Ser madre - Alfa y Omega

Ser madre es llorar de alegría —a veces, unilateralmente— el día que aparecen las dos anheladas rayas. Ser madre es comprar un detector de latidos y escucharlos cada mañana, soportando en ocasiones las burlas de que «eres una exagerada». Ser madre es lavar con lejía alimentaria la lechuga mientras escuchas que estás obsesionada y tú haces oídos sordos porque no entienden que lo fácil sería comerte un bocadillo de jamón, pero que hay una vida preciosa dentro de ti que merece ser cuidada por encima de los caprichos y deseos de una misma. Ser madre es dormir menos de dos horas seguidas porque tu hija se ahoga por las noches y te conviertes en la guardiana de sus sueños para que respire. Ser madre es saber que tu labor en esta vida es que esa pequeña niña se convierta en una mujer honrada, responsable, buena, llena de Dios. Ser madre es ser ese espejo en el que ella se mire, donde siempre encuentre que el amor es incondicional y que sienta que, para su madre, su felicidad está por encima de la de sí misma. Ser madre es preservarla de todo mal, aunque dicho mal proceda de quien menos se lo espera. Ser madre es sacar el arco cuando toca ser santa Juana. Ser madre es ser, como María, faro de la esperanza.