Se cumplen 5 años de la statio orbis, la bendición del Papa contra la pandemia
En una plaza de San Pedro desierta, Francisco pidió el 27 de marzo de 2020 la intercesión de Dios. «Entreguémosle nuestros temores para que los venza», encargó a los fieles
Tal día como hoy hace 5 años, el 27 de marzo de 2020, el Papa recorrió en solitario y bajo la lluvia la Plaza de San Pedro para pronunciar la statio orbis. Fue una oración universal pidiendo la intercesión de Dios contra la COVID-19 cuando el número de fallecidos en Italia ya superaba a los declarados de China. Este tipo de bendición, normalmente bajo el nombre de Urbi et Orbi, suele reservarse para la Navidad, la Pascua y la elección de un nuevo Pontífice, pero en aquella jornada el Santo Padre la impartió extraordinariamente mientras los fieles la seguían en sus casas a través de sus televisores.
Tras la lectura del pasaje del Evangelio de San Marcos en el que Jesús calma la tempestad del mar de Galilea, Francisco pronunció una breve homilía en la que sostuvo que «con la tempestad, se cayó el maquillaje de esos estereotipos con los que disfrazábamos nuestros egos siempre pretenciosos de querer aparentar». Estableciendo en aquella tarde tormentosa un paralelismo entre el episodio de la Biblia y la emergencia sanitaria, el Papa apuntó cómo aquella crisis histórica «ha dejado al descubierto, una vez más, esa bendita pertenencia común de la que no podemos ni queremos evadirnos; esa pertenencia de hermanos».
Frente a la basílica de San Pedro estaban desplegados dos iconos milagrosos y con mucha devoción en la ciudad de Roma. El primero: la imagen de Salus Populi Romani, patrona de la Ciudad Eterna y ante quien el Papa reza antes y después de cada viaje apostólico. También cada vez que recibe un alta hospitalaria —la última fue el pasado 23 de marzo tras pasar 38 días ingresado en el hospital Gemelli de Roma– y que encabeza una de las capillas de Santa María Mayor, el templo en el que el Papa ya ha declarado que le gustaría ser enterrado el día que fallezca. El segundo icono era el crucifijo de la iglesia de San Marcello al Corso, que en 1522, durante una virulenta epidemia de peste, se sacó de procesión durante 16 días hasta que el brote remitió.
Finalmente, Francisco se dirigió a Dios para decirle: «Señor, nos diriges una llamada a la fe, que no es tanto creer que tú existes, sino ir hacia ti y confiar en ti». Y a todos los católicos del mundo que contemplaban aquel momento les encargó: «Entreguémosle nuestros temores para que los venza».
Cinco años después, la pandemia ya ha remitido, pero el mundo se enfrenta a nuevas crisis como la invasión rusa de Ucrania. Una guerra para la que también pidió ayuda el 25 de marzo de 2022, cuando consagró a los dos países al Inmaculado Corazón de María.