22 de diciembre: santa Francisca Javiera Cabrini, «no a Oriente, Cabrini. ¡A Occidente!»
Santa Francisca Javiera Cabrini renunció a sus planes para servir al Señor donde Él quería, no donde ella pensaba. Millones de migrantes en todo el mundo se han beneficiado de ello y la tienen hoy por su patrona
El 22 de diciembre, a las puertas de la Navidad, la página del santoral se abre por la figura de santa Francisca Javiera Cabrini, patrona de los migrantes, en la que se hizo carne la Palabra de Dios al profeta Isaías: «Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son vuestros caminos. Cuanto dista el cielo de la tierra, así distan mis planes de los vuestros». Es lo que vivió la santa italoamericana, a quien Dios llamó a servir a aquellos a los que no pensaba ir.
María Francisca Cabrini nació el 15 de julio de 1850 al sur de Milán. Era la menor de 13 hermanos en el seno de una familia acomodada de agricultores. Su familia era muy piadosa y en casa solían leerse relatos de las misiones, por lo que de niña resolvió hacerse misionera en China; hasta renunció a tomar caramelos cuando le dijeron que en aquel país no existían.
Estudió Magisterio y quiso entrar en varias congregaciones religiosas, pero no la aceptaron debido a su mala salud. Empezó a trabajar en un orfanato y junto a un grupo de compañeras fundó en 1877 la comunidad de las Hermanas Misioneras del Sagrado Corazón, añadiendo a su nombre el de Francisco Javier, el gran misionero de Oriente.
Por aquel entonces, la misión era algo que se consideraba solo para hombres, por lo que aquella nueva fundación se encontró con resistencias incluso dentro de la Iglesia. Sin embargo, esta nueva realidad empezó a crecer y a abrir nuevas casas en Italia. Al principio, debido a su novedad, en el Vaticano intentaron parar su proyecto, hasta que los hechos dieron la razón a la joven religiosa, que logró abrir en la Ciudad Eterna dos casas más para la educación de jóvenes.
«El Papa me envió, me quedo»
Todo hacía presagiar que, después de Roma, el siguiente paso sería embarcar hacia Oriente, obedeciendo a las inquietudes de Cabrini desde niña y siguiendo los pasos de Javier, el patrono de las misiones. Sin embargo, Dios tenía otros planes para ella y para el mundo.
En aquellos días, la sangría migratoria de Italia a América estaba en su apogeo. Había 50.000 italianos solo en Nueva York, buscándose la vida y sin apenas
En aquellos días, la sangría migratoria de Italia a América estaba en su apogeo: había 50.000 italianos solo en Nueva York, buscándose la vida y sin apenas atención religiosa, y en todo el país había más de cuatro millones. Desde Roma sugirieron a las religiosas olvidarse del sueño de Cabrini y emprender el viaje en dirección contraria. La italiana era una mujer fuerte y se resistió. Pidió audiencia con el Papa, y sus palabras la sacaron de dudas: «No hacia Oriente, sino hacia Occidente. Vayan a los Estados Unidos, encontrarán un gran campo de trabajo». Así, el 18 de marzo de 1889, partieron de Italia las primeras seis hermanas junto con su fundadora.
En Nueva York no tuvieron un buen recibimiento, e incluso el obispo les sugirió que se volvieran a su país. «No, monseñor, el Papa me envió aquí y aquí me voy a quedar», le espetó Cabrini. A las pocas semanas ya había puesto en marcha un orfanato y tenía las puertas de su misión abiertas de par en par.
Lo que siguieron fueron casi 30 años fundando orfanatos, escuelas y hospitales, abriendo casas de acogida para familias sin recursos y realizando 24 viajes transoceánicos buscando fondos para sus obras. En 1909 el número de religiosas de la congregación superaba el millar y se habían extendido ya a ocho países de América.
«Esta santa es muy especial aquí en Estados Unidos, sobre todo para aquellos que se quedan atrás en la sociedad», afirma desde el otro lado del océano el padre José Eugenio Hoyos, director del apostolado hispano en la diócesis de Arlington (Virginia), con más 35 años acompañando a los migrantes católicos hispanos en Estados Unidos. De hecho, su nombre figura en multitud de complejos habitacionales para migrantes sin recursos, abiertos hoy a hispanos, asiáticos y africanos. «Cabrini es una voz de gran impacto para entender que hay una madre que los cuida. Ella es un signo para esta comunidad», añade. La fuerza de la madre Cabrini se apagó en Chicago en 1917, en uno de sus innumerables viajes por el territorio americano. Su cuerpo fue llevado a Nueva York y enterrado en la iglesia de la Mother Cabrini High School, para estar cerca de los migrantes a los que atendió toda su vida.
Para el Papa Francisco, Cabrini es modelo «de una verdadera vocación: olvidarse de uno mismo para abandonarse completamente al amor de Dios». «No donde ella quería ir, sino donde Él había preparado para ella el camino del servicio y la santidad», dijo en el centenario de su muerte. Hoy el carisma de la que está considera la patrona de los migrantes «está de extraordinaria actualidad», señala Francisco, «porque los emigrantes necesitan programas de desarrollo, pero también, y sobre todo, amor, amistad y cercanía».
¿Cómo habría actuado santa Francisca Javiera Cabrini ante la actual crisis migratoria? José Eugenio Hoyos responde que «estaría muy descontenta por la forma en que se están manejando la separación de familias, el sufrimiento de los niños y las deportaciones», especialmente en Estados Unidos. «Seguro que ella estaría organizando a las comunidades, doliéndose por todo este sufrimiento y actuando en defensa de los derechos de los migrantes».