«Salir al espacio lleva implícito un mensaje de fraternidad»
Arranca la misión espacial Artemis, que aspira a volver a llevar a los hombres a la luna e incluso a Marte. «Artemis nos enseña que podemos colaborar entre todos», explica Juan Manuel Díaz.
El 20 de julio de 1969 Neil Armstrong dio ese «pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad» y se convirtió en el primer hombre en la historia en pisar la Luna. Después de él, otros once astronautas más lo consiguieron. Pero desde el 17 de diciembre de 1972, cuando Eugene Andrew Cernan abandonó el satélite, ningún otro ser humano ha vuelto a dejar su huella sobre el polvo lunar. Hasta ahora.
«En noviembre se va a dar inicio al programa Artemis, que es el programa de la NASA para volver a enviar hombres a la Luna y, posteriormente, en algún momento de la próxima década, a Marte», explica Juan Manuel Díaz Parrondo, periodista especializado en información relacionada con la exploración del espacio.
La misión Artemis 1 partirá desde la estación espacial de Cabo Cañaveral, «aunque este primer viaje será no tripulado. Se trata de una misión de prueba que tiene previsto dar una vuelta entera al satélite». Posteriormente, a lo largo de 2022 y 2023, «se desarrollarán nuevas incursiones hasta llegar a 2024, que es cuando se estima que haya una misión tripulada que regrese a la Luna 50 años después».
Mensaje de fraternidad
El nuevo alunizaje se trata de un nuevo hito en la historia, que, además, contiene un potente mensaje de fraternidad. «Parece una misión imposible, algo muy complicado a nivel técnico, pero la clave está en el esfuerzo conjunto de muchas personas, de muchos países, que juntos pueden convertir en posible lo imposible», subraya Díaz Parrondo. Y esto se puede extrapolar a otros ámbitos internacionales, donde quizá haya un problema que parece de difícil solución. «Artemis nos enseña que podemos colaborar entre todos, con esfuerzo, y poner solución a las situaciones más complejas», añade.
La prueba la tenemos en la pandemia, que ha causado estragos a nivel mundial. Sin embargo, «no deja de ser un logro enorme que la humanidad haya conseguido desarrollar vacunas contra la COVID-19 en apenas dos años, que nos están ayudando a derrotar al virus en muchas partes del mundo». La misión Artemis es algo parecido, sostiene el periodista. «Es un sueño bonito que podemos lograr entre todos». Incluida España, que como país miembro de la Agencia Espacial Europea está contribuyendo en el desarrollo de la cápsula Orion, que es donde van a ir los tripulantes.
El mensaje «suena mucho al Papa Francisco y a Fratelli tutti». De hecho, «salir de nuestro planeta y poder llegar a otros mundos, con el objetivo de conocerlos mejor o de incluso vivir allí», lleva implícito el mensaje de que «todos somos hermanos, de que pertenecemos a una sola humanidad».
Un mundo mejor
Además del mensaje de fraternidad, «el programa Artemis nos permite soñar con un mundo mejor», defiende Díaz Parrondo. «Va a desarrollar en el futuro tecnologías que van a permitir vivir mejor a mucha gente». Por otro lado, «el proyecto está generando muchísimo empleo. Hay infinidad de familias que están viviendo de este programa».
De esta forma, el periodista sale al paso de quienes opinan que se trata de un despilfarro de dinero y que con lo que cuesta se podría ayudar a los más necesitados. Pero «el debate no hay que plantearlo como una dicotomía. No hay necesidad de parar la misión para construir un mundo más solidario, se pueden hacer las dos cosas al mismo tiempo».
Posición de la Iglesia
Por último, el especialista en información relacionada con la exploración del espacio subraya el papel de la Iglesia en este ámbito. «Casos como el de Galileo o Giordano Bruno han provocado que la gente piense en la Iglesia como una institución retrógrada que está en contra de la ciencia, pero es absolutamente lo contrario», asegura Díaz Parrondo. «No ha habido institución en la historia de la humanidad que haya promovido más la ciencia que la Iglesia católica», y «ahí están las universidades católicas de todo el mundo» a modo de ejemplo.
Además, «hay muchísimos astrónomos que tienen unas convicciones muy profundas basadas en su fe». Tanto es así que incluso el descubridor de la teoría del Big Bang era un sacerdote belga, Georges Lemaitre. La Iglesia, concluye, «está muy a favor de conocer mejor el mundo que Dios ha creado y del que nosotros formamos parte».