Scola: «Todavía nos estamos defendiendo del “despertador” de Francisco» - Alfa y Omega

Scola: «Todavía nos estamos defendiendo del “despertador” de Francisco»

«Para nosotros, los europeos, la elección del Papa Francisco fue como un gancho al estómago, un “despertador”. No sé qué tanto hemos hecho nuestro este “despertador” o cuánto todavía nos estamos defendiendo», reconoce el cardenal Scola

Andrea Tornielli

El arzobispo emérito de Milán, Angelo Scola, participó en la presentación del libro de Massimo Borghesi Jorge Mario Bergoglio. Una biografía intelectual, organizada por el Centro Cultural de Milán. A su lado, además del autor del volumen, estaba el encargado de la vicepresidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, Guzmán Carriquiry Lecour. Es una de las primeras apariciones en público desde que el cardenal dejó la guía de la diócesis. Y también fue la ocasión para desmontar esas que el cardenal Scola llama «leyendas metropolitanas» sobre el Papa Bergoglio, su pensamiento y su formación teológica.

Carriquiry, que fungió como trámite entre Borghesi y el Papa para que el autor obtuviera las cuatro entrevistas en las que Bergoglio responde a las preguntas del profesor, comenzó recordando la «abundancia de publicaciones» sobre el actual Pontífice; una abundancia que a menudo hace difícil distinguir y «jerarquizar» la mole de información. No dejó de criticar la «sobreexposición mediática» del Papa y la «autoreferencialidad» de muchos de estos textos, que tienen a «separar su figura del pueblo de Dios», convirtiéndolo casi en un súper héroe. Textos cuyo efecto es el de concentrarse sobre el dedo en lugar de fijarse en la luna, es decir la persona y la personalidad del Pontífice en lugar de su mensaje.

«El libro de Borghesi –continuó– se aleja netamente de toda esta sobreabundancia de títulos y contribuciones, y ayuda a conocer mejor su personalidad, no solo intelectual». Carriquiry recordó que «el Papa Francisco no pretende definirse “teólogo”» y que su mensaje parece pasar gracias a la «gramática de la simplicidad, que nunca es simplismo», porque «se concentra en lo esencial». Las raíces de esta actitud, evidente en el documento programático del Pontificado, la exhortación Evangelii gaudium, se encuentran en el documento final de Aparecida, redactado al final del encuentro del Episcopado latinoamericano en el Santuario mariano más importante de Brasil en 2007.

Para concluir, el encargado de la vicepresidencia de la Pontificia Comisión para América Latina, uruguayo que ha vivido gran parte de su vida trabajando en la Curia romana, recordó los prejuicios «de esos ambientes que ven desde lo alto al “Papa latinoamericano”», con la misma actitud de todos los que, cuando comenzó el Pontificado de Juan Pablo II, veían con suficiencia al «Papa polaco».

Al tomar la palabra, el cardenal Scola subrayó la importancia del volumen de Borghesi, aunque se quejó, bromeando, por la tipografía elegida, «un poco demasiado pequeña para los de mi edad». Dijo que este libro es «una empresa difícil y compleja», con un «resultado precioso para la Iglesia universal». El de Francisco, explicó el arzobispo emérito de Milán, retomando una imagen que el mismo Francisco ha utilizado en varias ocasiones, «es un papado poliédrico, y su magisterio es también poliédrico». Scola dijo que el libro de Borghesi ayuda a «superar ciertas leyendas metropolitanas» e insistió en que el pensamiento de Francisco es «muy sólido». «Hay que desmontar un prejuicio –continuó–, según el cual un pensador católico, sobre todo un teólogo, tiene que ser forzosamente un académico. No es así».

Los Papas teólogos son una excepción en la serie de sucesores del apóstol Pedro, y, como sea, continuó Scola, «no es necesario que un pensamiento fuerte provenga de un académico». Después el cardenal reflexionó sobre la novedad que representa el primer Papa latinoamericano que con su manera de ofrecer testimonio de la fe involucra también a los que están lejos de ella con una apertura a 360 grados, «que pasa mediante muchos gestos e imágenes, y no solo mediante las palabras, como, por el contrario, estamos acostumbrados nosotros los europeos», herederos de visiones intelectualistas. Scola planteó después una pregunta sobre la recepción del Pontificado a cinco años de la elección de Francisco, que ha sido «un gancho al estómago o, mejor, un “despertador” para nosotros». «No sé qué tanto hayamos hecho nuestro este “despertador” o cuánto todavía nos estemos defendiendo del desafío que representa». Con actitudes que, en lugar de tomar en serio el testimonio del Papa, la conversión pastoral que ha pedido a toda la Iglesia, son de defensa y a veces tratan de reducir el Pontificado o de encasillarlo en las cómoda categoría del latinoamericano que no comprende Europa, en lugar de dejarnos poner en discusión.

El cardenal también recordó que durante los años cincuenta y sesenta los futuros miembros de la Compañía de Jesús eran educados en el estudio de importantes pensadores, bien identificados en el libro de Borghesi, como Erich Przywara, Henri de Lubac, Gaston Fessard y Romano Guardini. «La del Papa Fancisco –explicó Scola– es una formación no académica, pero no por ello menos sólida». El arzobispo emérito de Milán concluyó poniendo algunos ejemplos de la influencia de estos autores y recordando el tema de la polaridad y del «pensamiento tensionante» tan importante para Bergoglio, que lo aprendió con Fessard y Guardini, proponiendo la imagen de una Iglesia incluyente, abarcadora y capaz de mantener juntos los polos opuestos sin anularlos. A partir de los años noventa, puntualizó, el entonces arzobispo Bergoglio entró en contacto también con los textos de Luigi Giussani.

Al final de la presentación, Borghesi agradeció a los participantes y contó brevemente algunos de los resultados de su viaje por el pensamiento de los maestros con los que se formó Bergoglio. La formación intelectual del futuro Papa permite «comprender la mirada compleja y poliédrica que guía el actual Pontificado. Educado en la escuela de los jesuitas, principalmente de los franceses, Bergoglio asimiló el mensaje de san Ignacio mediante la lectura, “dialéctica y mística” al mismo tiempo, de uno de los filósofos más agudos del siglo XX: Gaston Fessard. De allí surge la idea del catolicismo como coincidentia oppositorum que lo lleva al encuentro con la antropología polar de Romano Guardini y con el pensamiento del intelectual católico latinoamericano de mayor importancia en la segunda mitad del siglo XX: Alberto Methol Ferré».

Entre los ejemplos citados en el volumen está el de la «relación entre gracia y libertad, entre acción divina y humana», que «demuestra estar vivo solamente como pregunta y no como una fórmula “perfecta”: se trata de una persuasión que estará en el centro del pensamiento de Bergoglio. Su crítica al “doctrinalismo”, al dogmaticismo abstracto, a la petrificación de la Revelación, surgen de aquí: de la idea de que la fe, antes que ser una respuesta, es una pregunta, una apertura del corazón a una Presencia de gracia. Esta pregunta debe ser vivida, debe convertirse en experiencia, verificación de una relación real, entre el hombre y Dios, en el escenario de la historia».

Con este encuentro milanés surgió, además de la descontada invitación a leer el libro, una modalidad auténticamente eclesial de relacionarse con el Papa (con el actual como con todos los demás), empezando no desde el prejuicio o del juicio personal sobre este o aquel aspecto del Pontificado, sino desde la mirada de fe, por lo tanto, desde la pregunta sobre los pasos que el Espíritu Santo pide que dé cada uno, tomando en serio el testimonio y el magisterio del sucesor de Pedro.

Andrea Tornielli / Vatican Insider. Ciudad del Vaticano