Sacerdote fallecido por COVID-19: «No tengáis miedo. Estamos en manos de Dios. Nos vemos allí»
Cirillo Longo, el sacerdote cuya imagen triunfante pocas horas antes de morir se ha hecho viral estos días, vivió los momentos más difíciles del COVID-19 como había vivido: con esperanza y animando a todos a seguir adelante con ánimo y a confiarse a la Virgen en el rezo del rosario
En las últimas horas se ha vuelto viral la foto de un sacerdote ingresado en un hospital, con los brazos alzados en señal de triunfo y un rosario colgando del hombro. Se trata de Cirillo Longo, fundador del centro Don Orione (Cottolengo) de Bérgamo; y la imagen de triunfo no se debe a que hubiera superado la enfermedad. Al contrario: murió poco después, el 19 de marzo.
Sus últimas palabras fueron: «No tengáis miedo, porque todos estamos en manos de Dios. Nos vemos allí». La semana que había estado ingresado fue un calvario, según quienes lo conocían. Sin embargo, su esperanza y su fe conmovieron y animaron a todos los enfermos y el personal sanitario de la zona del hospital donde se encontraba.
«Estaba siempre lleno de vida, a pesar de tener 95 años», recuerda Elena Venni, trabajadora del centro, en declaraciones a Vatican News. Venni recuerda cómo, hace unos años, esta vitalidad lo ayudó a superar, sin grandes secuelas, una fractura de fémur. Ese mismo ánimo lo transmitía a los demás en sus visitas, en las que siempre lograba consolar a quienes sufrían por cualquier contratiempo o problema. «Nos daba fuerza», con palabras de ánimo que, como durante su ingreso, intercalaba con la exhortación frecuente a rezar el rosario, pues «era un enamorado de la Virgen».
«Seguirá siendo una institución»
Religioso de la Pequeña Obra de la Divina Providencia, su vocación estuvo marcada por el hecho de haber conocido, en su adolescencia a san Luis Orione. Pocos años después ingresó en su congregación, cuyos centros para personas con discapacidad grave (conocidos habitualmente como Cottolengos) había visitado en todo el mundo. El testimonio de don Cirillo se incluyó en la Causa de don Orione, que en 2004 culminó en su canonización.
En estos días, el centro Don Orione de Bérgamo, una de las ciudades italianas más golpeadas por la pandemia, llora la muerte de otros tres sacerdotes. Pero el más recordado será sin duda el padre Longo, que lo puso en marcha. «Es y seguirá siendo una institución, conocidísimo y estimado en todo el territorio bergamasco», afirman desde el Cottolengo en una nota difundida estos días.
El texto destaca «su espíritu combativo (como demuestra la fotografía), su determinación y su creatividad», que siempre les espoleaban. Aunque, en un plano más humano, la impresión con la que se quedarán la mayoría es «el alegre silbido con el que anunciaba su presencia, tanto durante el día como en sus visitas al personal del turno de noche».
Un legado que Elena Venni describe con dos palabras: «esperanza, junto con oración». Sin ser «una persona a la que solo se veía en la Iglesia o que venía y te soltaba una prédica», lograba «hacerte comprender que hay algo grande en lo que creer, y que vivir en la fe te hace mejor y te puede ayudar en muchas ocasiones. Esta era su principal característica».
Vatican News / Redacción