Richard y la leche de Baréin - Alfa y Omega

La mayor parte de los católicos no son ni europeos ni ricos. Ni siquiera pertenecen a la clase media. Son pobres. Y, muchos, migrantes. Viven en países repletos de recursos, como es el caso de Baréin, donde se conforman con vivir hacinados en pisos destartalados con tal de tener un trabajo —humilde— y enviar dinero a sus familias. Durante su viaje a esta isla del golfo Pérsico, Francisco pudo palpar dicha realidad. El Pontífice se desplazó hasta allí por varias cuestiones político-religiosas; la primera, colaborar con los musulmanes en un proceso de reflexión interna que termine por hacerles retirar cualquier tipo de apoyo a los fundamentalistas. Y para abrirse un poco más al mundo. La segunda, para visitar y animar a la diminuta comunidad católica que vive allí.

En el golfo Pérsico, la famosa región de las petromonarquías, buena parte de las comunidades de bautizados están formadas por migrantes asiáticos. Richard, por ejemplo, es de la India y lleva más de cinco años trabajando en una empresa que abastece de leche los supermercados bareiníes. Con lo poco que gana, envía dinero a su familia y le da para vivir en una habitación compartida con otras dos personas. Nada más. Pero no estaba triste. No había un ápice de amargura en sus palabras cuando le pregunté sobre su situación. Quizá porque se trata de alguien que no vive su condición como una pérdida.

En estos viajes del Papa Francisco se puede ver su enorme capacidad para dar ánimo a comunidades que viven en situaciones difíciles. En primer lugar, porque les basta con su presencia. En segundo lugar, por sus contundentes mensajes. Durante la Misa en el Estadio Nacional de Baréin, en Riffa, consiguió consolar y exigir al mismo tiempo. Porque la exigencia también es un modo de expresar respeto. Se exige a quien se sabe que puede hacerlo. Y lo que el Papa exigió a los cristianos de Baréin fue algo que muchos europeos sumidos en el bienestar y con recursos no terminan de ser capaces de hacer: amar a sus enemigos. Se trata de una tarea al alcance de todos, también de los más pobres. No es necesario ser rico para tener enemigos.

El Papa no dedicó ni una palabra a lamentar su estado ni a echar la culpa de su situación a las complicadas coyunturas internacionales que los obligaron a dejar sus hogares. Señaló que el camino de la fe se puede recorrer independientemente de la condición social de cada uno.

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