Rutilio Grande, mártir y modelo para la Iglesia latinoamericana
El Papa reconoció este sábado el martirio de Rutilio Grande SJ, asesinado por odio a la fe en 1977 al «reaccionar con su palabra» ante la violencia ejercida en El Salvador contra los más débiles, asegura el postulador general de los jesuitas, Pascual Cebollada. «Es un modelo para los sacerdotes de todos los países latinoamericanos que están viviendo una situación complicada», añade monseñor Urrutia, vicepostulador de la causa de Grande
El jesuita Rutilio Grande murió mártir. Así lo certificó el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos, firmado el pasado sábado, 22 de febrero, por el Papa, en el que se lee que el sacerdote salvadoreño fue asesinado «por odio a la fe el 12 de marzo de 1977». Concretamente, fue acribillado a balazos cuando se dirigía en coche hacia el Paisnal para celebrar Misa. Iba acompañado por el monaguillo de 16 años Nelson Lemus y un colaborador de 72 años, Manuel Solórzano, cuyo martirio también ha sido reconocido por el Vaticano.
Al ser declarados mártires no hace falta documentar ningún milagro para su beatificación, que llegará próximamente, aunque «todavía no se haya establecido ningún lugar ni fecha posible», asegura Pascual Cebollada. El postulador general de la Compañía de Jesús espera, sin embargo, que esta «se pueda celebrar en algún momento después del verano, antes de que acabe el 2020».
De esta forma, el reconocimiento martirial llega a Grande y a sus compañeros en un tiempo récord. A pesar de haber sido asesinados al final de la década de los 70 por los escuadrones de la muerte salvadoreños, no fue hasta 2015 cuando se abrió oficialmente su causa de canonización, y «cinco años no es absolutamente nada, acostumbrados a los ritmos de gestión de este tipo de cosas», certifica Cebollada. Particularmente, «me ha llamado mucho la atención la rapidez» y que «ninguno de los estamentos encargados del estudio de la causa haya expresado ninguna objeción. Ha sido un reconocimiento muy claro».
Pero más allá de la premura, al postulador jesuita le impresiona sobre este caso «la docilidad con la que Rutilio se fue dejando llevar por el Espíritu Santo» y, sobre todo, su determinación contra la violencia, a pesar de no ser más que un párroco. «Él no fue alguien especialmente conocido en su época, como sí fue su gran amigo monseñor Óscar Romero, arzobispo de San Salvador», que también acabó martirizado. Rutilio «tan solo fue un sacerdote que, en el momento en el que ve que se está empezando a perseguir y asesinar a gente débil, pobre, tratada injustamente y que no tiene medios para defenderse, reacciona con su palabra, y esto le acaba costando la vida», rememora Cebollada.
Rutilio, modelo de sacerdote
Precisamente, El Salvador vuelve a vivir un momento convulso. Todavía no ha pasado ni un mes desde que el presidente Nayib Bukele entrara en la Asamblea Legislativa acompañado de un grupo de militares uniformados que portaban armas automáticas. En este contexto se ha producido el reconocimiento del martirio de Grande, «que nos hace darnos cuenta de que no podemos continuar en confrontaciones, sino que debemos buscar la paz, el diálogo de forma conjunta», pide monseñor Rafael Urrutia, vicepostulador de la causa junto al padre Edwin Henríquez y canciller de la Curia de San Salvador.
Más allá de las fronteras salvadoreñas, ante situaciones como las que están viviendo países como Venezuela o Nicaragua, el próximo beato –y también san Óscar Romero– «son un claro modelo para los sacerdotes y los obispos de todos los países latinoamericanos que están viviendo una situación complicada». «Rutilio y Romero lanzan el mensaje de que es preciso permanecer ahí. Hay que ser sal de la tierra y luz del mundo en esas circunstancias, si no la sal se vuelve sosa y no sirve para nada», concluye Urrutia.
Francisco también autorizó a la Congregación para las Causas de los Santos a promulgar el decreto que reconoce el milagro atribuido a Carlo Acutis, que murió en 2006 con tan solo 15 años. Al conocer que tenía leucemia, el joven, que ahora será declarado beato, ofreció sus sufrimientos por el Papa y la Iglesia católica.
Asimismo, el Papa aprobó un milagro por intercesión de la religiosa italiana Maria Francesca di Gesù, fundadora de las Hermanas Terciarias Capuchinas de Loano, que será declarada santa, al igual que el beato Lázaro, un laico de alta posición social que fue martirizado en la India en 1752 por haberse convertido al cristianismo.
Por último, el Santo Padre reconoció las virtudes heroicas –se convertirán por lo tanto en venerables siervos de Dios–, del fundador de la Congregación de las Hermanas Siervas de los Dolores Emilio Venturini; del sacerdote italiano Pirro Scavizzi; de Emilio Recchia, sacerdote profeso de la Congregación de los Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo, y del laico chileno Mario Hiriart Pulido.