Rosa María Abad León: «Ahí voy a estar para lo que sea. Por ejemplo, ir a las parroquias a ayudar»
El Papa Francisco otorgará este domingo el ministerio de catequista a un grupo procedente de todo el mundo. Entre ellos está la madrileña Rosa María Abad León
El Vaticano insiste en que este ministerio tiene «un fuerte valor vocacional». ¿Cómo fue su llamada?
Yo había estado dos años en Cáritas, pero lo dejé. Hace diez años pasé por la parroquia del Santísimo Cristo de la Victoria y pregunté al párroco en qué otra cosa podía ayudar. Me dijo que de catequista. Cuando me encontré con mi primer grupo, de diez niñas, empecé a hablarles de Dios, nuestro Padre que nos quiere mucho. Una me interrumpió: «Es que mi papá me quemaba con cigarros». Eran niñas acogidas por la Comunidad de Madrid. Me di cuenta de que el Catecismo no valía. Empecé a ganarme su confianza y dejé que me fueran diciendo cómo entendían el amor, para así llevarlas a Dios y a Jesús, que vieran que el amor está ahí a pesar de lo que pasara con sus padres aquí. El día de su Comunión fue precioso.
Forma parte también del Equipo de Expertos de la Delegación de Catequesis de Madrid.
Me di cuenta de que para hablar de los Evangelios tenía que prepararme. Además no todos los niños son iguales, ni se llega a todos los adolescentes de la misma manera. Lo que te funciona muy bien con un grupo no conecta con otro. Hay que saber de dónde vienen los niños inmigrantes, qué mundo viven sus padres. Cuanto más aprendo, más me queda. Empecé a ir a la formación de la Delegación de Catequesis y a colaborar con la revista Catequistas, y cuando alguien dejó el equipo me llamaron. Siempre me pregunto qué hago ahí, con la gente tan preparada que hay. Me responden que yo les pongo los pies en la tierra porque les digo qué llega a las parroquias.
No todos los que dan iniciación cristiana recibirán el ministerio. Se habla de una función de promoción y coordinación. ¿Qué espera usted?
Es algo muy nuevo y no sé aún del todo qué va a suponer. Pero tengo grabado el Evangelio del joven rico. Si Jesús me llama le voy a decir que sí, e intentaré hacerlo lo mejor que pueda. Pertenezco a la Iglesia, y ahí voy a estar para ayudar en lo que sea. Por ejemplo, si tengo que ir a las parroquias a ayudar. ¿Que me va a suponer más? Dios me ha puesto ahí porque puedo darlo. Y si tengo que hacer algo que no sé, aprenderé. Ser catequista no es solo ir a la parroquia un día a la semana, te transforma.
¿Cómo la ha transformado a usted?
Tengo el mismo trabajo, la misma casa y los mismos amigos. Pero Dios entra a saco en tu vida y cambia tu forma de afrontar los problemas y de empatizar con los demás. Para ser catequista, primero tienes que tener una relación muy cercana y profunda con Dios, confiar en Él incluso en lo que no entiendes. También intento ponerme en el lugar de los demás y ser menos radical. Así, aunque todos tenemos días malos, en el fondo estoy siempre feliz. Los tres pilares del catequista son la relación con Dios, la formación y saber que no estamos solos, que formamos parte de la Iglesia.
En los países de misión esta figura, entendida como ministerio, existe desde hace tiempo. ¿Qué podemos aprender de ellos?
Muchísimo. Hacen una labor increíble, y me merecen el mayor respeto. Me ayuda a ser humilde, porque yo no sé si sería capaz. Veo su capacidad de sacrificio y el amor que tienen dentro para ir cada semana a tres o cuatro aldeas alejadas y darlo todo por la gente. Ojalá fuéramos todos así y dejáramos de lado ese egoísmo del primer mundo.
Este ministerio llega poco después de la aprobación del nuevo Directorio para la Catequesis, en 2020. ¿Cree que hay detrás una intención del Papa que une ambas iniciativas?
El Papa lleva tiempo diciendo que para la Iglesia es muy importante la labor de los laicos y la de los catequistas. Nos está pidiendo que nos demos al cien por cien, porque Dios nos espera en cada hombre y hay que encontrar la manera de que se dé cuenta de ello. Lo mismo nos dijo el cardenal Osoro en el comienzo de curso: «Si hay que ir de puerta en puerta, se va de puerta en puerta». Insistió en ello en el encuentro que tuvimos con él el 14 de enero, junto con la idea de que la catequesis tiene que empezar en el corazón.
¿Hacia dónde camina la catequesis?
La sociedad está evolucionando y tenemos que aprender mucho, tener imaginación y abrirnos. Pero también saber lo que estamos haciendo y no perder el norte. La Iglesia no es un parque temático. En el siglo XXI Dios es el mismo, pero no se puede hacer llegar a Él a todos de la manera que lo hice yo, en una familia católica tradicional. Ahora hay muchas desestructuradas. Los niños están metidos en las nuevas tecnologías, y en ellas hay una parte que está bien saber aprovechar. Aprender sus formas de lenguaje, sus formas de moverse, es una puerta para transmitirles los valores cristianos y hacerles ver lo que es el ser humano de verdad, que no todo vale por un like, que como personas tenemos algo más y que Dios sigue estando ahí.
Para el rito de institución de catequistas presidido por el Papa Francisco, junto con el del ministerio de lector, se ha elegido el Domingo de la Palabra de Dios, este 23 de enero. Se trata de la tercera edición de esta jornada, convocada por el Santo Padre en 2019 «para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo».