Santa Teresa y sus hermanos - Alfa y Omega

Santa Teresa y sus hermanos

Los siete hermanos varones de santa Teresa de Jesús se embarcaron hacia América, descubierta solo 23 años antes del nacimiento de la Santa. A pesar de la distancia y las grandes dificultades de comunicación, Teresa no dejó de tener un trato continuo con ellos y vivió con gran inquietud todas y cada una de sus hazañas

Asunción Aguirrezábal de Antoñanzas
'Santa Teresa y su hermano Rodrigo intentando construir ermitas', de Juan García de Miranda. Capitanía general de La Coruña
Santa Teresa y su hermano Rodrigo intentando construir ermitas, de Juan García de Miranda. Capitanía general de La Coruña. Foto: delaruecaalapluma.wordpress.com.

Gregorio San Juan, poeta y escritor bilbaíno, nos recuerda que «asomarse a santa Teresa, mujer excepcional, desde el vértigo de este tiempo supone un deseo de calma y de hacer una parada en la historia para recrearse en la contemplación de la verdad inalcanzable».

Corría el año 1515 cuando nace la niña Teresa Sánchez de Cepeda y Ahumada, apenas a 23 años de distancia del insólito acontecimiento del descubrimiento del Nuevo Mundo. El historiador español López de Gómara, nacido en Soria, cronista de la conquista de México a pesar de que nunca atravesó el Atlántico deja escrito «que la mayor cosa, después de la creación del mundo (sacando la encarnación y muerte del que lo creó) es el descubrimiento de las Indias».

Se dice que la infancia es la patria del hombre, cosa que yo no dudo. Nuestra Santa tuvo una infancia con tan estrecha relación familiar de padres y hermanos que seguramente la grandeza de su alma se formó en aquel tiempo que vivió en la Casa de la Moneda.

A la altura de los 50 años nos abre la puerta de su casa para presentarnos a su familia. Recordará en el Libro de la vida: «Era su madre de grandísima honestidad, de harta hermosura y harto entendimiento, etc.». Y de su padre dice que «era hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y aún con sus criados, era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Tenía una biblioteca con buenos libros en romance para que los leyesen sus hijos…».

Don Alonso tuvo de su primer matrimonio dos hijos, María y Juan. Al quedar viudo casó con la jovencísima doña Beatriz de Ahumada, natural de Olmedo, de la que tuvo nueve hijos; siete varones y dos doncellas. Doña Beatriz murió joven.

Algo importante para nosotros es que ella nos cuenta de sus hermanos que «le tenían gran amor». De ellos y de sus vidas daremos cuenta lo más brevemente posible. El apellido de Ahumada, tomado de su madre, lo llevaron sus hermanos Hernando, Antonio, Pedro, Agustín y la benjamina Juana. Los otros, Rodrigo, Teresa, Lorenzo y Jerónimo tomaron de su abuela paterna el apellido de Cepeda.

La pequeña Juana Ahumada, huérfana de madre desde su primer año, fue criada por la Santa en su celda del convento de la Encarnación hasta la edad de matrimoniar. Y aún casada siempre necesitó de su hermana monja.

El único camino, hacerse soldados

Por aquel tiempo se había apoderado de la juventud española un afán por la conquista de nuevas tierras, con grandes ideales o vulgares ambiciones. De la familia formada por don Alonso y doña Beatriz, los siete hijos varones también se fueron a América. La situación económica y decadente de su familia hace que estos jóvenes y otros muchos abulenses salgan de los muros de sus ciudades para navegar hacia las Américas. Otra de las razones que empuja a los hermanos de santa Teresa a «hacer las Américas» es que no han estudiado, no tienen título de bachiller ni licenciatura ni nada que les permita hacer carrera en su tierra. El único camino que les queda según el famoso hispanista Joseph Pérez es el de convertirse en soldados.

Si viajamos actualmente a Ávila y entramos en la ciudad por la puerta conocida como de la Santa, antes llamada de Montenegro, nos encontramos en una plazuela donde se levanta una iglesia y un convento en la casa donde estuvo la de los padres de la Santa y donde ella nació y vivió con sus numerosos hermanos. Si miramos a la izquierda veremos las grandes casas solariegas, casas de piedra berroqueña. Este palacio perteneció al poderoso señor don Blasco Núñez de Vela. Esta familia abulense, vecina y amiga de los Sánchez de Cepeda y Ahumada va a tener una gran relación con la Santa y sus hermanos. Don Francisco, hermano de don Blasco, apadrinó a la niña Teresa cuando nació el 28 de marzo de 1515. Don Blasco fue elegido por el emperador Carlos V como primer virrey de Perú. Los hermanos de la Santa no pudieron viajar con el virrey debido a la grave enfermedad de su padre. Lo hicieron más tarde con el virrey Diego Álvarez de Cueto.

A pesar de la gran distancia que separaba Castilla de las Indias y las grandes dificultades de comunicación que existían en aquel siglo, Teresa no dejó de tener un trato continuo con ellos y vivió con gran inquietud todas y cada una de sus hazañas.

Rodrigo de Cepeda, predilecto de Teresa y compañero de juegos en la infancia, no volverá a ser mencionado en los escritos teresianos. Según la historia viajó a Río de la Plata con la expedición del adelantado Pedro de Mendoza, participó en la fundación de Asunción y de la actual Buenos Aires. Siempre mantuvo los buenos principios de su infancia: «Infierno y gloria son para siempre, siempre y siempre». Su hermana le tenía por mártir cuando fue muerto en Chile.

Fernando de Ahumada, hermano mayor de la Santa, viajó en la nave del Capitán Francisco de Pizarro que llegó a España para dar cuenta a los reyes de sus conquistas, pronto volvió a sus tierras de América.

No explotaron a los indígenas

Hernando luchó como sus hermanos en la batalla de Iñaquitos como alférez real al lado del virrey Núñez de Vela. Pierden la batalla, el virrey es decapitado y arrastrado hasta Quito por el suelo. Cuando sus restos fueron reunidos se le sepultó en la catedral de Quito. Posteriormente se los trasladó a su tierra, Ávila, y así termino la vida del primer virrey de Perú, amigo y vecino de la Casa de la Moneda, hoy convertida en iglesia y convento de los padres carmelitas. Hernando desempeñó cargos de gran responsabilidad. Sobre su tumba en la concatedral de San Juan Bautista se escribió: «Aquí descansan los restos del capitán de Ahumada, hermano de la doctora de la Iglesia santa Teresa de Jesús». La Santa se sintió muy honrada sabiendo que su hermano mayor no explotó a los indígenas ni se enriqueció con los importantes oficios que desempeñó.

Lorenzo de Cepeda viaja a las Indias con sus hermanos Jerónimo y Pedro e igualmente interviene en la batalla de Iñaquitos. Ocupa importantes cargos en Quito. Para alegría de su hermana, prohibió severamente que se sirvieran de los indios como burros de carga, salvando a centenares de ellos de una muerte segura. La correspondencia epistolar de Lorenzo con su hermana fue muy fluida y cercana. Para la fundación del monasterio de San José de Ávila, providencialmente le envió una gran ayuda económica con un mercader amigo.

La relación del Carmelo con las Indias fue siempre muy fuerte. La Santa, con su espíritu misionero, pedía a Dios por los indios mientras su hermano colaboraba con el oro americano en las fundaciones de sus conventos. 34 años después de la separación los dos hermanos volvieron a reunirse. Don Lorenzo de Cepeda encomendó a su hermana la educación de su hija Teresita. De esta forma nació la primera carmelita americana. La Santa y Lorenzo tuvieron una estrecha relación humana y mística y llegaron a compartir de lleno la vida teologal. Le presenta a san Juan de la Cruz y le invita a leer el Libro de la vida y Camino de perfección, así como otros papeles íntimos. Lorenzo de Cepeda está enterrado en una capilla del Convento de San José.

Antonio de Ahumada, quinto hermano de la Santa, a la muerte de su padre viaja también a las Américas con su hermano Agustín, luchando también en la batalla de Iñaquitos con sus demás hermanos. Morirá por las heridas sufridas en la batalla. El sacerdote Gómez Tapia le asiste en el campo de batalla e informa a su hermana de su muerte.

Los que más la preocuparon

Pedro de Ahumada, el desdichado hermano Pedro, viudo, pobre y desalentado, junto a su hermano Lorenzo emprende el regreso a casa. Con su gran inteligencia y su intuición, la madre Teresa en seguida descubre en las rarezas de este una esquizofrenia poco conocida en aquel siglo. Pide a Lorenzo que le ayude a sobrevivir. Para la Santa esto será una preocupación durante toda su vida.

La Santa siguió los pasos de su séptimo hermano, Jerónimo de Cepeda, y supo de los dos hijos que tuvo de soltero. Por carta le pide a Lorenzo que le ayude a regresar de las Américas, y que si puede no deje allí a sus hijos sino que se juntasen todos acá para siempre. No pudo ser, murió en Centroamérica.

Agustín de Ahumada también nace en Ávila y solo tiene 8 años cuando su hermana Teresa entra joven en la Encarnación. Con 19 años va a Perú con el conquistador García de la Gasca. Fue un verdadero «conquistador y aventurero» en todos los sentidos. A Teresa le preocupa mucho la vida azarosa que lleva, y hasta teme por la salvación de su alma. Con su gracejo habitual comenta: «No tiene asiento, que aún no está casado y hoy está de un cabo y mañana a otro». Nosotros diríamos «de la Ceca a la Meca».

Esta es a grandes rasgos la historia de los ocho hermanos de Santa Teresa. Una historia agitada y cargada de aventuras que la Santa vivió entregando todo su amor desde Castilla hasta la otra orilla del Océano.

Asunción Aguirrezábal es autora de Los hermanos de Santa Teresa en América (Monte Carmelo)