«Sentía la necesidad de agarrarme a la cruz» - Alfa y Omega

«Sentía la necesidad de agarrarme a la cruz»

Hace dieciséis años, Miguel Ángel y Rosario, naturales de Bollullos Par del Condado (Huelva), se hicieron famosos por ser los padres de un parto múltiple extraordinario: ella se quedó embarazada de nueve niños, y, tras perder a tres, dio a luz sextillizos. Ahora, Belén Raposo Clavijo, una de los seis, cuenta su experiencia de fe, tras superar un extraño cáncer linfático que le descubrieron en enero pasado

Juan Ignacio Merino
Belén, rodeada por su familia, en el hospital.

El 5 de diciembre de 1996 fue, para Miguel Ángel Raposo y Rosario Clavijo, un día histórico y milagroso: Rosario daba a luz por cesárea a 6 criaturas, 4 niños y 2 niñas. La primogénita, Miriam, pasaba de hija única a ser la mayor de 7 hermanos.

Durante los días posteriores, esta familia humilde de un pueblecito de Huelva, Bollullos Par del Condado, copaban las portadas de todos los periódicos, eran noticia en los informativos de radio y televisión. Los nuevos hijos tuvieron que permanecer en la incubadora varias semanas y ser sometidos a grandes cuidados, pero los seis salieron adelante.

Belén Raposo Clavijo, una de los sextillizos, es una niña alegre que ha recibido la fe de sus padres, al igual que el resto de sus hermanos, fe que han vivido dentro del Camino Neocatecumenal, y que durante los últimos meses ha sido probada por la enfermedad. Ahora tiene 16 años, pero en estos meses ha vuelto a experimentar lo que es vivir un milagro en sus propias carnes. En 1996, el milagro fue nacer; ahora, ha experimentado el milagro de sobreponerse a un cáncer conflictivo, y poder vivirlo con alegría y serenidad, con sufrimiento, pero desde la experiencia redentora de Cristo.

Poco después de cumplir los 16, en enero de este año, Belén comenzó a sentir un importante bulto en el vientre. Sus padres la llevaron de urgencia al hospital de su pueblo, donde rápidamente la derivaron a Huelva para someterse a múltiples pruebas. En unos días, toda su vida cambió. Le diagnosticaron un Linfoma de Burkitt, un extraño cáncer del sistema linfático.

Belén tenía claro que su único sostén y consuelo era agarrarse a la cruz de Cristo; «a medida que pasaban los días, sentía la necesidad de agarrarme a la cruz cuando me ponían el tratamiento para sentir que Dios está conmigo en este sufrimiento, y que no me deja sola», confiesa en una carta. En esos momentos difíciles, comienzan las dudas, las preguntas que parecen no tener respuesta, pero Belén, a pesar de la tribulación, ha descubierto que Dios permitía esa enfermedad para una misión: anunciar el amor de Dios a través de su enfermedad.

Desde enero hasta finales de junio, Belén se ha sometido a varios ciclos de quimioterapia; ahora parece que ha remitido el desarrollo tumoral. Han sido meses de gran sufrimiento para ella y para su familia, que siempre se han sentido acompañados por la oración de familiares, amigos, hermanos de las comunidades neocatecumenales y de su obispo, monseñor José Vilaplana, que incluso fue a visitarla al hospital.

Ahora Belén ha retomado las clases. Está ya en 1º de Bachillerato. Espera que su cáncer haya remitido definitivamente, y reza por tantos enfermos que viven con desesperación la enfermedad.

«Doy gracias a Dios por el regalo de la fe»

Quiero agradecer al Señor la historia de amor que está haciendo en mi vida. Empiezo por dar las gracias por todas las oraciones, que me están dando mucha fuerza. Tengo un linfoma de Burkitt, enfermedad difícil y dura, pero teniendo al Señor conmigo lo tengo todo.

Sólo una única vez me pregunté el porqué de mi enfermedad. Pero me doy cuenta que, desde el seno de mi madre, el Señor ya tenía una historia preparada para mí, y es ésta: luchar y combatir la enfermedad. Muchas veces pienso cómo sería llevar la enfermedad sin el Señor. Ni me lo explico. Cada día rezo por todos los enfermos de mi planta en el hospital, para que, a quienes no conocen al Señor, yo les pueda llevar una palabra de aliento. Tengo que dar las gracias a Dios por el regalo de la fe y por tener unos padres que viven su fe en el Camino Neocatecumenal. Unos padres que, con paciencia y empeño, me transmitieron la fe que ahora me está manteniendo.

A medida que pasaban los días, sentía la necesidad de agarrar la cruz cuando me ponían el tratamiento, para sentir que Dios está conmigo en este sufrimiento, que no me deja sola. En esto que me ocurre veo el amor de Dios, a través de la Iglesia, mi comunidad, mi familia y tantos hermanos que están rezando por mí. Tengo que agradecerle al Señor la visita del obispo –monseñor José Vilaplana, obispo de Huelva–. ¿Quién era yo para que viniera a visitarme? Yo sólo le cogía sus manos, las besaba y miraba la cruz que colgaba de su cuello. También quiero agradecerle al Señor el regalo de mis padres, que han estado en todo momento dándome fuerzas y anunciándome el amor de Dios.

Os pido que sigáis rezando por mí, para que no se apague la certeza de que Dios me quiere. Tengo una misión muy importante: anunciar el amor de Dios a través de mi enfermedad.

Belén Raposo Clavijo