SARCU: cuando la ciudad duerme, Dios no descansa - Alfa y Omega

SARCU: cuando la ciudad duerme, Dios no descansa

El Servicio de Atención Religiosa Católica Urgente ofrece atención espiritual durante las noches. Pensado inicialmente para Madrid, ahora atiende a personas de todo el mundo

Rodrigo Moreno Quicios
Víctor Raúl y Juan Pedro Mora han administrado la Extrema Unción varias noches
Víctor Raúl y Juan Pedro Mora han administrado la Extrema Unción varias noches. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

Es sábado por la noche y al padre Víctor Raúl le toca guardia. Junto a la mesilla con los santos óleos y una estola, deja una vela encendida por las personas que le llamarán. Es su forma de que estén presentes mientras duerme con un ojo abierto y el móvil muy cerca. «Hay quien podría ver esto como una carga, pero yo siento que es una manera de vivir la vocación sacerdotal», nos cuenta mientras velamos con él. Es uno de los 44 curas de Madrid que pertenecen al SARCU, una guardia nocturna de sacerdotes que atiende el teléfono 913 717 717 todo el año desde las 22:00 horas hasta las siete de la mañana siguiente, un servicio que lleva en marcha desde 2017.

La luz de la vela ilumina de forma tenue el salón de la casa parroquial de San Hilario de Poitiers, una iglesia madrileña con una comunidad tan viva que algunos de sus vecinos la llaman «la catedral de Aluche». De hecho, el padre Víctor Raúl conoció el SARCU por uno de sus feligreses, Juan Pedro Mora. Es laico pero, en las ocasiones en que ha sido necesario desplazarse y administrar la Extrema Unción, se ha subido al coche junto al sacerdote para mostrar al ungido que «toda la Iglesia está presente». En los cinco años que llevan haciendo guardia, han salido varias noches para administrar la unción en hospitales de Madrid y Móstoles, una de ellas en una residencia de ancianos en la que Víctor Raúl entró con un traje EPI dos días antes del Estado de alarma. Este equipo es el que más unciones ha administrado, de las 51 en total que ha dado el SARCU.

Teléfono del SARCU: 913.717.717
Los sacerdotes de guardia mantienen los oléos a mano por si fuera necesario. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

El laico y el sacerdote están explicando estas experiencias cuando llegan las 23:00 horas. Sabiendo que la noche puede complicarse, nos vamos a dormir. Media hora después, una chica joven llama muy nerviosa. «Quiero pedir oraciones por un amigo que tiene unos exámenes muy difíciles», dice. No es exactamente una urgencia, pero ella lo ha sentido así y el servicio está disponible para, como dice el padre, «una atención total». La conversación dura unos minutos y termina con el sacerdote y la joven rezando juntos.

Volvemos cada uno a nuestra habitación y conciliamos el sueño un par de horas más. A las tres de la madrugada llama otra persona. «Estoy muy enfadado, dadme un teléfono de un cura de Alicante, me han amenazado de muerte, lo he denunciado a la Policía y tengo cinco hermanas». Existen también casos así, de personas que sufren trastornos psicológicos. «Cuando se creó el servicio, decidimos que si encontrábamos a una persona a la que ayudar más profundamente, habría que ponerse en contacto con su parroquia y que tuviera un seguimiento», nos explica el padre Víctor Raúl. El protocolo indica que al día siguiente se localice a esta persona y se le derive a un recurso psiquiátrico si es necesario. No es esa la función del SARCU, pero también presta ayuda de esa manera.

Superar lógicas territoriales

Aunque la llamada proviene de Alicante, Víctor Raúl la atiende igualmente. «Este servicio no se limita a los feligreses de Madrid», nos detalla al colgar. De hecho, dos de cada tres llamadas vienen de fuera y él ya ha ayudado a gente de Barcelona, Granada, Cádiz, Santander, Valencia, Valladolid, Francia y México. Otros curas han atendido a Estados Unidos. Sucede porque el servicio es el primer resultado en Google al buscar «sacerdote emergencia noche». Durante la reunión que el cardenal Cobo tuvo con sus integrantes la semana pasada en el Seminario Conciliar de Madrid, les felicitó por superar las lógicas meramente territoriales y servir a la Iglesia de forma universal. «La conversión pastoral que exige el Papa Francisco pide dar un salto como el que habéis hecho cada uno de vosotros», les dijo entonces.

El arzobispo de Madrid consideró en aquel encuentro que «no podemos permitir que lo que no haga una parroquia ya no lo haga nadie en el territorio». Y pidió a los miembros del servicio «ser pesados» allá donde fueran para encontrar más curas que se sumen al SARCU. A juicio del purpurado, cualquier párroco que no sea capaz por sí mismo de atender 24 horas el teléfono de su iglesia debería sumarse a esta guardia nocturna para «ayudar y dejarse ayudar».

Los sacerdotes de guardia mantienen los oléos a mano por si fuera necesario
Los sacerdotes de guardia mantienen los oléos a mano por si fuera necesario. Foto: Rodrigo Moreno Quicios.

Pablo Genovés, el sacerdote responsable del servicio, agradece las palabras del cardenal. «Es algo que el laicado tiene muy claro; sabe que no es creyente de una parroquia sino allá donde esté, aunque esté comiendo en el Burger King». Pide resolver una «deformación» por la que se entiende que «el cura es la presencia de Cristo en la comunidad y poco menos que el sheriff». De hecho, lleva siete años insistiendo en que «el SARCU no debe ser solo una cosa de curas» y que también necesita laicos como Juan Pedro Mora.

Genovés revela que este servicio dispone de «un acuerdo verbal con el SAMUR de Madrid»; sus miembros han recibido formación para la prevención del suicidio, figuran entre los recursos a los que puede derivar el 112 y las autoridades los podrían movilizar rápidamente tras un atentado u otra catástrofe. «A veces la Iglesia tiene que estar en el mundo más allá de la fe y, si hay un accidente, tengo que estar preparado para no pisarle la manguera al bombero», opina.

Aunque al margen de la creciente coordinación con el mundo civil, como recuerda el padre Víctor Raúl, la razón de ser del SARCU es demostrar a quienes llamen que, «cuando todo el mundo duerme, Dios no descansa y está ahí para llegar al dolor de cada persona».