San Isidro en los versos de Lope - Alfa y Omega

San Isidro en los versos de Lope

Concha D’Olhaberriague
Imagen en procesión de san Isidro Labrador
Foto: Archimadrid / José Luis Bonaño.

En el poema Isidro, de 1599, tributa Lope de Vega un sentido homenaje al patrón de su ciudad. Compuesto por estrofas de cinco versos octosílabos, quintillas, Isidro es una vida del santo dividida en diez cantos que suman 10.000 versos. Comienza con una invocación a la manera virgiliana: «Canto el varón celebrado, / sin armas, letras, ni amor, / que ha de ser un labrador / de mano de Dios labrado, / sujeto de mi labor».

El poeta relata el nacimiento de Isidro, alto y dispuesto, en un hogar humilde; la crianza, la muerte de los padres, la entrada al servicio de Iván de Vargas y el casamiento con María de la Cabeza, trigueña de ojos garzos. Mas la alegría del hogar se ve turbada por la envidia que alcanza a cierto labrador, quien acusa a Isidro de indolencia ante su amo; acude este al campo de labranza por comprobar si es justa la inculpación y, al encontrar a Isidro arando con seis ángeles, le otorga su confianza al tiempo que conoce la envidia del informador.

Nace el niño de María e Isidro y su padrino será Iván de Vargas. A sus expensas se celebra el convite bautismal con mazapán y fuentes de oro. Isidro continúa con sus afanes y, una noche de invierno, con la nieve cubriéndolo todo, le encomiendan llevar trigo a los molinos del amo «por falta de harina y pan». Por el camino, Isidro alimenta a las palomas blancas que encuentra en un árbol con el trigo para la molienda; no obstante, al llegar a su destino halla el costal milagrosamente repleto de grano. Los labradores aguardan a Isidro para el almuerzo; como se rezaga, le apartan su ración sin saber que llegará acompañado de los pobres que ha ido encontrando. Los cofrades le reconvienen por ello; sin embargo, al ir por la comida, ven que la ración ha crecido notablemente.

Dispuesto a la partida de esta vida, Isidro hace testamento breve, se despide de mujer e hijo y se encomienda al Señor. He aquí las palabras con que nos lo cuenta Lope: «El alma, pues, del beato / Isidro que en Dios murió, / al cielo empíreo subió, / con el triunfo y aparato / que su Custodio ordenó».

Además de este poemario, el autor nos legó otra composición escrita para la Justa poética celebrada en 1619, con motivo la canonización del patrón de Madrid.