San Dámaso comienza el curso en clave de comunión, sinodalidad y amor
La pandemia, advirtió el cardenal Osoro en la inauguración, ha hecho «verificar que los planes de Dios no son nuestros».
La Universidad San Dámaso celebró el martes, 6 de octubre, los actos de inauguración del curso académico, que arrancaron con una solemne Eucaristía en la catedral de la Almudena presidida por el arzobispo de Madrid, cardenal Carlos Osoro. En una homilía centrada en la comunión y la sinodalidad, «más necesarias que nunca», el purpurado recordó que «los egoísmos individuales o de grupo, las rigideces ideológicas, alimentan todo lo contrario, son siempre estructuras de pecado». Comunión y sinodalidad suponen «crear una nueva mentalidad que nos haga pensar en términos de comunidad, de Iglesia». «No es solo cuestión de ayudarnos unos a otros», sino «algo distinto» para lo que se necesitan «raíces fuertes».
Por eso, alertó del síndrome de Babel, que se produce cuando no se sabe «hacer camino andando juntos y dándonos la mano». «Diametralmente opuesto a Babel es Pentecostés», que supone el impulso del Espíritu Santo a la comunidad a «salir de sí misma, a anunciar a todos a Jesús». «El Espíritu crea la unidad en la diversidad –añadió el arzobispo de Madrid–, crea armonía», justo lo que no había en la historia de la torre de Babel. «El hombre era un mero instrumento, mera fuerza de trabajo», pero en Pentecostés cada persona pasa a ser un «instrumento comunitario que participa con todo su ser en la edificación de la comunidad y en la manera de sacar adelante este proyecto precioso de la Iglesia que tenemos aquí en Madrid que es la Universidad Eclesiástica de San Dámaso».
La diversidad en la sinodalidad posee, explicó el cardenal Osoro, «los anticuerpos, que tanta validez tienen en estos momentos, para que la singularidad de cada uno, que es un don único e irrepetible, no se enferme en el individualismo, en el egoísmo». De la crisis que tenemos «no se sale igual que antes», recordó utilizando palabras del Papa Francisco. «De una crisis se sale mejor o peor, tenemos que elegir nosotros».
Entrar en los planes de Dios
La pandemia, advirtió el cardenal Osoro, ha hecho «verificar que los planes de Dios no son nuestros, y tenemos que entrar en los planes de Dios». Prueba de ello fue el cambio de formato en el resto de los actos inaugurales académicos que se desarrollaron en el salón de actos del Seminario Conciliar de Madrid y se difundieron online para garantizar las medidas de seguridad relativas al aforo.
El rector de la Universidad San Dámaso, Javier Prades, subrayó en su discurso inicial que la pandemia del coronavirus «nos sigue afectando con una intensidad y duración que no sospechábamos», una circunstancia que llama a «proponer una lectura cristiana de la historia». La situación es una «provocación», definió, ya que «nos pone delante una llamada, una interrogación y nos pide una respuesta». Reconociendo un «clima social y político con signos preocupantes de división y tensión», sumados a una «polarización que puede alejarnos del camino de reconciliación y convivencia pacífica» disfrutados durante tantos años, el rector expresó el deseo de «que la tarea educativa y formación espiritual que proporcionemos en San Dámaso ayuden a crecer en esos valores decisivos para custodiar el bien práctico que es la vida en común».
La lección inaugural corrió a cargo de Ignacio Carbajosa, profesor de Teología, y versó sobre Hebraica veritas versus Septuaginta auctoritatem. ¿Existe un texto canónico del Antiguo Testamento? El profesor comenzó su disertación con san Jerónimo y su obra de revisión y traducción de los textos del Antiguo Testamento desde los originales hebreos, que «le obligó a enfrentarse a cuestiones textuales relativas a la Sagrada Escritura que todavía hoy son objeto de discusión».
Traducir desde el texto original o utilizar traducciones de traducciones fue motivo de importantes desacuerdos entre Agustín (defensor del principio septuaginta auctoritas) y Jerónimo (hebraica veritas) a tenor de lo expresado en su correspondencia epistolar, de la que el profesor dio cuenta en su lección. Para Jerónimo, habría que traducir desde los textos hebreos en los que se ha vertido originalmente la «verdad». El obispo de Hipona, por su parte, defendía que la Iglesia no puede separarse del texto griego que posee la «autoridad» de los apóstoles. El corazón del problema para él era considerar cuál era la traducción que ostentaba dicha autoridad.
El profesor Carbajosa analizó las razones a favor y los puntos débiles de las argumentaciones de ambos postulados y explicó el momento en el que la Iglesia dijo una palabra firme en este debate. Fue en el Concilio de Trento, en la sesión del 8 de abril de 1546, cuando se manifestó: «Si alguien no acoge como sagrados y canónicos estos libros íntegros y con todas sus partes, tal y como se ha acostumbrado a leerlos en la Iglesia católica y como se hallan en la antigua edición latina Vulgata, y con plena conciencia desprecia las mencionadas tradiciones: sea anatema».
La Vulgata (impuesta en Occidente desde hacía varios siglos) en la versión que tenían sobre la mesa los padres conciliares no era «ni mucho menos la Biblia que Jerónimo hubiera deseado», explicó Carbajosa. Pero además, «en su configuración jugó un papel importante la septuaginta auctoritas». Por tanto, conjugando los dos principios en lucha, «se presenta como una obra de síntesis».
El cardenal Osoro concluyó el acto identificando a Jesucristo como el «maestro verdadero del amor de Dios», un amor «que es curativo para todas las situaciones de los hombres». «Por tanto, ¿cómo no educar para amar?», se preguntó, y animó a la universidad a proponer este amor, enseñando a descubrirlo y a contemplarlo.