Seis décadas de sangre, dolor y lágrimas
60 años después del primer atentado terrorista moderno en España, las víctimas piden que cesen el relato blanqueado, la impunidad y el olvido
El 27 de junio de 1960 dio comienzo en San Sebastián un fenómeno que ha configurado la historia de nuestro país, desde la esfera política hasta la vida cotidiana de nuestras calles. Ese día, en la estación de tren de Amara, el Directorio Revolucionario Ibérico de Liberación (DRIL) hizo estallar una bomba que se llevó la vida de la niña Begoña Urroz, de 22 meses de edad. Esa fue la fecha elegida por el Congreso de los Diputados para establecer el Día de Homenaje a las Víctimas del Terrorismo, porque, desde entonces, los explosivos y las balas han matado a 1.453 personas en España a manos de los terroristas de ETA, del yihadismo y de otros grupos violentos.
Para Rogelio Alonso, director del Máster en Análisis y Prevención del Terrorismo de la Universidad Rey Juan Carlos y autor de La derrota del vencedor, el terrorismo «no es en absoluto un capítulo cerrado de nuestra historia», puesto que los muertos, los heridos y las víctimas «simplemente no caducan». «El terrorismo tiene implicaciones humanas, políticas y sociales, incluso económicas, que siguen afectando a la sociedad española en su conjunto, y a la vasca y navarra en particular», prosigue Alonso, para el que el País Vasco y Navarra son precisamente los lugares «donde el terrorismo de ETA ha alterado más el tejido político y social».
1.453 víctimas del terrorismo en España desde 1960, según el Ministerio del Interior
855 personas han sido asesinadas por la banda terrorista ETA, de acuerdo con la Fundación Víctimas del Terrorismo
288 víctimas a manos de la violencia yihadista
40 % de los atentados reivindicados por ETA no han sido juzgado todavía
En este sentido, afirma que la violencia etarra es «la que más ha atacado a nuestra Constitución», y, aunque «no ha conseguido los objetivos con los que fantaseaban» sus miembros, «desgraciadamente sí ha logrado condicionar la vida de cientos de personas, hasta el punto de influir en la democracia a través del miedo y la coacción». Así, para este experto en terrorismo en España, «el nacionalismo sigue imponiendo su hegemonía lograda en parte al rentabilizar el terrorismo sobre los no nacionalistas».
Cientos de crímenes sin juzgar
Testigo de ello es Rosario de la Torre, viuda de Luis Portero, el que fue el primer fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía, asesinado por ETA de dos tiros en la espalda el 9 de octubre del año 2000. De la Torre atestigua que «durante muchos años las víctimas de ETA hemos sido invisibles». «En especial, durante los llamados años de plomo, políticos y empresarios, e incluso muchos sacerdotes, callaban», pero lo peor es que «hoy existe una generación entera de jóvenes que no sabe nada de esto». «Es como si se hubiese querido silenciar el terrorismo, como si fuera conveniente para determinados políticos, cuando es algo que debería estudiarse en los libros de historia. Ha habido suficientes años de dolor y de lágrimas como para que todos los españoles debamos conocer lo que pasó», asevera.
Lo confirma Rogelio Alonso: «Ni la sociedad ni el Estado español han estado a la altura de las víctimas», pues el final del terrorismo de ETA «se sustenta hoy en una peligrosa impunidad política, moral y social», en la que «los testaferros de ETA están legalizados y hay cientos de crímenes que siguen sin ser juzgados. Muchos en nuestro país carecen de valor para enfrentarse al pasado del terrorismo nacionalista y a sus consecuencias en el presente. Por eso se ocultan los numerosos déficits de un final del terrorismo como este, sustentado en tanta impunidad».
«Las víctimas pedimos el sometimiento de la Administración y de la política a la ley, solo eso», añade Rosario de la Torre, para la que el problema de fondo «es el relato. Las víctimas pedimos un relato auténtico de lo que pasó, no blanqueado. Que partidos legales como Bildu todavía no hayan condenado el terrorismo y que negocien con el Gobierno para repartirse el poder, para las víctimas es algo humillante e intolerable».
Perdonar, «cada vez más fácil»
A nivel social, las víctimas del terrorismo constituyen un auténtico patrimonio moral, memoria viva de una forma de afrontar el mal que sigue suscitando la admiración de muchos.
Por ejemplo, gracias a Esther Sáez, víctima de los atentados del 11 de marzo de 2004, muchos jóvenes pueden ver de cerca una realidad que desconocían. Sáez es voluntaria del Plan de Lucha contra la Radicalización Violenta del Ministerio del Interior. Durante estos años ha dado charlas en cárceles, institutos y universidades, dando a conocer lo que pasó y cómo afronta su vida desde entonces.
«Muchos de los chicos a los que hablo ni siquiera habían nacido el 11M, y se quedan alucinados cuando les cuento lo del atentado. Al terminar, muchos lloran», cuenta Sáez, «y muchos se acercan después para contarme su vida». «Esto me ha permitido conocer las heridas tan grandes que tienen. No me extraña que luego haya algunos que queden seducidos por terrorismo, porque tienen el corazón apaleado desde su infancia, desde su propia historia familiar».
Con esta sensibilidad, habla de «un perdón absoluto» hacia los que cometieron el atentado que le ha provocado ya 13 operaciones: «Cuanto más sigues a Cristo hasta la cruz, más fácil te resulta perdonar. Para mí no es un mandato, yo los miro así. Ojalá vayan al cielo, independientemente de lo que hayan hecho, y que mis heridas sirvan para salvar a estos hermanos míos».
«Aún hay voces que se refieren al terrorismo como un arma política. Nunca un atentado terrorista puede ser considerado un medio político. Esta forma de pensar y de hablar es muy dañina y solo conduce a la destrucción de la democracia», aseguró la semana pasada el cardenal Antonio Cañizares durante la inauguración en la Universidad Católica de Valencia de la exposición El terror a portada. 60 años del terrorismo en España a través de la prensa, organizada por la Fundación Víctimas del Terrorismo y el grupo Vocento.
Portadas, viñetas, objetos personales y fotos forman parte de una muestra que para Fernando Belzunce, director editorial de Vocento, constituye «la fotografía de una época» en la que la prensa nacional «estuvo a la altura denunciando, dando noticia y formando la conciencia de la sociedad». La exposición «sin duda ayudará a que las generaciones actuales sepan bien lo que ha supuesto el terrorismo todos estos años en nuestro país».