La vulnerabilidad y el cuidado son temas de mucha relevancia en el mundo en que vivimos. Nos encontramos expuestos de modo constante a la incertidumbre y nos afanamos en controlar lo que pensamos que es nuestro destino. En este contexto, la experiencia de la vulnerabilidad propia y ajena, y la necesidad del cuidado, se muestran claramente paradójicos con ese anhelo nuestro de controlar el futuro.
Para adentrarnos en ese bosque complejo de la vulnerabilidad hemos encontrado un autor especialmente importante que nos puede servir de guía: Alasdair MacIntyre. Este filósofo moral británico se hizo famoso cuando publicó el conocido libro Tras la virtud (1981). Esta obra y otras posteriores, especialmente Animales racionales y dependientes (2001), nos han aportado las ideas fundamentales para escribir el libro Corporalidad, tecnología y deseo de salvación: apuntes para una antropología de la vulnerabilidad, publicado en la editorial Dykinson (2024). El mensaje nuclear de nuestro estudio es que la fragilidad del ser humano es un elemento vertebral en su desarrollo psicobiológico, y por tanto también en su actuar ético o moral.
En este sentido, el análisis de la vulnerabilidad humana en Corporalidad, tecnología y deseo de salvación se hace en vista al desarrollo de una «antropología de la vulnerabilidad». Se trata de una propuesta finalista —teleológica— de la fragilidad humana que parte del estudio de su corporalidad para alcanzar planteamientos filosóficos sobre nuestro sentido de existir en el mundo. Esto no quiere decir que se llegue a los fundamentos del sentido espiritual del hombre desde el estudio de la materia, sino que, desde la idea de la unidad humana de materia y espíritu (antropología), es posible indagar en los elementos corporales que hacen posible las manifestaciones de su libertad y, por tanto, de su acción y expresión en la acción del ser humano y de su hacer ético.
Entonces, ¿cuál es el papel de la vulnerabilidad en la forja de una vida plena de sentido? Pensamos que dicha fragilidad deber ser incorporada como un elemento esencial de la reflexión personal y social sobre quién es el ser humano, y cómo este conduce su vida, ya que dicha vulnerabilidad no puede ser separada de los fines de su existencia. Una vez que el ser humano descubre de modo natural el sentido de la vulnerabilidad propia y ajena, es capaz de abrirse al desarrollo de una serie de virtudes, que, como resultado, llevan a la culminación de una vida realizada. No es el camino más fácil, pero sí el más directo a esa existencia llena de sentido.
La antropología teleológica que proponemos para el estudio de la vulnerabilidad se distingue de otras alternativas que tienden al «emotivismo», entendido como el encubrimiento de los fines naturales de la vida del ser humano que arrojan luz a nuestro actuar moral. Tales planteamientos terminan por decantar en un «individualismo» en el que predomina el carácter funcional de los elementos culturales comunitarios, tales como la tecnología, como «medio para un fin», disminuyendo su valor real hasta convertirlos en meros instrumentos para alcanzar un estado emocional agradable. De este modo, se oscurece la bondad que posee la dimensión material de la vida y el valor positivo que encarna la fragilidad de la corporalidad humana vivida en un entorno social.
En consecuencia, la visión «emotivista» de la vulnerabilidad podría pasar por alto el inmenso valor del ofrecimiento personal de la propia vida como servicio al prójimo, es decir, como donación decidida y perseverante de uno mismo cuando nos encontramos frente a la condición de necesidad y dependencia de los demás. Por esto, en el marco de la vulnerabilidad humana, reflexionar sobre los fines de la propia vida, y cómo estos se integran en las vidas de quienes comparten nuestra existencia, ofrece una fecundidad con mucho recorrido para el desarrollo de virtudes como la generosidad y la misericordia.
Por esto, afirmamos en Corporalidad, tecnología y deseo de salvación que el ser humano virtuoso es aquel que es capaz de incorporar, en su juicio y acción morales, tanto su propia vulnerabilidad como la presente en los demás. De este modo, la contingencia de su psicobiología no es un simple elemento añadido de forma extrínseca a la virtud humana, sino una condición indispensable para que esta se desarrolle en la persona. Así, nuestro estudio de la vulnerabilidad se concentra especialmente en la corporalidad del ser humano y en su inherente vínculo con las virtudes morales. No pretendemos agotar este tema, sino establecer un punto de partida antropológico.
Todo esto nos lleva a reflexionar sobre el deseo humano de salvación. Desde la perspectiva cristiana, la respuesta definitiva a esta propuesta se ofrece en la Revelación que estudia la teología. Sin embargo, desde la filosofía, este deseo de salvación puede ser considerado como un anhelo humano de trascendencia inherente a su naturaleza racional, en sus aspectos corporal y espiritual, puesto que busca en su existencia lo que está más allá de la manifestación biológica de una vida vulnerable.
El ser humano se ve necesitado de ser salvado por medio de la conciencia de su dependencia de los demás, es decir, por la experiencia unitaria de su vulnerabilidad, que integra también su condición de ser social y religioso. Queda así establecida la natural apertura humana a la salvación obrada por un Dios bueno y omnipotente, capaz de enseñarnos el profundo significado de la vulnerabilidad desde su propia corporalidad.