Santos Montoya: «La fe es la vacuna contra el sinsentido y la desesperanza»
Tras casi una vida en Madrid, los últimos cuatro años como obispo auxiliar, comienza este sábado una nueva tarea pastoral en Calahorra y La Calzada-Logroño
Lleva en Madrid desde los 10 años. ¿Cuesta irse?
Tengo sentimientos encontrados, pero uno se ordena para esto. No elegimos el momento ni el lugar para dar testimonio. Es un pequeño gesto misionero, como el que se pide a tantas personas.
¿Cómo han sido estos cuatro años como obispo auxiliar?
Ha sido un baño de Iglesia. El eje han sido las visitas pastorales y he descubierto la variedad de parroquias, el trabajo de los sacerdotes, la implicación de los laicos y la riqueza de la vida consagrada. Hay grupos y movimientos de los que no tenía ni idea. Se puede tomar cualquier realidad social y en ella habrá alguna entidad de Iglesia. Me he dado cuenta de la necesidad e importancia de escuchar. Además, se me ha encargado el trato con los sacerdotes.
¿Y cómo ha ido?
En la archidiócesis hay 1.700 sacerdotes con encargo pastoral. Me he podido entrevistar con ellos en condiciones normales, no solo al hilo de un problema. Estamos todos muy necesitados de acompañamiento.
¿Qué problemas e inquietudes tienen? ¿Se encuentran solos?
Entre las cuestiones que aparecen cuando hablamos con ellos están el tema de la soledad, el acompañamiento, el cuidado personal. También abordamos las relaciones interpersonales o la oración. Podemos pensar que con la formación recibida en el seminario está todo hecho y que, una vez te imponen las manos, ya lo sabes todo. Pero en todas las profesiones se pide una actualización. Los sacerdotes tienen necesidad de ser acompañados, de juntarse, de desahogarse. Además, hay muchos aspectos, por ejemplo los de gestión, que tienen que aprender.
Me hablaba de escuchar. ¿Debe ser una de las cualidades de un obispo?
Sin duda. Actuar es la consecuencia de saber en qué sentido hacerlo. Tenemos el Evangelio, que es el manual, pero hay que aterrizarlo en una realidad concreta. Por tanto, una de las tareas del obispos debe ser escuchar, atender la realidad. Es lo primero.
¿Le sorprendió el destino?
Es una de las zonas de España donde apenas he estado. Solo fui, hace muchos años, al monasterio de Nuestra Señora de Valvanera.
¿Y ha podido visitarla estas semanas?
He hecho alguna incursión. Es característica, pues la diócesis tiene tres sedes.
¿Seguirá alguna línea de trabajo?
Quiero estar cerca de la gente, pero no solo de los nuestros. El Evangelio ha de ser predicado a los nuestros con el ánimo de pensar en los de fuera. Pero no para ver si somos más, sino para que la gente pueda gozar de la Buena Noticia. Sucede como con una vacuna, que vemos que funciona, pero no todo el mundo tiene acceso a ella. La fe es la vacuna contra el sinsentido, contra la desesperanza, contra la crisis de la vida… Si entendemos que tenemos algo que da sentido a todo, lo egoísta e imperdonable para nosotros sería no compartirlo.
Pero la sociedad hoy es muy poco receptiva a la Iglesia. ¿Cómo hacer esto?
Hay que generar ámbitos de encuentro. Tendremos que sentarnos en muchos lugares para escuchar y ser escuchados. En la política, en la universidad… Lo podemos hacer en círculos concéntricos. No puedo empezar mi ministerio en la sede de un sindicato, lo haré en la catedral, pero eso no significa que ese tenga que ser nuestro ámbito. Ese es el epicentro. El eje es el de la sinodalidad.
¿Va a contar con los laicos para responsabilidades de gobierno?
Creo que en nuestros equipos debe haber laicos. Dicho esto, el laico tiene como misión la transformación de la realidad y lo primero que tiene que hacer es ser buen profesional. Si es médico, ser un buen médico; si es maestro, ser buen maestro, y si es político, ser honesto. Esa es la primera responsabilidad. Si, luego, puede colaborar pastoralmente, estupendo. Decimos que tenemos las agendas cargadas, pero yo pienso en los padres de familia.
¿Cuál va a ser su línea de actuación en materia de abusos?
La del Papa y la CEE, es decir, poner a la víctima en el centro, transparencia, colaboración con las autoridades y pedir la conversión del victimario. No podemos desatender a las víctimas, debemos escucharlas. Me consta que en La Rioja están trabajando. Por tanto, nada de mirar para otro lado y sí acompañar a las víctimas.
Nació el 22 de febrero en La Solana (Ciudad Real), aunque pronto se trasladó a Madrid. En la capital estudió Químicas y descubrió la vocación. En ella también se ordenó sacerdote, el 18 de junio de 2000, y obispo, el 17 de febrero de 2018.
Antes de recibir la mitra fue formador del seminario menor, párroco, director de colegio y viceconsiliario de Acción Católica.