Dice el filósofo de moda, Byung-Chul Han, que nuestro tiempo nos amenaza con infartarnos el alma y con convertirnos, sin que apenas nos demos cuenta, en una suerte de consumidores consumidos. Separación, la inquietante e inteligente distopía que ha estrenado Apple TV, nos coloca ante ese espejo, que más que un futuro indeseable y lejanísimo, nos asusta con un presente en perspectiva, perfectamente reconocible. En este caso, estamos en manos de una misteriosa empresa (Lumen Industries) que obliga a sus empleados a hacerse una pequeña operación para separar radicalmente los ámbitos de vida de sus empleados, como si eso fuera posible. Dicho de otra manera, el que trabaje allí, cuando esté dentro, no recordará nada de su vida fuera de la oficina y, cuando esté fuera, exactamente al contrario: nada sabrá de su vida en el trabajo. La metáfora es tan potente y tan reconocible que no necesita demasiadas explicaciones. Los que tenemos la suerte de trabajar en una institución que coloca a la persona en el centro de sus preocupaciones y se desvive por ir conformando una verdadera comunidad, miramos este retrato negro con cierta distancia, pero, en cualquier caso, nadie que se adentre en Separación puede ser ajeno a preguntas tan decisivas como hasta qué punto nuestros trabajos nos deshumanizan, o cómo es posible vivir escindido, creyendo que la vida humana se compone de compartimentos estancos.
En la dirección, entre otros, está Ben Stiller y eso hace que un psicodrama de libro venga trufado de algunos momentos cómicos. En general, la propuesta resulta acertada, porque contribuye a que nos preguntemos de qué demonios nos estamos riendo. Puede verse en Apple TV, de momento en una sola temporada de nueve episodios. El resultado final es más que interesante, aunque siempre queda en este tipo de relatos el regusto amargo de quienes nos dicen, una y otra vez, que el futuro que nos espera es como para salir corriendo (de la oficina y lo que es peor, también de casa).