Shakespeare no estuvo al día
No es solo que Shakespeare haya sobrevivido a la prueba del tiempo. Sus obras, la verdad y moralidad que contienen, están más allá del tiempo. El Bardo de Avon sirvió al Espíritu Santo, no al zeitgeist, el espíritu del tiempo
Resulta particularmente apropiado que el poeta más grande de Inglaterra, William Shakespeare, naciera y –lo crean o no– también muriera en el día del patrono del país, san Jorge. Se puede decir que Shakespeare, Homero y Dante son los tres mejores escritores de todos los tiempos. Del primero, sabemos muy poco. Tan grande es el abismo que lo separa de nosotros que es casi invisible. Lo poco que sabemos de él son deducciones a partir de alusiones y pistas vagas en su obra.
Mucho más se sabe de Dante, un fervoroso católico y discípulo de la escolástica de santo Tomás de Aquino, que vivió gran parte de su vida como exiliado político de su amada Florencia. Quizá el hecho de que esté un milenio más cerca de nosotros que Homero podría explicar este mayor conocimiento. Pero, si es así, ¿por qué sigue habiendo tanto misterio en torno a la aparentemente esquiva figura de William Shakespeare, que vivió tres siglos después?
Un poeta papista
Una parte importante del misterio que rodea a Shakespeare está ligado a que vivió en una época en la cual un amplio sector de la población estaba proscrito. En la Inglaterra isabelina y jacobina practicar o propagar la religión católica era un crimen, que en el caso de los sacerdotes estaba castigado con la muerte. Por esta razón, el mejor poeta de Inglaterra sigue siendo en gran medida desconocido. Es desconocido, en primer lugar, porque trató de que las autoridades ignoraran, dentro de lo posible, su vida religiosa. También es desconocido porque las generaciones posteriores erigieron un mito a imagen y semejanza de la nación, ignorando o sofocando el desleal papismo del Bardo de Avon a favor de una iconografía patriótica nacionalmente aceptable.
Las abrumadoras pruebas a favor del catolicismo de Shakespeare están enraizadas en hechos sólidos que se pueden encontrar en los documentos: su propio testamento y el testamento espiritual de su padre; la persecución a sus familiares y amigos por practicar su fe; los juicios en los que se vio envuelto; y propiedades que compró. Todo esto pinta una retrato de su vida que apunta a sus simpatías papistas.
También en sus obras se pueden espigar indicios de su catolicismo. Estos incluyen alusiones compasivas y apenas veladas, sobre todo en El rey Lear, al poeta y mártir católico san Robert Southwell, a quien Shakespeare conoció. También multitud de conexiones alegóricas a la agitación religiosa y política de su tiempo. En su nivel más profundo de significado, la obra de Shakespeare se puede ver como un combate dialéctico entre las fuerzas contrarias de la ortodoxia cristiana y del fundamentalismo secular, con las simpatías del Bardo claramente en el primer bando.
William Shakespeare fue un coloso de la cultura. Ben Johnson, poeta y dramaturgo inglés contemporáneo suyo, dijo de él que pertenecía «no a una época, sino a todos los tiempos». La razón de esto es que escribe con una belleza sin par sobre las cosas que unen a la humanidad a través de las épocas y las culturas. Escribe de esas cosas esencialmente humanas, que son parte de nuestro mismo ser, de las virtudes, las verdades, los vicios y las vanidades intemporales; y lo hace desde la perspectiva de la ortodoxia cristiana.
La inspiración de la Musa
Hay, sin embargo, otro sentido más profundo detrás de las palabras de Ben Johnson. No es simplemente que Shakespeare haya sobrevivido a la prueba del tiempo; es que sus obras, y la verdad y moralidad que contienen, trascienden el tiempo. No son simplemente obras que perduran en el tiempo; son obras que están más allá del tiempo. Tienen su inspiración en verdades eternas y apuntan a esas mismas verdades. Estas verdades no cambian con el tiempo, ni las cambia el tiempo. Simplemente, son.
Quizá la mejor forma de ilustrar esta dimensión trascendente de Shakespeare es comparar el Heilige Geist con el zeitgeist, el Espíritu Santo con el espíritu del tiempo. El Espíritu Santo no cambia de una generación a la siguiente. Simplemente es. El espíritu del tiempo, por el contrario, está siempre cambiando. Está sujeto al tiempo y es cambiado por él. Alguien que sirve al zeitgeist se preocupa principalmente por estar al día. El problema es que los que están al día se quedan muy pronto anticuados.
La razón de que Shakespeare no sea de una época sino de todos los tiempos es que sirve al Heilige Geist y no al zeitgeist. Las verdades que inspiraron su Musa, y las verdades que emergen en el fruto de su Musa –sus obras y poemas– son las verdades del Espíritu Santo, las verdades de la Trinidad, de Cristo, y de la Iglesia católica, que es su cuerpo místico. Dichas verdades no soportan simplemente la prueba del tiempo; son las verdades mismas por las que el mismo tiempo es examinado.