Se acabaron los malentendidos en torno a la dignidad humana - Alfa y Omega

Se acabaron los malentendidos en torno a la dignidad humana

El magisterio eclesial vuelve a recordar que el ser humano, digno hijo de Dios, debe estar en el centro de las políticas y de la pastoral

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Dignidad infinita. Con estas dos palabras el Vaticano ha cimentado la enseñanza católica sobre el concepto de dignidad humana a través de los 68 puntos del nuevo documento elaborado por el Dicasterio para la Doctrina de la Fe. La declaración Dignitas infinita, firmada por el prefecto del dicasterio, el teólogo y cardenal argentino Víctor Manuel Fernández, y, aprobada por el Papa el pasado 25 de marzo, identifica las amenazas que hoy socavan la dignidad humana, más allá de las referidas exclusivamente a las cuestiones de bioética, como son la eutanasia, el aborto o la gestación subrogada, e incluye la pobreza, la pena de muerte, la guerra, los abusos sexuales o el maltrato a las mujeres.

Asimismo, censura la fluidez de género que presenta una sociedad sin diferencias de sexo y «vacía el fundamento antropológico de la familia». El texto se presenta como una «oportunidad» para la Iglesia de aclarar «algunos malentendidos que surgen a menudo en torno a la dignidad humana y de abordar algunas cuestiones concretas, graves y urgentes relacionadas con ella». En un plano más antropológico, el documento condena el «relativismo moral» que hoy la sociedad sitúa en la base de «una pacífica convivencia» y el concepto de una «libertad abstracta» libre de cualquier «condicionamiento, contexto o límite».

Dignitas infinita habla también de la violencia digital y pone el foco en lo fácil que es «poner en peligro la buena reputación de cualquier persona con noticias falsas y calumnias». Por último, el texto insta a contrastar la cultura del descarte que enfrentan, sobre todo, quienes están en una situación de discapacidad, «que sufren a veces marginación, cuando no opresión», asegura Fernández.

El magisterio eclesial vuelve a recordar, una vez más, que el ser humano, digno hijo de Dios, debe estar en el centro de la ternura, de las políticas y de la sociedad. Y también de la pastoral.

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