Sebastián Chico: «Haré todo lo que pueda para estar con los que sufren»
Tras dos años y medio de auxiliar en Cartagena, toma posesión como obispo de Jaén. Se compromete a trabajar para que la provincia deje de ser la gran olvidada
Entró en el seminario a los 27 años tras estudiar Ingeniaría Técnica Industrial. ¿Le cambió Dios los planes?
Más bien luché contra Dios. El obispo que me ordenó se interesó por mi vocación y me dijo: «Has luchado contra Dios como Job». Siempre he sentido una sed y un gusto por las cosas de Dios. Iba a Misa con mi abuelo Sebastián, un hombre que me causaba un gran respeto y que para mí era un referente. Al verlo levantarse, sentarse y arrodillarse pensaba que lo que estaba haciendo el sacerdote tenía que ser grandísimo. Poco a poco fui descubriendo que Dios me llenaba y preguntándome si no me estaba pidiendo algo más.
¿Se lo planteó?
Veía el sacerdocio como algo que me rebasaba. No podía ser para mí, me trascendía, ser sacerdote era lo más grande. Decía que no, pero la inquietud estaba ahí. De hecho, cuando hablo de mi vocación, no digo que soy de vocación tardía, sino de vocación retardada. Quizá no me encontré con la herramienta adecuada o si me la encontré no supe verla. Era un chaval que estaba en la parroquia en todos los ámbitos, de confesión habitual, pero no era capaz de ver lo que estaba viviendo interiormente. Luego me fui a Cartagena a estudiar Ingeniería porque me encantaba y me sigue encantando. Era muy complicado sacarlo y me costó mucho trabajo. Fue un reto en esa lucha interior entre Dios y yo. Le iba a demostrar que eso era lo mío. Los estudios los saqué en una tesitura de lucha y hoy me pregunto cómo pude afrontar aquello sabiendo que Dios me estaba llamando para ser sacerdote.
Dios se impuso.
Al terminar los estudios, hice la prestación social [sustituía al servicio militar] en un centro de toxicómanos y la experiencia me caló. Uno de los chavales me dijo: «Tú tienes algo especial. Te cuento cosas que no comparto con el equipo técnico, ¿no estarás pensando en ser sacerdote?». Aquello me hizo retomar nuevamente toda mi vida. Luego me lo preguntó un cura en la catedral tras una confesión. Fue la primera vez que saqué el tema. Tenía 25 años. Necesitaba aclararme, parar un tiempo y demostrar al Señor que no era lo mío. Ya retomaría mi vida laboral y familiar, porque tenía un proyecto de familia e incluso un proyecto de casa. Así que entré al seminario diciendo al rector que estaba sintiendo algo, que creía que no servía para ser sacerdote, pero que necesitaba que objetivamente la Iglesia me lo dijese. Descubrí que era lo mío y sentí una paz tremenda.
¿Cómo le ha ayudado todo este proceso con los jóvenes que ha acompañado en el seminario?
Me ha ayudado a tranquilizarlos y a acompañarlos con mucha cercanía y paternidad. El rector tiene que tener esa figura de padre. Y a hacerles ver que se encontrarán en el proceso la voluntad de Dios con una cierta claridad si viven en verdad y son transparentes con el Señor, con ellos mismos, con el equipo formador y con la comunidad.
¿Qué ha aprendido como obispo auxiliar?
He aprendido mucho. He tenido a un maestro junto a mí, a un padre y a un hermano. A don José Manuel. Ya estábamos unidos antes cuando era rector y durante estos dos años y medio más. La gran enseñanza es la entrega, el servicio, estar cerca del presbiterio y del pueblo de Dios.
Ha dedicado mucho tiempo a los jóvenes. ¿Cómo volver a enganchar a los que no conocen a Dios o están alejados?
Es verdad que hay una cierta merma a nivel de juventud, pero en la Iglesia hay jóvenes. Por lo tanto, los primeros evangelizadores tienen que ser los mismos jóvenes. Los pastores tenemos que estar cerca de ellos y dedicarles tiempo. Muchas veces no los entendemos y esto nos genera temor, pero necesitan tiempo. Y el joven te quiere ver tal y como eres, no como un colega. Si eres obispo, como obispo; si eres sacerdote, como sacerdote. Viven en un mundo tremendo donde muchos están perdidos, pero la figura de Cristo sigue siendo atrayente. A un chaval que lo acercas a Cristo, que roza a Cristo, ya está tocado. Ese joven puede luego acercarse a otros jóvenes y llevarles la alegría que él siente, el mensaje de esperanza que ha descubierto.
Todo esto vale para la pastoral vocacional, ¿no?
Van unidos. A la hora de encontrar a Cristo aparece una pregunta: «¿Qué esperas tú de mí?». Cristo invita, interpela… Ahí es donde se encuentra el tema vocacional.
¿Cuál será el primer reto en Jaén?
En la Iglesia estamos en una situación de discernimiento sobre la sinodalidad ante la propuesta del Papa. Mi mayor reto es unirme a este caminar juntos, unirme conociendo todos los ámbitos de la Iglesia en Jaén poco a poco. Este proceso de preparación para el sínodo me va a ayudar muchísimo para conocer cómo está la diócesis y qué espera, qué desea, qué piensa que le está pidiendo el Señor. Es un momento de gracia. Voy con total entrega y a servir a la Iglesia en todo lo que pueda. Solo le pido al Señor que no sea yo piedra de tropiezo para que su gracia obre, que no sea dificultad. Sé que las fuerzas las tengo y lo que me falte el Señor me dará.
Le ayudará a conocerlos la visita ad limina y los informes que se envían a Roma, ¿no?
Todo está preparado y enviado según el proceso, pero, como no tenemos la visita hasta el 17 de enero, quiero hacer un esfuerzo para patear la diócesis, escuchar y contemplar, y no solo leer los informes.
La realidad social de Jaén es complicada, con una alta tasa de paro, falta de infraestructuras… Los jienenses se sienten olvidados. ¿Qué tiene que decir su obispo?
Es el Santo Reino y ahora, como dicen ellos mismos, la gran olvidada. Me uniré a ese sufrimiento y al grito de esas necesidades. Claro que sí. Haré todo lo que pueda para estar con los que sufren y reivindicar la justicia y la dignidad de la persona allí donde esté. Y colaboraré, como decía en la carta de presentación, con todas las instituciones para ayudar en el bien de la sociedad, en el bien de la justicia y en el bien de la dignidad. Ahora tengo que conocer la realidad, sé que Cáritas es muy fuerte y que hay proyecto muy hermosos. Haremos todo lo que podamos desde la Iglesia, y yo en primera línea. Seremos una Iglesia pobre y para los pobres, como nos pide el Papa Francisco.
En la última Asamblea Plenaria de los obispos han tratado el tema de los abusos a menores en el seno de la Iglesia. ¿Cuál va a ser su política en este sentido?
Tolerancia cero. No hay vuelta de hoja. Transparencia total y tolerancia cero.
Sebastián Chico, nacido en Ceheguín (Murcia) en 1968, va conociendo Jaén poco a poco. Antes de su nombramiento no sabía mucho. Había estado de campamento en la sierra del Segura y, más tarde, como rector del seminario de Cartagena, en un encuentro con seminaristas en Jaén, que incluyó visitas a Baeza y Úbeda. Por eso, su deseo es llegar cuanto antes y ponerse «al servicio de todos».