Rocío, matrona y voluntaria de Cáritas: «Mi profesión me permite intentar mejorar el mundo»
Rocío no buscó ser voluntaria de Cáritas, fueron su profesión y su disponibilidad lo que la llevaron, sin quererlo, hasta el Hogar Santa Bárbara para mujeres embarazadas, solas y sin recursos. Rocío tiene 29 años, es matrona en La Paz y tenía las respuestas. Por eso ahora reparte su tiempo y conocimientos entre el hogar y el hospital. «Yo aprendo en los dos sitios y lo que me aporta cada uno lo aplico en el otro para intentar hacer que el mundo sea mejor», explica sobre su labor
¿Cuál es tu misión en el hogar?
Las mujeres vienen en una situación muy vulnerable: embarazadas y solas. Van a tener un niño y no tienen familia ni muchas veces amigas en quien apoyarse o a quienes preguntar sus dudas. Aquí lo encuentran todo. Yo vengo periódicamente para hacer con ellas talleres de primeros cuidados o de primeros auxilios para recién nacidos. También hemos hecho de sexualidad. Pero sobre todo, vengo a resolver las preguntas que les da vergüenza o miedo hacer en los centros de salud.
¿Por qué decidiste hacer este voluntariado?
Yo no lo busqué, fue mi madre la que me introdujo. Ella colabora en este hogar de Cáritas como voluntaria, y cada vez que alguna de las chicas tenía alguna duda sobre la crianza de los bebés mi madre me llamaba por teléfono. Al final acabé proponiendo convertir esas llamadas en talleres periódicos (porque aquí están hasta que sus niños cumplen 6 meses), que han funcionado muy bien desde el principio: lejos de estar retraídas y tímidas como suelen estar las mujeres en su situación, en las charlas que imparto todas intervienen, preguntan y opinan.
¿Qué diferencia hay entre los talleres que das en el hogar y los cursos de preparación al parto que has podido impartir en Atención Primaria?
La falta de tiempo en los Centros de Atención Primaria hace que los cursos sean impersonales y apresurados. No tenemos tiempo de adaptarlos a quienes tenemos delante. Yo aquí, sin la presión asistencial, puedo darlos generando empatía. Y sin mirar el reloj. También son diferentes porque aquí ellas ponen mucho de su parte. Al realizarlos en el hogar se sienten seguras, porque esto funciona como una familia, y eso hace que el ambiente sea de total confianza. Hay que tener en cuenta que las mujeres que pasan por esta casa están en una situación de inseguridad, lo que provoca que no se atrevan a ir a los centros a resolver sus dudas y las acumulen sin encontrar soluciones. Muchas veces están en situación irregular, no entienden el idioma y se tienen que enfrentar a la maternidad solas… En mis talleres pueden preguntar sin miedo y yo intento explicarles las cosas, teniendo en cuenta que vienen de culturas con costumbres diferentes a las nuestras.
¿Te aporta algo profesionalmente?
Estar en contacto con ellas me ha permitido desarrollar una sensibilidad especial que aplico continuamente en mi trabajo. A La Paz llegan mujeres para dar a luz en situaciones parecidas a las de las madres que pasan por aquí, con historias traumáticas detrás, barajando dar en adopción a sus bebés… El miedo las bloquea y las pone a la defensiva, y eso complica los partos. Yo ahora me siento más capaz de hacer el acompañamiento emocional que toda mujer necesita en ese momento, y más si viene sola. Por eso, desde que soy voluntaria en el Hogar de Cáritas, me llaman a mí cuando llega una chica así. Porque he aprendido a empatizar. No creo que sepa más que el resto de mis compañeros, pero sí es verdad que, desde que estoy aquí estoy, más dispuesta a comprenderlas.
¿Todo el mundo puede hacer voluntariado?
Creo que todos tenemos capacidades o conocimientos que podemos poner al servicio de la sociedad. Solo hay que estar atento a las necesidades que hay a nuestro alrededor y preguntarnos sin podemos hacer algo para solucionarlas. Creo, además, que tenemos la responsabilidad de intentar dejar el mundo mejor. Yo trato de hacer lo que está en mi mano para mejorar el mundo. Tengo una profesión que me permite intentarlo y, cuando salgo del hospital, tengo el Hogar Santa Bárbara, donde siento que puedo seguir haciéndolo.