«Santo Tomás ofrece un valioso modelo de armonía entre razón y fe»
Este jueves, día en que la Iglesia celebra la festividad litúrgica de santo Tomás de Aquino, la Universidad Eclesiástica San Dámaso ha organizado un acto académico, presidido por el arzobispo de Madrid y gran canciller de la UESD, monseñor Carlos Osoro Sierra. El aula magna del Seminario Conciliar ha sido el escenario donde, al comienzo del encuentro, Javier Prades ha renovado su cargo como rector por otros cuatro años más. Prades ha dado las gracias por este tiempo que Dios le ha encomendado al servicio de la universidad «a la Junta de Gobierno» y ha pedido perdón «por los errores cometidos». Además, ha instado a los presentes a que «recen por mí un avemaría», para «seguir cumpliendo los estatutos». Hagamos una llamada a la reforma «con amor a la verdad y afecto comunional; es una etapa de asentamiento y es, por tanto, esencial la formación sacerdotal», ha añadido.
Un pilar fundamental de la reforma católica de España
Tras la imposición de la medalla al rector, el doctor Francisco Juan Martínez Rojas, profesor de Historia de la Iglesia y Patrología del seminario diocesano de Jaén, ha impartido una lección magistral sobre Ciencia y recogimiento: la vía de Cisneros para la reforma del clero. En la ponencia, ha destacado la figura de Cisneros, su visión de la reforma del clero y cómo lo cambió con la ciencia y con la piedad. El sacerdote ha destacado cómo Francisco Jiménez de Cisneros «se nos presenta con una modernidad asombrosa en sus planteamientos», tanto «en el gobierno de la nación», como «en su visión de la vida de la Iglesia, de su constante y necesaria renovación, y de su continua reforma». En este sentido, ha señalado que «Cisneros siempre prefirió el sayo franciscano a la púrpura cardenalicia». Finalmente, Martínez Rojas, ha dicho que conforme se estudia más la figura de Cisneros, «más se engrandece su visión histórica» y «se comprueba cómo es uno de los pilares básicos, por no decir el fundamental, de la reforma católica de España».
El santo que abrió caminos
A continuación, el arzobispo de Madrid ha presidido la Eucaristía, que se ha celebrado en la capilla del Seminario Conciliar. En su homilía, ha subrayado que la fiesta de santo Tomás de Aquino «nos hace siempre vislumbrar la misma novedad: un santo que abre caminos y perspectivas». Con su carisma de filosofo y de teólogo, ha subrayado, «ofrece un valioso modelo de armonía entre razón y fe, dimensiones del espíritu humano que se realizan plenamente en el encuentro y en el dialogo entre sí».
«La razón humana respira, se mueve, en un horizonte amplio, abierto, donde puede expresar lo mejor de sí», ha continuado el prelado. Por eso, «esta fiesta tiene un significado muy especial para nosotros», porque «se nos ofrece esa posibilidad de enriquecer, no solo nuestra vida, sino de dar riqueza a esta historia, a los hombres que viven junto a nosotros».
Maestro de diálogo con todos
Urge descubrir de un modo nuevo, ha continuado el arzobispo de Madrid, «la racionalidad humana, abierta a la luz de la palabra de Dios y a su perfecta revelación, que es Jesucristo, el hijo de Dios, que se hizo hombre». Esta urgencia «no solamente se manifiesta en el estudio y el trabajo diario que profesores y alumnos hacéis en la universidad», sino «incluso en la opción misma que habéis hecho muchos de vosotros, prácticamente todos, por acoger la llamada que el Señor os hizo en un momento determinado de vuestra vida para hacer posible que el ser humano no entre en esa esquizofrenia y no limite la razón humana solamente a ver lo que se pueda experimentar».
Por eso, con la clarividente sabiduría de santo Tomás de Aquino, «él logró restaurar una confrontación fructuosa, con el pensamiento de su tiempo», hasta tal punto de que «siempre será considerado un maestro actual de dialogo con las demás culturas y con todas las religiones. La fe mueve a la razón a salir del aislamiento y a apostar por lo que es bello, bueno, verdadero».
«¿Quién soy yo para que me hayas llegar hasta aquí?»
«Os invito a que descubramos en este día y ahondemos en algunos aspectos que me parece que son muy importantes». Especialmente, «la grandeza y la belleza que el pueblo que acoge a Dios adquiere siempre». Así, ha destacado la «maravilla» de podernos preguntar todos lo que pronunciaba la Palabra: «¿Quién soy yo para que me hayas hecho llegar hasta aquí?». Y esto «nos lo deberíamos preguntar todos: obispos, profesores, alumnos… todos. ¿Quiénes somos para que el Señor cumpla su promesa en nuestra vida, para que su palabra tome cuerpo y carne en nuestra existencia?».
Monseñor Osoro ha dicho, además, que «es una alegría para todos nosotros acoger en esta fiesta este modelo de hombre que piensa y que quiere armonizar y dialogar y poner en dialogo al hombre consigo mismo, con los demás y con Dios». Acojamos y descubramos y disfrutemos hoy «de la grandeza y la belleza de esta Iglesia que acoge a Dios» y que «quiere mostrarlo a todos los hombres y no lo quiere hacer de cualquier manera», sino «moviendo a la razón a salir del aislamiento y apostando por lo que es bello, bueno, verdadero, y hacérselo conocer a todos los hombres».
Rastrear, vivir y proponer la Belleza
«Seamos hombres y mujeres que sepamos rastrear, vivir y proponer la Belleza», ha afirmado. «Si hemos recibido la luz, hay que darla, hay que salir, entregarla, anunciarla» y «no solamente con palabras», sino que «esas palabras tienen que responder a nuestra vida». Esto «implica una responsabilidad para todos», porque «la ciencia también hay que hacerla creíble con nuestra vida, con la coherencia de nuestra existencia y, especialmente, en esta universidad donde están los que serán pastores en la Iglesia».
En esta línea, el prelado ha animado a todos a hacer posible «que quienes vienen a nuestras aulas, trabajan, investigan, piensan, enseñan y escuchan sepamos rastrear, vivir y proponer esta Belleza, y a quien da esa Belleza», esa luz «que no se esconde, se muestra».
«Como midamos nosotros, nos medirán los demás»
«Seamos personas que, con nuestra vida, sepamos enseñar la medida verdadera», ha aseverado. Santo Tomás de Aquino «lo supo hacer muy bien, ¡qué clarividencia de sabiduría! ¡Qué fructuosa la confrontación que hizo con el pensamiento de su tiempo! Supo entregar y enseñar la verdadera medida del ser humano, proponiendo con una claridad tan bella y tan grande a la verdadera medida del hombre, que es Jesucristo». Porque, como decía el Evangelio, «como midamos nosotros, nos medirán los demás. Si nosotros enseñamos la medida que el Señor nos ha regalado, seguros tenemos que estar de que esa misma medida nos la devuelva».
El arzobispo ha asegurado que, en este Año de la Misericordia, «qué maravilla sería que todos hiciésemos el compromiso de dar esta medida, pasando por las cuatro estaciones que el papa Francisco nos dice que tenemos que pasar: no juzgar, no condenar, perdonar siempre y dar». Y «lo más difícil es dar la vida, hasta el prestigio de uno mismo, darlo. Esta es la gran invitación que se nos hace». Por eso, «que sepamos enseñar la verdadera alegría del hombre, que es Jesucristo, es todo un reto. Es difícil con nuestras fuerzas, pero es posible con la gracia del Señor, de este Jesús que no tiene inconveniente. Digamos al Señor: «rompe los muros que yo no puedo romper»», ha concluido.