«Se necesita un cambio de mentalidad»
El padre Lombardi, moderador del encuentro de Protección de Menores en la Iglesia, que comienza este jueves en Roma, busca que se pase de la teoría a la práctica. Esto es, que los obispos sepan qué hacer desde el punto de vista pastoral, jurídico y comunicativo, asuman su responsabilidad en la prevención y sean transparentes. Añade, al responder sobre la situación en España, que este problema «no es solo anglosajón, sino global»
El jueves 21 de febrero está marcado en rojo en muchas agendas. Comienza el encuentro sobre Protección de Menores en la Iglesia en el Vaticano en el que participarán fundamentalmente los presidentes de todas las conferencias episcopales del mundo, representantes de la vida religiosa y expertos varios –190 personas en total– con el objetivo de dar respuestas concretas y contundentes al drama de los abusos en la Iglesia católica. Serán tres días de trabajo intensos –cada día un tema: responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia– con nueve presentaciones y otras tantas sesiones de trabajo en grupo, además de momentos de oración y testimonio. Todos los días hablará el Papa tras la oración de la mañana y se escuchará –este es un aspecto que se ha subrayado– a víctimas a través de videomensajes.
«Los frutos que todos esperamos son los que ha mencionado el Papa. Por una parte, que todos los obispos sepan qué hacer desde el punto de vista legal, pastoral y comunicativo cuando reciban una denuncia contra un sacerdote o una persona que trabaja para la Iglesia por abusos sexuales a menores. Después, entender mejor la responsabilidad que tienen como pastores, y el modo de ponerla en práctica en la formación de los seminaristas y del clero. Y finalmente, la conciencia de que deben rendir cuentas y reaccionar con transparencia», explica Federico Lombardi, moderador del encuentro, en conversación con Alfa y Omega.
El que fuera portavoz de la Santa Sede con Benedicto XVI –en 2010 tuvo que hacer frente a una importante crisis por los abusos– y durante un tiempo, también, con el Papa Francisco, apunta que, en el fondo, lo que se necesita es un «cambio de mentalidad». «Por esto, el encuentro será muy útil, no solo para hablar a los pastores, sino también para escucharlos. Estoy seguro que traerán muchas sugerencias y experiencias eficaces, que sirvan para mejorar las normas y, sobre todo, para continuar el proceso de conversión y de restauración», añade.
Un modelo que imitar
Una de esas experiencias, que ha desembocado en un modelo que imitar es el de los obispos canadienses, recogido en un documento de casi 200 páginas –titulado Proteger a los menores de los abusos sexuales. Una llamada a los católicos en Canadá a la curación, la reconciliación y la transformación–, que apunta nueve lecciones y casi 70 consejos prácticos para responder al desafío de la protección de los menores. Lombardi alababa el trabajo de la Iglesia canadiense en un reciente artículo publicado en la revista jesuita La Civiltà Cattolica, una opinión que refuerza para Alfa y Omega: «El modelo de Canadá es ciertamente un buen modelo en el que inspirarse, porque es el fruto de la experiencia acumulada durante años: los obispos canadienses fueron los primeros en darse una guía de respuesta a los casos de abusos. Más allá de esta razón histórica, las medidas que promueve son manifestaciones elocuentes del cambio de cultura que quiere el Papa para toda la Iglesia. Estas sugerencias tienen la ventaja de ser simples y clarísimas. El número no debe asustarnos, porque su articulado detallado es una verdadera ayuda para entender cómo pasar de la teoría a la práctica».
La Iglesia en Canadá establece como primera medida encontrarse con las víctimas y, una vez acogidas, elogiar su coraje, sensibilizarse sobre el abuso y sus efectos y ofrecerles itinerarios de acompañamiento. También recoge la importancia de entender los abusos sexuales adecuadamente, algo que supone que hay que informarse de la naturaleza y efectos del abuso, poner en marcha procedimientos seguros de reclutamiento de candidatos al sacerdocio, agentes de pastoral o voluntarios o evitar estigmatizar a las víctimas. Aboga, asimismo, por responder con eficacia a las denuncias recibidas y, para ello, tendrá que existir un comité interdisciplinar donde tengan cabida víctimas, psicólogos, canonistas, abogados, agentes de seguros, trabajadores sociales, policías, directores espirituales… Son importantes también en este sentido las medidas de protección que se puedan tomar a priori para evitar cualquier abuso, medidas que deben situarse dentro de los más altos estándares y que deberán ser sometidas a auditorías externas por parte de un tercero cada cuatro años. Los obispos canadienses también abordan la cuestión de la formación inicial y permanente, los efectos de los casos de abusos en la comunidad eclesial o cómo tratar a los ofensores.
No hay que olvidar que a lo largo del citado documento la transparencia y la rendición de cuentas ante el conjunto de la Iglesia y de la sociedad son conceptos recurrentes. «Es primordial saber responder a las expectativas de la opinión pública, que se rindan cuentas sobre este asunto y se informe sobre los culpables. Por eso, durante este encuentro, uno de los temas principales será la transparencia, aspecto fundamental de la responsabilidad de los pastores y de la rendición de cuentas de aquello que están haciendo, pero no solo antes el Papa sino también ante la comunidad eclesial y la sociedad», explica el padre Lombardi.
Un problema global
Preguntado acerca de la situación en España, el sacerdote jesuita asegura que no ha seguido de cerca aquello que los obispos y superiores de instituciones religiosas han puesto en marcha sobre esta materia, pero acto seguido lamenta que a veces «se olvida que no estamos ante un problema anglosajón, sino global». «En los últimos años, especialmente en 2018, han salido a la superficie muchos casos en Europa, América, Asia y Oceanía… El hecho de que, en algunos de estos casos, las investigaciones para descubrir las dimensiones y las raíces del problema hayan sido promovidas y financiadas por conferencias episcopales nos da una idea de que la Iglesia quiere llegar hasta el final en la erradicación de los abusos sexuales en el entorno eclesial. Solo así tendremos credibilidad para predicar el Evangelio y ocuparnos de los menores en nuestras escuelas, universidades, orfanatos…», afirma.
Pero Federico Lombardi va más allá, de modo que cree que la Iglesia tiene, además, que liderar la erradicación de los abusos en todos los estamentos sociales, porque «son más numerosos en los ambientes familiares, escolares, deportivos… Pero no podemos dar la mano a los demás si no resolvemos el problema en nuestro interior».
Las víctimas, primero
Con todo, el moderador del encuentro recalca la prioridad de cuidar a las víctimas e insiste, como ha hecho el Papa Francisco en numerosas ocasiones, en la necesidad de que los obispos y superiores religiosos mantengan «encuentros pastorales personales» con ellas. «Tenemos que comprender la realidad del abuso sexual, aprovechando el mayor conocimiento adquirido, sea sobre la profundidad de las heridas en los abusados, sea sobre la personalidad de los ofensores, para tener una conciencia mayor de la propia responsabilidad, sea pastoral o administrativa. Pero no como un aspecto técnico o científico, sino con escucha y dedicación. Si es importante, le debemos dedicar parte de nuestra agenda», dice.
En este sentido, valora especialmente las iniciativas de grupos de víctimas como el que promueve la Pontificia Comisión para la Protección de los Menores, el Survivor Advisory Panels, que iniciaron los obispos de Inglaterra y Gales: «Se trata de ambientes seguros donde las víctimas pueden colaborar activamente con la Iglesia local para mejorar la atención y sirve, además, para abordar el problema desde el punto de vista de la persona que ha sufrido el abuso». Concluye el padre Lombardi citando proyectos pilotos en Brasil, Filipinas o Zambia que están teniendo una repercusión «positiva».
Australia. Los obispos australianos fueron de los primeros en responder públicamente al escándalo de los abusos, al aprobar en 1996 el llamado Protocolo Towards Healing (Hacia la sanación), que estableció un sistema para abordar de forma «compasiva y justa» las demandas de las víctimas. Al ponerse en marcha en 2012 la comisión real que investigó los abusos en distintas instituciones del país, la Conferencia Episcopal creó un organismo, el Consejo de la Verdad, la Justicia y la Sanación, para articular la colaboración de la Iglesia con estos trabajos y una respuesta a las investigaciones. El cardenal George Pell y el arzobispo de Adelaida, Philip Wilson, han sido condenados por la justicia.
Estados Unidos. Si hasta 2002 cada obispo había respondido de forma individual, las presiones del Vaticano y de la opinión pública tras los escándalos publicados por el Boston Globe llevaron a codificar unas prácticas comunes en la Carta de Dallas sobre prevención y protocolos de actuación ante una denuncia, posteriormente actualizados. Se incluye el traslado de los hechos a las autoridades y la solemne declaración de que «la primera obligación de la Iglesia en relación a las víctimas es la de la curación y la reconciliación». El Episcopado creó la Oficina para la Protección a Menores y una comisión de estudio sobre la naturaleza de los abusos que colaboró en la investigación independiente conducida por el John Jay College.
Irlanda. Tras el demoledor informe que hizo público en 2009 una comisión parlamentaria (la Comisión Ryan), las congregaciones y las diócesis llegaron a acuerdos con el Estado para que este indemnizara a las víctimas a cambio de transferencia de propiedades eclesiales. En la atención a las víctimas, en 1996 se crea Faoiseamh (alivio), reemplazada en 2011 por la fundación Towards Healing, puesta en marcha en 1997 por las Hijas de la Caridad, que sin perder su carácter independiente, pasó a ser sufragada por los obispos, religiosos y misioneros para ofrecer a las víctimas de abusos y a sus familiares servicios como el acompañamiento personal y espiritual, terapia psicológica y asesoramiento legal.
Francia. Los obispos franceses aprobaron en Asamblea Plenaria en 2016 una serie de medidas con el objetivo de que las víctimas «estén seguras de que serán acogidas, escuchadas y acompañadas». Para ello, pusieron en funcionamiento centros de escucha en cada diócesis, además de habilitar un espacio online para facilitar que toda víctima pueda entrar en contacto con estos centros. Al mismo tiempo se creó una comisión nacional de expertos liderada por un magistrado y una célula permanente de lucha contra los abusos, dependiente de la Conferencia Episcopal, que «actúa como intermediaria con las asociaciones de víctimas, trabaja en la formación pastoral y acompaña los centros de escucha».