La elevación a la dignidad cardenalicia de su beatitud Mar Louis Raphaël Sako, patriarca de Babilonia de los caldeos y presidente de la Asamblea de Obispos católicos de Irak ha llenado de alegría a muchos iraquíes, no solo cristianos sino también musulmanes. Se ha visto no solo como un reconocimiento de los méritos del interesado, sino también y sobre todo como un gesto de amor y cercanía del Papa por los cristianos iraquíes que han dado un testimonio precioso de la fe.
La Iglesia caldea es una de las iglesias orientales que está presente en Irak –donde es la más numerosa– y en otros países de la región y de la diáspora. El cardenalato de su pastor es una muestra de la riqueza de la gran familia de la Iglesia, con su variedad de ritos y tradiciones.
La semana anterior al anuncio, pasé algunos días con el patriarca en el norte de Irak. El 15 de mayo participé en Ankawa (Erbil) en la ordenación de cuatro sacerdotes caldeos –uno de Irán, otro de Egipto y dos de Karemles, diócesis de Mosul–. Fue un momento precioso de fiesta. Es una alegría y una esperanza ver que en medio de las dificultades que han sufrido los cristianos en Irak, siguen surgiendo vocaciones y la Iglesia sigue con vitalidad manteniendo la esperanza y dando testimonio del Señor. Luego le acompañé a Mosul y a la llanura de Nínive para ver la situación de las iglesias –algunas destruidas por el ISIS y otras que gracias a Dios y a la ayuda generosa de la Iglesia universal han podido ser restauradas– y para encontrar a las comunidades cristianas que poco a poco están regresando a sus pueblos. Me ha conmovido la visita a algunos pueblos pequeños de la diócesis de Aqra, donde toda la vida gira en torno a la parroquia. He apreciado la solicitud del patriarca por estas comunidades, sosteniéndolas en todo. He apreciado también que durante esos días nos hemos encontrado con los responsables de las diversa iglesias, no solo católicas.
Desde el inicio de su misión, el patriarca Sako se ha entregado sin reservas para sostener a los cristianos iraquíes, animarlos y ayudarlos a permanecer en el país, donde tienen una misión preciosa como artífices de paz, de reconciliación y de desarrollo. El patriarca interviene también a menudo sobre diversas cuestiones que interesan a todos los iraquíes y es una voz apreciada y reconocida.
Comparto la alegría de muchas personas, y aprovecho esta ocasión para pedir oraciones por él y por su importante misión, así como por la Iglesia en Irak y por la paz y estabilidad en este gran país y en Oriente Medio.