Semana Santa 2020: «No hay cruz sin gloria»
La Semana Santa ha estado marcada por las escalofriantes cifras de fallecidos y contagiados por coronavirus. En las celebraciones a puerta cerrada, los obispos han reiterado que la muerte no tiene la última palabra y que los cristianos no deben dejarse robar la esperanza, sino transmitirla
El reloj marcaba las 12:00 horas de este Domingo de Resurrección cuando las campanas de los templos de toda España se sumaron a la bendición urbi et orbi del Papa para anunciar la victoria de Cristo sobre la muerte y ofrecer esta esperanza a quienes hoy más la necesitan, entre ellos los fallecidos y enfermos por coronavirus y sus familiares. «Cristo vive, pero no basta con decir “¡Cristo ha resucitado!”. Nos invita a que participemos de su Resurrección», proclamaba poco después el cardenal Carlos Osoro en la Eucaristía a puerta cerrada en la catedral de Santa María la Real de la Almudena.
Cuando parezca que «todo está perdido», como en este momento con «infinidad de muertes» por culpa del coronavirus, —pidió ante las cámaras de televisión— «volvamos a Cristo» para descubrir que «nos ama, nunca se cansa de perdonar, nunca se cansa de cargar nuestras vidas a sus hombros» y, de su mano, entender que «la vida se acrecienta dándola».
En la Vigilia Pascual de la noche anterior, el arzobispo de Madrid y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE) animó a «renovar la certeza profunda de que la vida prevalece sobre la nada y de que el amor puede a la violencia» y recordó que «la causa de Jesús sigue vigente». «Este tiempo que hemos comenzado es un tiempo de testigos, es un tiempo de místicos, un tiempo de hombres y mujeres que se entregan al proyecto de Jesucristo con el optimismo que viene de la Resurrección», aseveró.
En términos parecidos, el arzobispo de Barcelona y presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella, hizo pública una carta en la que subraya que «la Resurrección de Jesús es la prueba de que su vida y su entrega hasta la muerte tuvieron un sentido». «Si seguimos el camino del amor —señala— nos encontraremos, tarde o temprano, con dificultades e incluso con la muerte; pero ahora sabemos que tras ella nos espera una vida plena en Dios y con nuestros seres queridos. La Resurrección nos enseña que no hay cruz sin gloria, ni muerte sin una vida nueva».
Luz pascual
Su antecesor al frente del episcopado, el cardenal Ricardo Blázquez, mostró en un vídeo su deseo de «que la luz de Pascua llegue a iluminar nuestras calles, nuestras plazas, nuestras familias, nuestros colegios, que los niños puedan volver a jugar en los parques…» y confió en que se supere pronto la pandemia. «Gozo, esperanza, alegría, vida que bulle… Esto trae el Resucitado a nuestra vida», añadía el arzobispo de Valladolid.
Por su parte, el arzobispo de Valencia, cardenal Antonio Cañizares, incidió en que la Resurrección «es la gran esperanza para toda la humanidad, que nos hace enormemente dichosos» y alentó a que «no tengamos miedo porque la causa del hombre no solo no se ha perdido, sino que ha hallado su verdadero sentido». En la celebración de Domingo de Resurrección a puerta cerrada en la catedral de Valencia, destacó que «al hombre marcado por la cultura dominante le molestan las afirmaciones tan tajantes, hechas sin vacilación alguna», pero «los cristianos seguimos afirmando nuestra esperanza en Cristo resucitado porque es verdad: ha resucitado; somos testigos y de ello damos testimonio».
Esta idea ocupó también parte de la homilía del arzobispo de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, quien expuso que «es posible que no falten ensayistas, columnistas y creadores de opinión que nos digan que estas propuestas son antiguas, rancias, trasnochadas e incompatibles con la modernidad» o «que nos digan incluso que la Iglesia y el cristianismo son una rémora para la democracia». «No nos dejemos impresionar. El cristianismo es siempre más renovador, más moderno y progresista que las recetas casi siempre caducas de algunos políticos y de muchos de los que conforman la opinión pública. Jesús resucitado es el único futuro para el mundo […]. Él es quien da firmeza, consistencia, seguridad y sentido a nuestra vida y a la historia de la humanidad», añadió, pidiendo que «no nos cansemos de anunciarlo».
Como sintetizaba el arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, en su cuenta de Twitter, «ante el virus del COVID-19, el antivirus es la esperanza de que la enfermedad y la muerte no son lo definitivo, sino la Resurrección y la vida que nos ha traído Cristo». «Hay razones para el gozo y la alegría en medio de esta pandemia», decía en un tuit acompañado por una foto de varios sanitarios junto a un enfermo.