Secretario general de Cáritas Jerusalén: «Gaza está al borde de la hambruna»
Anton Asfar relata cómo un bombardeo israelí contra un colegio dañó uno de sus dispensarios y que las familias cristianas siguen huyendo
¿Qué papel ha jugado Cáritas Jerusalén dentro del plan de la Iglesia local para llevar ayuda humanitaria a Gaza?
Llevamos trabajando en la Franja las últimas dos décadas. Tras el estallido de la guerra en octubre de 2023 nunca detuvimos del todo nuestras operaciones. Tuvimos que cerrar el centro médico en el campo de refugiados de Al Shati pero trasladamos todo el equipamiento a la parroquia de la Sagrada Familia para trabajar desde allí con un dispensario. El resto de nuestra labor se concentró al sur de Wadi Gaza. Empezamos en Rafah y antes de mayo del año pasado trasladamos todo a los campos de refugiados de Nisrat, Deir el Balah y Jan Yunis. Antes del alto el fuego gestionábamos nueve puntos de atención médica y a 17 equipos.
¿El alto el fuego les permitió ampliar la ayuda humanitaria?
Volvimos a desplegar a los equipos y abrimos cinco puntos médicos en el norte y otros cinco al sur de Wadi Gaza. Ahora mismo tenemos a 102 trabajadores allí y ninguno es extranjero. Ofrecemos atención primaria, medicinas gratis, productos de nutrición, asistencia con dinero en efectivo y ropa. También colaboramos estrechamente con el Patriarcado latino, que está más centrado en la parroquia de la Sagrada Familia y en el reparto de paquetes de comida allí. Hemos trabajado con el Programa Mundial de Alimentos (PMA) para llevar comida y trigo a la parroquia. Durante esas semanas, la ayuda se recibía de forma fluida en nuestros almacenes y pudimos proveernos de medicinas y suministros médicos extra.
¿Qué ha ocurrido desde que se volvió a bloquear la entrada de ayuda, hace un mes?
No podemos llevar ayuda ni está entrando. Dependemos de lo que tenemos. Lo que conseguimos durante la tregua de momento ha sido suficiente y todavía tenemos. Pero necesitaremos reabastecernos pronto. La inseguridad alimentaria está llegando a niveles críticos, los peores hasta ahora. El PMA ha advertido de que se le está acabando el stock de alimentos. Hay panaderías y otros centros de distribución de alimentos que tienen que cerrar. Estamos al borde de una nueva hambruna. El abastecimiento de combustible también está en niveles peligrosamente bajos, lo que amenaza el funcionamiento de los hospitales, de las plantas desalinizadores de agua y otros servicios esenciales.
¿Siguen funcionando los centros médicos?
El del campo de refugiados de Al Shati sufrió daños durante un bombardeo a un colegio contiguo y desde el final del alto el fuego ha estado cerrado. Hemos intentado rehabilitarlo con éxito y esperamos que durante la semana que viene ya esté operativo.
Un problema adicional es que las fuerzas israelíes también han dejado de cooperar con el sistema de notificación humanitario, con la ONU, y han disparado contra centros donde se prestaba ayuda notificados como tales. Han matado a dos trabajadores de la UNRWA y a ocho médicos y empleados de la Media Luna Roja. Desde octubre de 2023 han muerto 408 trabajadores humanitarios.
Nos estamos limitando a nuestras zonas de intervención y desgraciadamente hemos tenido que tomar la decisión de cerrar un dispensario en el campo de refugiados de Jabaliya porque es una zona muy caliente y no queremos poner en peligro a nuestros trabajadores.
También trabajan en Cisjordania. ¿Cómo es la situación allí?
Se ha deteriorado mucho desde el inicio del conflicto. La guerra ha afectado de verdad a la situación socioeconómica. Han despedido a 180.000 trabajadores que dependían del mercado laboral isarelí. Al no traer dinero a Cisjordania, está afectando mucho a la economía. Eso sin olvidar que los santos lugares, Belén y Jerusalén, dependen en gran medida de las peregrinaciones y el turismo, que se ha parado totalmente. No están funcionando los hoteles, las tiendas de recuerdos, los restaurantes ni los talleres de artesanía y muchas familias han perdido sus ingresos y no pueden satisfacer ni sus necesidades básicas. Cáritas está intentando ayudar con dinero en efectivo. También apoyamos a los alumnos de colegios cristianos, cuyos padres no pueden pagar la matrícula. El año pasado fueron más de 800, y este, 1.050.
Hace poco visitó España. ¿Está satisfecho del resultado?
Hemos conocido a gente maravillosa y cálida. Nos han apoyado mucho tanto a Cáritas como a la comunidad a la que servimos en Tierra Santa. Nos reunimos con representantes de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y también trabajamos estrechamente con su delegación en Jerusalén, que apoya nuestros proyectos de desarrollo. También nos ayudaron el año pasado con la respuesta de emergencia en Gaza y tenemos la expectativa de lograr financiación para ello también este año.
Queremos además tener proyectos estables para llevar esperanza a la comunidad y que no perdamos a la gente porque piensen en emigrar. A los líderes de la Iglesia les preocupa mucho perder la presencia cristiana en Tierra Santa. El año pasado se fueron más de 140 familias. De hecho en España me reuní con dos familias que lo habían hecho porque no veían ninguna perspectiva; para ellas el futuro estaba borroso. A través de nuestro proyectos, en particular los de microcréditos y los de apoyo a los agricultores y granjeros, intentamos replantar esperanza en la comunidad y animarlos a quedarse.