Sergio Ramírez: «Daniel Ortega va a ganar el número de votos que él decida»
El escritor nicaragüense y Premio Cervantes, que gobernó con Ortega en los años 80, ha tenido que exiliarse al ser acusado de terrorismo
Sergio Ramírez dirigió Nicaragua en 1985 junto a Daniel Ortega. Tras el triunfo de la revolución sandinista que derrocó al dictador Anastasio Somoza, fueron vicepresidente y presidente, respectivamente. Ahora Ortega quiere encarcelar a Ramírez, entre otras cosas por la publicación de Tongolele no sabía bailar (Alfaguara), una novela ambientada en el estallido social que vive el país desde abril de 2018 y que ha sido cruentamente reprimido por el Gobierno del país.
¿La censura del Gobierno de Nicaragua a su novela es la mejor campaña publicitaria posible?
Bueno, sí. La prohibición del libro, el hecho de que no lo hayan dejado leer en el país, suscitó un gran interés. Sé que han entrado algunos ejemplares impresos de contrabando, pero la inmensa mayoría lo ha leído en copias de PDF. Más allá de lo que estipula mi contrato de derechos de autor, eso no me preocupa. Yo veo esta lectura como un acto de resistencia contra la prohibición y, en general, contra el clima que se vive en el país. No solo mi libro está prohibido, sino que a esto le sigue una férrea censura contra los medios de comunicación, cuyos trabajadores han sido obligados a irse al exilio.
La situación afecta incluso a las ONG.
Sí, porque les han cancelado la personalidad jurídica, les han cerrado las cuentas… Se les hace difícil, sino imposible, recibir recursos del exterior.
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos hablaba hace una semana de crímenes de lesa humanidad. ¿Cuál es la situación actual?
Es terrorífica. Ahora, por ejemplo, hay 153 presos políticos, muchos de ellos encarcelados sin ninguna garantía de un proceso legal justo. Las autoridades judiciales dependen políticamente de la voluntad del régimen y de la familia presidencial. Es un país sometido totalmente al silencio, al terror y sin ninguna independencia de poderes. Todo está bajo una sola mano y un solo puño. Dudar de llamar dictadura a Nicaragua sería también dudar de la verdadera realidad del país.
Esta campaña publicitaria le ha costado el exilio.
Decidí escoger el exilio antes que la cárcel porque no hay un decreto exiliándome del país, sino un decreto de prisión por una serie de delitos que van desde terrorismo, atentado contra la soberanía nacional o lavado de dinero. Son los mismos delitos por los que se ha acusado a los prisioneros políticos que ahora se encuentran en la cárcel.
Si las elecciones son una pantomima, ¿qué más se puede hacer frente al régimen dictatorial de Ortega?
La resistencia es la única manera. Se ha impuesto una gran losa de silencio y de miedo sobre la población, pero no durará siempre. Lo importante es que mientras llega el momento, la gente vuelva a salir a las calles a protestar. Y eso va a ocurrir sin duda. No sé cuándo, pero va a ocurrir. Mientras tanto la comunidad internacional debe mantener una actitud firme de rechazo a este fraude electoral y el no reconocimiento del Gobierno que salga de este fraude electoral.
¿Cómo ve la actuación de España? Aquí le han recibido hasta el presidente del Gobierno y se han emitido varios comunicados de rechazo muy contundentes ante lo que está ocurriendo.
Sí, he tenido unas cuantas conversaciones políticas. Estuve reunido con el presidente Pedro Sánchez, con el secretario general del Partido Popular, Pablo Casado, y también me he visto con los ministros de Interior, Cultura… Veo que aquí existe una preocupación generalizada por el caso de Nicaragua, hay muy buena información al respecto y diría también que hay una posición firme en contra de lo que está ocurriendo en el país.
¿Espera alguna actuación más por parte de España de cara a las elecciones del domingo?
Hasta ahora España ha tenido una posición muy clara de no reconocimiento del resultado de estas elecciones por ilegítimas. Lo mismo ha hecho el señor Josep Borrell como ministro de Exteriores de la Unión Europea. Espero que esa posición se mantenga y que España pueda liderar –ya que España es el puente entre América Latina y la Unión Europea– esta posición de no reconocimiento a los resultados supuestamente electorales.
Muchos de ellos solo han cometido el delito de presentarse a las elecciones de este domingo. ¿Se pueden llamar elecciones a lo que está programado el 7 de noviembre?
El escenario de las elecciones ya es un asunto cantado. Son unas elecciones que son un mero trámite burocrático, fraudulento, donde Daniel Ortega va a ganar el número de votos que él decida. Los candidatos que están compitiendo contra él son candidatos inventados por el mismo régimen. Una encuesta de Cid Gallup que publica el periódico Confidencial establece que el 79 % de la población nicaragüense no cree en la legitimidad de las elecciones, y solamente el 18 % iría a votar por Ortega. El resto, entonces, iría a votar por el resto de los candidatos que están en prisión. Las elecciones no tienen ninguna legitimidad interna y, por lo tanto, no deben tenerla a nivel internacional. Legitimar a Ortega a nivel internacional sí sería un pecado capital, porque condenaría al país a la prolongación indefinida de la dictadura.
La Iglesia tiene un papel destacado en la novela y en el país.
Todos los curas están clamando desde los púlpitos contra las agresiones, contra las mentiras de las elecciones. El obispo de Matagalpa, monseñor Álvarez, es de los más firmes en denunciar la oscuridad de las elecciones y le está diciendo a la gente que no tenga miedo de no ir a votar, que no se deje vencer por el miedo. La propia Conferencia Episcopal, formada por todos los obispos, se ha pronunciado en el mismo sentido.