Si tuviera que describir la película Romería con una palabra, diría que es azul. Azul intenso, en todas sus variantes. El tercer largometraje de Carla Simón, que cierra el ciclo de su trinomio autobiográfico, es un canto a la vida y a la muerte, que empieza y acaba en el mar. Marina (inspirada en la propia historia vital de la directora) viaja a Vigo al cumplir los 18 años para visitar a su familia paterna.
Azul, como los ojos de Marina: en Romería, la mirada azul de Llúcia Garcia, que encarna a Marina, refleja la curiosidad íntima de Carla Simón. La directora proyecta en su protagonista una búsqueda que es también la suya: la necesidad de recomponer una historia quebrada por la temprana pérdida de sus padres y marcada por la complejidad de una familia extensa. Si en Verano 1993 retrataba esa pérdida desde los ojos de una niña —ella misma— y en Alcarràs se adentraba en la familia de su madre adoptiva, ahora pone el foco en la de su padre biológico, originario de Vigo.
Azul como el mar de Vigo: «Me gusta este mar» es la frase que Marina lee en el diario de su madre y adopta como mantra, repetido visualmente a lo largo de la cinta. Escoger Vigo no fue casual: allí vivieron sus padres y allí Simón buscó las huellas de una historia entrelazada con la movida ochentera. La ciudad, con su vitalidad cultural y su memoria aún visible, ofrecía un escenario cargado de resonancias íntimas y colectivas.
El mar, siempre presente, actúa como metáfora de una memoria inestable: azul y profundo, horizonte y ausencia a la vez. Los ensayos, concebidos como improvisaciones, permitieron al reparto habitar esa atmósfera, impregnarse de un tiempo que no habían vivido pero que se convirtió en recuerdo compartido. Filmar en Vigo fue para Simón un gesto de reparación y también un regreso: rodar en azul para reconciliarse con el pasado.
Azul, el color de lo divino: aunque su familia adoptiva es atea y ella fue educada así, la cineasta introduce siempre algún destello religioso. En Verano 1993, Frida contemplaba la estampita que su abuela le dio para rezar el padrenuestro. En Romería, más allá del título, regresa un símbolo católico: la Virgen del Carmen sobre una barca en la fiesta marinera del 16 de julio. El nombre mismo de la película alude a un viaje, a una peregrinación interior de Marina hacia la memoria de sus padres.
Azul, como la obra de Rubén Darío que simbolizó la llegada del modernismo a la literatura hispanoamericana, abriendo una nueva sensibilidad. Simón, en su tercer filme, también rompe moldes: abandona el estilo austero y naturalista de su cine para explorar un territorio más libre, cercano a la imaginación y la ensoñación. Esta cinta no se aferra al realismo, sino que adopta una estructura episódica y fragmentaria, como si siguiera los vaivenes de la memoria de Marina. Lo que no se puede recuperar fielmente se transforma en invención, en imágenes que dialogan con la fantasía tanto como con el recuerdo.
Carla Simón
España
2025
Drama
+18 años