Se clausura la fase diocesana de la causa del padre Huidobro, un hombre de «reconciliación»
El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, presidió este lunes, 17 de octubre, la clausura de la fase diocesana del proceso de beatificación y canonización del padre Fernando Huidobro, SJ. Capellán de la Legión durante la guerra civil española, el sacerdote falleció a los 34 años en la Cuesta de las Perdices por el impacto de un obús mientras atendía a un legionario herido. Sus restos mortales reposan en la iglesia San Francisco de Borja, donde se desarrolló el acto de clausura.
El purpurado agradeció a la Compañía de Jesús que regale «personas como Fernando Huidobro», del que avaló su «talla espiritual y humana». Él fue «testigo del amor de Dios y de la paz entre los hombres», aseveró, «amigo entrañable de Dios».
La causa se fraguó en el mundo militar, y en ella tuvo mucho que ver el sentido de la fe que ha movido a lo largo de los años a los legionarios «a reconocer y extender la fama de santidad del capellán Fernando Huidobro», tal y como aseguró el arzobispo castrense, monseñor Juan Aznárez, presente también en el acto. Explicó que con motivo del centenario de la Legión, en 2020, se recibieron numerosas peticiones para que se reactivase la causa del padre Huidobro, «adormecida durante bastantes años».
El entonces arzobispo castrense, monseñor Juan del Río, estableció contactos con el Arzobispado de Madrid y la Compañía de Jesús para poner de nuevo en marcha el proceso de beatificación y canonización. En marzo de 2020 comenzaron los trabajos de la comisión histórica y en enero de 2021 se abrió la fase diocesana de la causa.
El arzobispo castrense reconoció estar «impresionado» por los escritos que ha leído sobre el padre Huidobro, en los que se descubre «una fe admirable, una disponibilidad increíble y un amor apasionado a Cristo, a la Iglesia y a los hermanos, y por supuesto, a España».
La Legión desplegará próximamente unidades en el Líbano, en Irak y en Mali. «Seguro que en los bolsillos de los legionarios, en muchos, si no en todos, llevarán su detente bala y su estampa del padre Huidobro. Es admirable el cariño, la devoción y al admiración que sienten los legionarios por este capellán».
Vivió «con enorme fe estar en tierra de nadie»
El padre Arrupe dijo de Huidobro que fue un «capellán para todos», auxiliando «sin distinciones ideológicas» a heridos y moribundos «de los dos frentes». Su muerte, aseguraba al inicio del proceso Alberto Fernández, delegado episcopal para la Causa de los Santos, fue «en servicio a la reconciliación».
«Va siempre en primera línea con ellos —dejó escrito en noviembre de 1936 el padre Enrique Jiménez—, les da a besar el crucifijo y los bendice y absuelve. En ocasiones se ha traído a hombros heridos desde el otro frente para confesarlos antes de morir».
En el acto de clausura de la fase diocesana estuvo también presente Antonio José España Sánchez, SJ, provincial de la Compañía de Jesús. En su intervención definió al padre Huidobro como un hombre que iba «alineado al apostolado intelectual», muy alejado de lo que durante el año y medio largo que estuvo en la Legión desarrolló «valientemente y demostrando una fe que más profunda de lo que podía sugerir». Allí fue «una persona que vivía con enorme fe estar en tierra de nadie».
«Heroísmo por caridad»
El páter, como lo conocían, llegó a la Legión tras una esmerada formación académica en Bélgica, Holanda y Alemania, donde tuvo a Heidegger como profesor. Al estallar la guerra civil, se ofreció al padre general para ir a atender a sus compatriotas. En septiembre de 1936 fue enviado a Toledo.
El provincial de los jesuitas contó en el acto de clausura que cuando el padre Huidobro llegó a la Legión lo hizo sin el uniforme; poco a poco «se ganó» el tener el mismo color de pantalón y de camisa. Eso habla, aseveró, del «compañerismo y de la capacidad enorme de insertarse en ese grupo».
Estuvo el páter en batallas decisivas: en la Casa de Campo, donde fue herido, en la batalla del Jarama y en la Cuesta de las Perdices, donde murió el 11 de abril de 1937. Un mes antes le había escrito una carta a uno de sus hermanos en la que le hablaba de los graves riesgos que corría, incluso de muerte, pero «si es la muerte, será por amor». A esto le llamaba monseñor Juan del Río «heroísmo por caridad», el «valor de una vida entregada por caridad».
Comienza la fase romana
A partir de ahora, la causa pasará a instruirse en Roma. Allí se entregarán las actas, en el Dicasterio de las Causas de los Santos, y para esta tarea fue designado el capellán castrense Francisco Javier Boada González. Él estuvo presente en el acto de clausura de la fase diocesana, al que también acudieron, entre otros, el obispo auxiliar de Madrid monseñor Juan Antonio Martínez Camino, SJ, el postulador general de la Compañía de Jesús, Pascual Cebollada, SJ, y el jefe de Estado Mayor del Ejército (JEME), general Amador Enseñat.