutrales. Ahora bien, esa decisión provocará divisiones, aun en el seno de la familia, o del propio grupo social.
Cuando llega el martirio, se evangeliza derramando la sangre: es la vida de nuestros mártires. Y mientras llega o no, debemos evangelizar dando la vida en cada cosa, cada día.
San Pablo dice que nuestro enemigo no es la carne ni la sangre, sino los espíritus del mal. ¿Cuál es la actitud más verdadera hacia los victimarios?
La que tienen los mártires: el perdón. Las palabras pronunciadas por Benedicto XVI, el día 28 de octubre de 2007, después de rezar el ángelus, son una preciosa exhortación para el presente y el futuro: «Los mártires, con sus palabras y gestos de perdón hacia sus perseguidores, nos impulsan a trabajar incansablemente por la misericordia, la reconciliación y la convivencia pacífica».
«El mártir testimonia con su vida que Cristo ha resucitado. Convencido de que Cristo es la clave de la existencia de todo hombre y que sin Él no puede vivir, desea seguir a Cristo siempre y en toda circunstancia, también cuando sufre persecución. Como san Pablo, todo lo juzga basura comparado con el conocimiento de Cristo»: así se expresa don Andrés Sáez, profesor en la Facultad de Literatura cristiana y clásica San Justino, de la Universidad Eclesiástica San Dámaso, de Madrid. Añade que el martirio es asimismo fuente de evangelización, ya que «la vida cristiana, cuando es verdadera, hace siempre brotar nueva vida cristiana. El mártir manifiesta una forma de vivir tan plena y llena de Cristo que transmite el Evangelio por contagio. De este modo, el mártir ejerce una paternidad espiritual que engendra nuevos cristianos».
El 6 de noviembre de 1936, hostigado por el avance nacional, el Gobierno de la República se traslada a Valencia. En las cárceles hay 8.000 presos. ¿Qué hacer con ellos? Las fosas comunes de Torrejón, Paracuellos y otros lugares de Madrid conocen bien la respuesta. Allí murieron muchos de ellos, una buena parte de ellos mártires por su fe, y esa historia la ha contado don Ricardo de la Cierva en numerosos libros; el último de ellos, Los mártires de Paracuellos (editorial Fénix).
Las sacas comenzaron el 7 de noviembre por la mañana. Los presos estaban confinados en prisiones repartidas por todo Madrid. De la cárcel Modelo salen tres sacas con dirección a Paracuellos. Fueron sacados en autobuses; les dijeron que iban a ser trasladados a Valencia, pero a algunos los bajaron para matarlos en Torrejón, y a la mayoría en Paracuellos. Los bajaron de diez en diez y atados por parejas. Los colocaban enfrente de unas fosas ya excavadas, y junto a ellas los fusilaron para que cayeran en ellas. La escena nos es familiar, porque la hemos visto en la película Katyn, que narra una masacre similar en los bosques de Polonia a cargo del ejército comunista soviético.
El diplomático Félix Schlayer fue el primero que descubrió, a la semana siguiente, las fosas comunes de Torrejón y Paracuellos. En el primero de esos lugares, encuentra «una zanja que iba del castillo al río; allí empezaba un montón de dos metros de tierra recientemente removida. Reinaba un fuerte olor a putrefacción. En un lugar asomaban botas. No se había echado sobre los cadáveres más que una fina capa de tierra». En Paracuellos descubre dos montones de tierra paralelos, cada uno de doscientos metros de largo. Al final de la guerra serían seis las zanjas descubiertas sólo en este último lugar. En aquellas fosas fueron asesinados, sólo ese día, 2.500 personas. Y un número similar fue asesinado allí en las semanas posteriores.
El epílogo del libro de don Ricardo de la Cierva lo firma Mercedes de la Cierva, nieta de Ricardo de la Cierva, padre del autor del libro y mártir en Paracuellos. Termina así: «He vuelto a Paracuellos. Es un lugar que, a pesar de todo, otorga paz al visitante. Un enclave ideal para recapacitar, orar y perdonar».