Como en todo buen thriller, Segunda muerte nos coloca a un muerto encima de la mesa nada más empezar. Y, como es preceptivo, hay que buscar al asesino, aunque aquí el primer interrogante con el que nos topamos es que la muerta que aparece ahora ya debería haber estado muerta hace tiempo.
Movistar+ nos ha entregado con cuentagotas los seis capítulos para evitar el atracón y fidelizar durante algo más de tiempo al cliente. A la plataforma le gusta el thriller y, a tenor de las audiencias, a sus abonados le van las historias propias de la novela negra. En Segunda muerte se baten en el clásico duelo interpretativo un padre viudo que está olvidando quién es (Tello, interpretado por Karra Elejalde) y una hija (Sandra, a la que da vida Georgina Amorós), que tiene un talento natural para las pesquisas, aunque como policía municipal no pueda ponerlo del todo en juego. El triángulo lo cierra el otro gran personaje que es el paisaje cántabro, unos soberbios valles pasiegos que dibujan un suspense rural a ratos tan asfixiante como el que se creaba con la naturaleza gallega en la reconocida película As bestas.
El padre, que arrastra un pasado decisivo para la historia, es de esos hombres que nunca supieron dar un abrazo. La hija lo termina pidiendo a gritos y él, hombre práctico donde los haya, termina por espetarle que para qué sirve un abrazo en las circunstancias en las que se encuentran. Lo descubrirán juntos a la vez que vamos descubriendo nosotros, previos giros de guion bien construidos, quién mató a la muerta que murió dos veces.
Por lo demás, es una pena que la notable calidad técnica que acompaña a una historia un tanto trillada, pero entretenida en su género e interpretada con gran solvencia, tenga que colar morcillas en el guion, a mayor gloria de la corrección ideológica dominante. Una forma como otra cualquiera de meter con calzador lo que toca, mientras lo que está verdaderamente en juego es, nada más y nada menos, que el abrazo del padre.