Se le pedirá cuenta de la sangre de los profetas, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías
Jueves de la 28ª semana del tiempo ordinario / Lucas 11, 47-54
Evangelio: Lucas 11, 47-54
En aquel tiempo, dijo el Señor:
«¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres!
Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron, y vosotros les edificáis mausoleos.
Por eso dijo la Sabiduría de Dios: “Les enviaré profetas y apóstoles; a algunos de ellos los matarán y perseguirán”; y así, a esta generación se le pedirá cuenta de la sangre de todos los profetas derramada desde la creación del mundo; desde la sangre de Abel hasta la sangre de Zacarías, que pereció entre el altar y el santuario. Sí, os digo: se le pedirá cuenta a esta generación.
¡Ay de vosotros, maestros de la Ley, que os habéis apoderado de la llave de la ciencia: vosotros, no habéis entrado y a los que intentaban entrar se lo habéis impedido!».
Al salir de allí, los escribas y fariseos empezaron a acosarlo implacablemente y a tirarle de la lengua con muchas preguntas capciosas, tendiéndole trampas para cazarlo con alguna palabra de su boca.
Comentario
Para los primeros cristianos era difícil mirar el signo de la cruz. Era demasiado doloroso. Habían visto morir a sus amigos y familiares. La cruz era el signo de la tortura. No podían usarla con superficialidad.
Para nosotros ya no es así. Ha pasado tanto tiempo de eso que ya no nos afecta en ese sentido negativo. Podríamos decir que la mayoría de veces no nos afecta ni siquiera por dentro. Hacemos la señal de la Cruz. Tenemos las paredes con símbolos, incluso es muy probable que tengamos la cruz colgada del pecho. Pero en la mayoría de casos son signos puramente externos, que no llegan a invocar en nosotros la salvación por medio de la Cruz.
Eso es precisamente lo que critica Jesús: «¡Ay de vosotros, que edificáis mausoleos a los profetas, a quienes mataron vuestros padres! Así sois testigos de lo que hicieron vuestros padres, y lo aprobáis; porque ellos los mataron y vosotros les edificáis mausoleos». Los judíos hacían mausoleos y leían los textos de los profetas que sus antepasados mataron. Los honran externamente, en la distancia. Es posible, incluso, los tengan en gran consideración desde un punto de vista intelectual o religioso. Pero sus predicaciones no llegan a alcanzarles en lo íntimo de su corazón, provocando su conversión.
En ese sentido, los profetas llegan a servirles de pretexto, como a nosotros la cruz. ¿De qué sirve la cruz si nos mueve otra cosa por dentro? ¿Qué es la cruz si nos urgen otros amores más que la caridad de Cristo?