Se cumplen 30 años del atentado contra Juan Pablo II. Una mano disparó y otra condujo la bala
El día que el turco Alí Agca disparó en Roma contra el Beato Juan Pablo II, se cumplían 64 años desde que la Virgen de Fátima se reveló a tres pastorcillos en Portugal. Agca apuntó como debía y la bala era mortal. ¿Por qué no murió? «La Madre intervino para salvar mi vida», aseveró el Beato, un año después, en el santuario mariano
Era el 13 de mayo de 1981, festividad de la Virgen de Fátima. Juan Pablo II recorría la Plaza de San Pedro, saludando y bendiciendo a la multitud de personas que le aclamaban. De pronto, cuatro disparos, procedentes de la pistola del turco Alí Agca, abatieron al Santo Padre. 64 años exactos después de las apariciones de la Virgen a los tres pastorcillos. Desde su cama, leyó el Tercer Secreto, que, hasta entonces, sólo los Papas conocían y que después fue publicado. Escrito por sor Lucía, describía la visión del Santo Padre «afligido por el sufrimiento y la pena», rezando «por el alma de los cadáveres que encontraba en el camino». Al llegar a la cima del monte, «cayó muerto por un grupo de soldados que le dispararon varios tiros y flechas». También la pequeña Jacinta había visto al Santo Padre: «Estaba de rodillas, ante una pequeña mesa, la cabeza entre las manos, y lloraba. Afuera había una gran multitud. Unos arrojaban piedras, otros maldecían y decían toda clase de injurias. ¡Pobre Santo Padre! Tenemos que rezar por él». Unos días más tarde, vio de nuevo al Papa; esta vez se hallaba en una gran basílica «y él consagraba el mundo entero al Corazón Inmaculado de María».
El 13 de mayo de 2000, cuando Juan Pablo II beatificó a Francisco y a Jacinta, en Fátima, hizo constar su agradecimiento a Jacinta «por sus oraciones y sus sacrificios ofrecidos por el Santo Padre, al que vio en medio de un gran sufrimiento».
Juan Pablo II no perdió ocasión de manifestar su agradecimiento a la Virgen por haber impedido que fuera asesinado: «Una mano disparó y otra condujo la bala», dijo al escritor francés André Frossard. O al reanudar las audiencias generales en la Plaza de San Pedro, después de cinco meses de interrupción: «Experimenté en todo lo ocurrido la extraordinaria protección maternal que demostró ser más fuerte que el mortal proyectil».
En 1982, el Beato Juan Pablo II celebró la Santa Misa en Fátima y consagró el mundo a la Virgen: «Líbranos del hambre. Líbranos de la guerra nuclear, de una destrucción incalculable y de toda clase de guerra. De los pecados contra la vida del hombre desde sus primeros instantes. De todo tipo de injusticia en la vida social, nacional en internacional. De la facilidad para despreciar los mandamientos de Dios. De los pecados contra el Espíritu Santo, ¡líbranos!».