San Isidro sigue recibiendo cada día a cientos de fieles
El cardenal Osoro ha presidido este lunes la Misa del peregrino en la colegiata
El arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro, ha presidido este lunes, 11 de julio, la Misa del peregrino en la colegiata de san Isidro que, con motivo del año jubilar, se celebra diariamente a las 12:00 horas. En ella han concelebrado dos sacerdotes argentinos a los que la Providencia los había conducido hasta allí. Monseñor Vicente Zappia (en la imagen, junto al cardenal Osoro) y el padre Sandro Barbante, que regresan el próximo jueves, 14 de julio, a Argentina, después de una peregrinación que los llevó a Roma el día de san Pedro y san Pablo, donde concelebraron con el Papa Francisco, y a visitar a la Virgen de Lourdes.
Con escala estos días en Madrid, habían decidido acudir en la mañana de este lunes a la librería San Pablo y, ya que estaban allí, acercarse a la colegiata a ver a san Isidro, que monseñor Zappia recordaba de otro viaje a la capital. La sorpresa es que han llegado justo para la Misa del peregrino, a la que sumó la «noticia de que venía el cardenal». Y más en un día en que la Iglesia celebra a san Benito, patrón de Europa.
El padre Vicente, de la diócesis Cruz del Eje (provincia argentina de Córdoba), le tiene una devoción especial al santo labrador. Tanto, que «en mi parroquia [Nuestra Señora de Lourdes y San Nicolás de Bari] estamos haciendo una capilla en su honor»; estará el santo en un «barrio pobre en el que hace falta una evangelización grande».
De esto el patrón de Madrid sabe mucho. Lo ha explicado el arzobispo de Madrid en su homilía cuando, refiriéndose al salmo en el que se hablaba de «proclamar la grandeza del Señor», ha asegurado que «esto es lo que hizo san Isidro»: «ensalzó a Jesucristo con su vida». Ha destacado la sencillez y humildad de este «vecino de Madrid, un padre de familia y esposo que supo hacer de su familia una Iglesia doméstica».
Monseñor Zappia se lleva esta idea de vuelta a su diócesis, «el deseo de encontrarnos más profundamente con Jesús, sobre todo en la familia, como hizo san Isidro». Un hombre que, afirma, supo salir de sí mismo «en actitud de caridad y amor». También se lleva el sacerdote mucha «alegría», porque «tras la pandemia hay pena y tristeza». Igualmente «mucha incapacidad de relación», que él ve en el trabajo que realiza como delegado episcopal de Infancia y Adolescencia con los más de 200 niños en riesgo de exclusión con los que trabajan en cinco centros.
La tumba de un santo, lugar de peregrinación
La Misa del peregrino fue impulsada por el arzobispo de Madrid como una de las iniciativas del este Año Santo de san Isidro con motivo del 400 aniversario de la canonización del patrón de Madrid. La Eucaristía «toma como referencia la de Santiago de Compostela», explica Ángel Luis Miralles, párroco de la colegiata, porque toda «tumba de un santo es lugar de peregrinación». Y en la colegiata no hay solo uno, sino dos, porque bajo el sarcófago en el que está la urna que contiene el cuerpo incorrupto del santo madrileño se encuentran también los restos de su esposa, santa María de la Cabeza.
Con la Misa del peregrino se facilita que los asistentes «reciban las gracias» propias del jubileo. Cada día está presidida por un miembro del consejo episcopal: los obispos auxiliares, el arzobispo de Madrid o el arzobispo emérito, cardenal Antonio María Rouco Varela. Junto a la Misa, los peregrinos pueden subir al camarín del santo para venerar sus restos. Cerca de 200 personas pasan cada día; muchos vienen de fuera de Madrid, de pueblos de Castilla y León o Castilla-La Mancha, pero también de Extremadura o Andalucía, sobre todo de la provincia de Jaén, donde hay muchas hermandades dedicadas al patrón de los labradores.
También acude muchas personas de Iberoamérica, que se emocionan especialmente porque «oyeron hablar del santo a sus padres y abuelos». Incluso han llegado en peregrinación desde Alemania, donde hay una cofradía de san Isidro. Lo cuenta uno de los congregantes que atienden el camarín. «También hay gente que viene que no había oído en su vida hablar del santo, y personas que preguntan que cuándo lo han puesto aquí», se sonríe.
O quienes, como Álvaro y Cristina, andaluces, estaban de paseo por el centro de Madrid y han entrado en realidad para ver al Gran Poder y la Macarena. «De casualidad hemos visto que era el año santo» y han subido a venerar los restos del patrón de Madrid. Ni mucho menos cae en saco roto su visita porque ya han dejado a los pies del santo sus intenciones: la familia, los amigos, la paz en Ucrania. «Siempre que estás ante un santo, se pide», resume Cristina.